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Otro soneto

Hace unas semanas contamos en este espacio cómo los ambientes académicos andaban revueltos por causa de un soneto en el que se dirimían diferencias irreconciliables entre dos bandos sobre cuestiones arquitectónicas de actualidad. Ahora, de nuevo en los cenáculos literarios se hacen cábalas sobre quién se esconde tras la firma de Cástor Pólux, el que adopta  el nombre de los mitológicos hermanos gemelos y de cuyo numen ha salido a la luz este otro soneto titulado ‘A la torre Zoido-Monteseirín’, que transcribimos a continuación sin quitar ni una letra: “Nunca viose en el mundo tal vileza,/ nunca se tornara en despojo maravilla,/ cual se trocara el cielo de Sevilla/ en desolado erial con tal presteza/. Nunca viose munícipes tan legos/ como Monteseirín, lerdo atrevido,/ y el juez inane, de soberbia henchido;/ ante el prodigio fueran ambos ciegos./ A la torre, el compás, el campanario,/ a la callada historia, al glauco río,/ hurtáronle la gracia y el respeto/. La gloria de ayer, es hoy osario;/ el sociata iniciara este calvario; la puntilla le dio Zoido el cateto”.

El soneto

Los ambientes académicos andan revueltos por  una disputa arquitectónica que ha derivado en ataques entre dos bandos irreconciliables. En la Casa de los Pinelo comentan unos que los puñales literarios que vuelan por los aires son debidos a insalvables diferencias sobre la torre Pelli, mientras que otros aventuran que la enemistad obedece a la biblioteca del Prado, dependiente del alma máter sevillana donde prestan sus servicios algunos de los integrantes de estas dos corrientes estéticas y antitéticas.   Muestra del combate intelectual es este soneto satírico, en la mejor tradición quevedesca del Siglo de Oro: “Quien fuera seminarista,/ de su dios desengañado,/ pretendiera mejor hado/ en el medro de arribista./ A la plata y a la usura/ no le es parca la afición;/ mas no triunfa en el salón,/ le faltan gracia y figura:/ es gordo como un bidón./ Tan menguada donosura/ a este menester no llama/ y por más culos que lama,/ al conservador o al progre/ gordo será siempre. Y pobre”. Se hacen cábalas sobre quién es el autor del epigrama y, sobre todo, de su destinatario.