El Consejo del Agua de la Demarcación del Guadalquivir aprobó el miércoles, tras cinco años de trabajos, el nuevo Plan Hidrológico de la cuenca hidrográfica, que ha de sustituir al vigente desde 1998. En el documento previo se contemplaba una inversión de 4.106 millones de euros, ahora reducidos a 1.738. De un plumazo, Andalucía, y sobre todo Sevilla, sufre un recorte de 2.368 millones de euros. El presidente de la Confederación Hidrográfica , Manuel Romero, dependiente del Gobierno central, ha justificado esta drástica reducción de las inversiones (un 60% menos) “por realismo” y “para adaptarse a la nueva situación económica”. Nadie ha dicho nada hasta ahora de este tijeretazo, a pesar de que su cuantía es dos veces superior al coste estimado de la línea 3 del Metro (Pino Montano-Los Bermejales).
Ese mismo día, la prensa económica adelantaba el sacrificio que Hacienda impondrá al Ministerio de Fomento en los Presupuestos Generales: una caída de la inversión en infraestructuras de entre el 15% y el 17%. No habrá dinero para nuevas carreteras ni tampoco para el mantenimiento integral de las existentes. En el capítulo ferroviario, los esfuerzos se concentrarán sólo en la alta velocidad, uno de los pocos campos en que España exporta tecnología al mundo.
Este es el panorama real de un país al que Zapatero dejó con una deuda de 900.000 millones de euros y que está a punto de pedir un segundo rescate.
EJERCICIO DE REALISMO
Y en este contexto se está produciendo el politizado debate posterior al anuncio de la consejera de Fomento, Elena Cortés, de que no quiere engañar a nadie con proyectos que no se pueden hacer y que por ahora queda aparcada la ampliación del Metro de Sevilla: “Hay que actuar en las infraestructuras -ha dicho- conforme al contexto económico que tenemos y a los recortes que nos imponen, que hacen que esas nuevas líneas se vayan a tener que aparcar de momento”.
Su segundo anuncio fue que, entre los transportes, tendrán prioridad las obras en ejecución, esto es, los Metros de Málaga y Granada y el tranvía de la costa de Cádiz. Si se analizan sus palabras sin prejuicios, se observa que coincide con las líneas maestras del nuevo plan de obra pública que prepara Fomento en Madrid, salvo que a última hora y por intereses políticos fuercen a Ana Pastor a cambiar sus prioridades: rematar los proyectos en ejecución y abstenerse de licitar nuevos. Por una vez, la Junta y el Gobierno coinciden en algo, aunque ello no ha evitado que el PP y el PSOE andaluces hayan acabado tirándose los trastos a la cabeza.
AGRAVIADO
Si Zoido le dio balas a Griñán cuando dijo en el Parlamento aquello de que Andalucía necesita es un rescate político, el presidente de la Junta ha hecho otro tanto con el alcalde al expresar de forma desafortunada en relación con el Metro que Sevilla era la tercera prioridad del Gobierno autónomo, por detrás de Málaga y Granada. En los ojos y oídos sólo quedó este titular y no lo que también dijo a continuación: “Los únicos que ya tienen Metro son los sevillanos”.
Como no cabe pedirles racionalidad y sentido de Estado ( y sobre todo de los dineros públicos) a unos políticos que distan mucho de aquellos de la Transición, Zoido tradujo estas palabras presidenciales en términos de discriminación a Sevilla, sin reparar en su otra condición de líder andaluz del PP que ha de comprender también la situación del resto de territorios de la comunidad y de que iba a levantar ampollas en el seno de sus propias filas en Oriente: “Ya está bien de agravios con Sevilla, de relegarla y de que se le dé la espalda. Debe recibir el mismo trato que las demás ciudades”.
RECELOS ANTISEVILLANOS
Este tipo de declaraciones sólo contribuye a alimentar la leyenda del centralismo sevillano y los recelos contra Sevilla, porque la discriminación radica en el trato igual a los desiguales. Invirtamos, siquiera en hipótesis y por un momento, la situación: si Málaga tuviera ya en funcionamiento desde hace tres años la única línea de Metro de Andalucía en la que se hubieran invertido 658 millones de euros; si la Junta hubiera dicho que sólo había dinero para rematar los suburbanos de Sevilla y Granada; y si el alcalde de Málaga hubiera montado en cólera y exigido que se licitara al mismo tiempo otra línea para la capital de la Costa del Sol porque en caso contrario se crearía un agravio comparativo, ¿qué opinaríamos en Sevilla?
Se puede objetar todo lo que se quiera, que la línea 1 de nuestro Metro se construyó con 30 años de retraso y que la red completa consta de cuatro y no sólo de una, pero la realidad es la que es, como decía el presidente de la Confederación Hidrográfica al anunciar su tijeretazo de 2.368 millones de euros. La alternativa de una colaboración público-privada como la propuesta por Zoido, que ahora suspira por que se construya siquiera un tramo de la línea 3 cuando antes exigía todas a la vez, parece difícil en un escenario donde no fluye el crédito. Y, además, tras las múltiples incidencias en las obras de la línea 1, construida por este sistema, la Junta perjuró que nunca más.
El escándalo no radica en que la consejera haya dicho la verdad de que no hay dinero para el Metro, como antes se confesó el consejero Llera con la Ciudad de la Justicia (y hasta fue aplaudido por no seguir con las falsas promesas), sino en eso de que cuando ha mirado en los cajones en busca de los nuevos proyectos no ha encontrado nada, cuando en la precampaña electoral la Junta urgía a Zoido a que eligiera cuál de las tres futuras líneas se empezaba a construir primero.
O sea, que tras aquellos anuncios sólo había humo.