Ya sabía que los clubes de fútbol son objetores fiscales por naturaleza y que además de haberse fundido las ayudas por el Mundial del Naranjito y el dinero de las quinielas y el de las televisiones no hay forma de cobrarles un euro. Ahora, por la polémica sobre el IBI, me entero de que en virtud del Concordato la Iglesia está exenta de pagarlo, pero que tampoco lo abonan partidos políticos y sindicatos, que ponen sus sedes a nombre de fundaciones sin ánimo de lucro (el que hace la ley, hace la trampa), e infinidad de organizaciones, entes, entidades, fundaciones, asociaciones y colectivos de todo pelaje gracias a otros subterfugios legales. Hasta la Junta se escaquea y le debe 8 millones al Ayuntamiento. Y entonces comprendí la famosa frase de Luis Aragonés, pero aplicada al ámbito tributario, en vista de que casi todo el mundo está exento ‘de facto’ o ‘de iure’ menos yo: “ lo peor no es pagar (el IBI, el sello del coche, el IRPF…), sino la cara de tonto que se te queda”. Corolario de Alberti: “Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos”.
So tonto
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