El alcalde de Sevilla, Juan Espadas, ha tratado de apagar el incendio en medios de comunicación (el tema se ha publicado hasta en Madrid) y redes sociales -que provocó al tachar en el último Pleno de «peligro público» a una portavoz ecologista- con unas declaraciones a la agencia Europa Press y una carta dirigida a la asociación ‘Ni un árbol menos’, en cuyo nombre intervino aquélla, Isabel Camargo.
Espadas falsea la realidad cuando declara a Europa Press que «en ningún momento me referí a la persona que intervino». Hay que recordar que el alcalde respondió, creyendo cerrado el micrófono, a una pregunta concreta y específica del secretario municipal sobre Isabel Camargo, tal como puede comprobarse repasando el vídeo del Pleno y conforme al relato de ABC, en los siguientes términos:
«La presidenta de la asociación, Isabel Camargo, fue llamada al atril por el propio alcalde. Precisamente en ese momento en que el alcalde, en calidad de presidente del pleno, avisa a esta asociación, el secretario, Luis Enrique Flores, le pregunta por la misma y por su representante, pero el micrófono se mantiene activado sin que ambos lo sepan: «¿Ésta quién es?», inquiere Flores a Espadas en voz baja. El alcalde espera unos segundos, pero acaba respondiéndole con rotunda franqueza: «¿Ésta? Ésta es un peligro público?». El sonido llegó a todo el que quiso escuchar, incluidos quienes seguían la sesión por vía telemática en directo».
SI ERA COLOQUIAL, ¿QUÉ HABRÍA SIDO EN SERIO?
En segundo lugar, Espadas trata de rebajar la gravedad de sus descalificatorias y despreciativas expresiones -«peligro público», «había que haberlos matado»- amparándose en que habló «de forma coloquial». Sin embargo, Espadas no intervino en el curso de una conversación informal y distendida (definición de «coloquial» según el Diccionario de la Academia) en la calle o en un bar, sino en el Salón de Plenos municipal, como presidente del mismo y como alcalde de Sevilla y en confidencia con el secretario de la Corporación.
El contexto, pues, no podía ser más institucional y solemne, por lo que si Espadas dice que en tal situación se expresa en términos coloquiales no sólo desprecia a la portavoz ecologista, sino también a todos los concejales -representantes de los sevillanos- al no hablar en el Pleno con la seriedad, corrección y decoro exigidos.
El alcalde degradó el Pleno a un mero «ámbito de informalidad», en línea con la definición del DRAE. Y si en la rebaja de grado de culpabilidad que se otorga a sí mismo se expresa en términos de «peligro público» y «había que haberlos matado», ¿cómo de mayor gravedad aún habría sido su terminología de haber hablado de forma seria y no coloquial, como sostiene?.
CARTA ACUSATORIA
Donde Espadas demuestra su contumacia y soberbia, en vez de contrición, es en la carta de petición de públicas disculpas a Isabel Camargo, que ha remitido a la asociación por ella representada, ‘Ni un árbol menos’.
A partir del segundo párrafo, el alcalde adopta el rol de víctima y se erige en fiscal acusador de los ecologistas al atribuirles la misma falta de respeto con la que él había actuado en el Pleno. Espadas viene a decir que si él ha sido irrespetuoso con Isabel Camargo es porque antes otros intervinientes defensores de los árboles lo fueron con él, con lo cual la víctima de la irrespetuosidad deja de ser la portavoz ecologista para ser él mismo. Y cabe preguntarse: ¿acaso algún defensor de los árboles llamó también en el Pleno al alcalde «peligro público» y se refirió a él en términos de «había que haberlo matado» para equipararse con Espadas?
Conforme se va desarrollando la carta, la víctima en esta historia deja de ser la portavoz de ‘Ni un árbol menos’ para pasar a ser Juan Espadas. El alcalde, en vez de asumir con gallardía su error, disculparse de forma sincera y elevarse así por encima del incidente, baja al fango y se coloca en el mismo plano de los supuestamente irrespetuosos. A partir de ese momento, según la estrategia del regidor, ya hay dos infractores: los ecologistas y el alcalde. ¿Dos? No, muchos más.
Espadas trata de generalizar ese comportamiento, que achaca a todo el mundo y por lo tanto no es exclusivo de él, para que así su descortesía quede camuflada en el magma general al tratarse de una actuación similar a la del resto y quede exonerada sin más, libre de cualquier culpa, porque si él es culpable, entonces todos lo son.
Y es que concluye la carta de esta manera: «En un mundo en el que la falta de respeto se ha instalado (sigue abundando en la idea de la generalización), no soy yo el que quiera contribuir al ruido en ninguna forma».
Nada más lejos de la realidad. Espadas ha hecho tanto ruido con su irrespetuoso comportamiento con Isabel Camargo en el Pleno que se han enterado hasta en el resto de España y ha proyectado la imagen de que el alcalde de Sevilla es muy distinto según hable a micrófono abierto o a micrófono cerrado.