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Guardacoches

Tras la dimisión de la directiva de Bami Unido por el acoso de los ‘gorrillas’ a su indefensa presidenta, cuyo caso puede ser el de cualquiera de nosotros algún día como en el poema de Bertolt Brecht, vuelven a aparecer distinciones entre guardacoches ilegales y legales. Ah, pero ¿acaso esta figura no es ilegal ‘per se’? Porque si es legal sobran los agentes de una Autoridad llamada Ayuntamiento que es incapaz de garantizar la libre circulación de los automovilistas por la vía pública y hemos vuelto a la ley de la jungla. ¿Por qué una misma acción es ilegal si la realiza un individuo de mala catadura y legal si la ejecuta otro uniformado ‘sui generis’ que te pone un recibo disfrazado de donativo en el parabrisas y dice estar amparado por un convenio con el Consistorio? Bastante tienen los sevillanos con pagarle el sello del coche a la Hacienda municipal para tener que sufrir además el  ‘impuesto revolucionario’ de todo el que, con buenas o malas maneras, se le pone al pie de la carrocería. En materia de guardacoches también hay coacciones de cuello blanco.

Sin reflejos

Decididamente, Dios no llamó a Juan Espadas para ser líder de la Oposición municipal y
enfangarse los zapatos pateándose los barros y los barrios de Sevilla, sino para pisar moqueta
en los despachos de la Junta, ya que en caso contrario habría cogido la oportunidad al vuelo.
En la entrevista que Eduardo del Campo le ha hecho a mi exvecina y carismática exlíder vecinal
de Bami, Laura Baños, ésta declara: “Llevo un año pidiendo una señal para que no metan los
perros en el parque infantil; un año para que repongan un contenedor….”. Así se las pone Laura
a Espadas, para que éste hubiera saltado ‘ipso facto’ y hubiera dicho: “¿Que Zoido lleva un año
sin ponerle a usted una señal en el parque? En 24 horas se la pongo yo de mi bolsillo, me hago
la foto ante la prensa y dejo en evidencia al alcalde”. La señal de Bami, como su propio nombre
indica, podría ser para Espadas lo que para Zoido fue el banco de Bellavista: el inicio en plan
Mao de la larga marcha hacia el Poder, pero Juan no tiene clarividencia para ver estas señales
simbólicas, sino sólo para la macropolítica.