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Seis años después del arboricidio de Zoido en la calle Almirante Lobo

En este 2020 se han cumplido seis años desde la tala de la mayor parte de los plataneros de Indias de la calle Almirante Lobo de Sevilla por el gobierno local de Juan Ignacio Zoido:

https://www.manueljesusflorencio.com/2014/09/tropiezo-con-los-mismos-arboles/

Esos plataneros se sembraron, según algunas fuentes, con motivo de la Gran Exposición Iberoamericana de 1929, por lo que si Zoido los hubiera dejado vivir, dentro de nueve años habrían sido centenarios. Hoy, con la mentalidad existente y ante la amenaza del cambio climático, ¿qué ciudad avanzada no hubiera hecho todo lo posible, con los tratamientos selvícolas adecuados, para salvar ejemplares con casi un siglo de antigüedad y de tal porte que juntando sus ramas y hojas entre una acera y otra creaban una botánica nave gótica catedralicia de sombra y frescor?

En primer plano, el tocón de uno de los plataneros cortados en la calle Almirante Lobo, frente a la Torre del Oro
Aspecto de Almirante Lobo tras el arboricidio de Zoido

Cualquier otra ciudad lo hubiera intentado (de hecho no hacía falta intentar nada; hubiera bastado con no tocarlos, como la rosa de Juan Ramón) salvo esta Sevilla de alcaldes arboricidas. Sin remontarnos más allá en el tiempo, la Soledad Becerril que se encadenó a unos eucaliptos existentes junto a la antigua Catalana de Gas para que no los talaran, luego nos salió rana porque ordenó o permitió la tala de los plataneros existentes en la Avenida de Roma delante del Palacio de San Telmo por el cateto motivo de que estorbaban la visión del monumento, aunque oficialmente se arguyó que todos estaban enfermos. Tan «enfermos» como los restantes de la misma Avenida y de su entorno pero que casualmente no fueron eliminados porque quedaban fuera del ángulo de visión de la sede de la Junta de Andalucía: https://www.manueljesusflorencio.com/2013/07/la-arboleda-perdida/

Como luego vendrá el que bueno te hará (es un decir), el arboricida por excelencia, Monteseirín, hizo de Atila desde el Prado hasta la Plaza Nueva con la coartada de la pseudopeatonalización de la Avenida y el gran despilfarro del tranvía redundante hasta el Prado de San Sebastián. Y tras Monteseirín, Zoido en Almirante Lobo y ahora Espadas con su arboricida tranvía por Nervión: https://www.manueljesusflorencio.com/2018/05/el-93-de-los-arboles-seran-eliminados-en-la-ampliacion-del-tranvia/

Como se ve, cada alcalde sevillano ejecuta su propio arboricidio «emblemático», para dejar su «huella» de carbono y ser recordados por la posteridad, como aquel que quemó el templo de Éfeso (Artemisa).

Contraste de los plataneros supervivientes con los árboles plantados por Zoido en la calle Almirante Lobo

Al cabo de seis años del arboricidio de Zoido en Almirante Lobo se aprecia de forma visible la diferencia de altura y de copa entre los plataneros supervivientes que indultaron delante del edificio Cristina (sus ramas sobrepasan la última planta del inmueble), los naranjos y bauhinias rosáceas sembrados por orden del entonces alcalde (apenas sobrepasan la planta baja del Cristina) y los denominados «maceárboles» sobre las aceras, en la demostración de que con la «reurbanización» de Zoido no se logró dotar de suficiente verde a la vía pública y hubo que recurrir a la colocación de macetones para crear más biomasa.

Zoido estará contento de haber logrado otro objetivo tan falso como la peatonalización de la Avenida por Monteseirín (reino de todo lo semoviente menos de los peatones, que andan siempre con el temor a ser atropellados por algo o por alguien o de chocar contra veladores o mupies), cual era, según proclamaba, que desde la Puerta de Jerez se pudiera ver la Torre del Oro, «obstaculizada por los plataneros». Como se ve, la historia se repite. Soledad Becerril quería ver la fachada de San Telmo sin árboles y Zoido, la Torre del Oro. ¿Será este complejo digamos escurialense de edificios a la vista sin árbol alguno propio de los alcaldes del PP? Si en el futuro resulta elegido otro de este partido habrá que echarse a temblar de pensar con qué arboleda acabará con tal de que se divise algo por detrás. ¿Talará los árboles de la Plaza Nueva para que se vea la fachada del Ayuntamiento? ¿Qué será lo siguiente?

Almirante Lobo, sin apenas plataneros que le hagan sombra a la Torre del Oro, tal como quería Zoido

Y digo falso objetivo porque la Torre del Oro no queda en línea con la Puerta de Jerez, tal como puede comprobar cualquiera yéndose a sentar en la mitad de la misma. En todo caso sólo es visible desde uno de los extremos, ya en línea con la fachada del hotel Alfonso XIII, pero para tan escaso número de bancos que no se justifica como coartada. En la mentalidad pepera de dar prioridad a la piedra o el ladrillo sobre la rama y la hoja, plataneros de Indias que pueden alcanzar una altura superior a los 30 metros (véanse los del Parque de María Luisa o, si tienen la posibilidad, los inmensos de los jardines del Palacio de Versalles, bajo los cuales uno se siente diminuto) eclipsaban los 36,75 de la Torre del Oro, no así estas bauhinias rosáceas, con un porte máximo de 7 a 10 metros y un diámetro de copa de tres a cuatro. Los plataneros daban sombra a toda Almirante Lobo y hacían sombra a la Torre del Oro porque eran auténticos monumentos vegetales, pero por mucho que Zoido la haya vestido de rosa con las bauhinias la calle no tiene el mismo empaque y solera de antaño.

La calle Almirante Lobo cuando todavía tenía la mayor parte de sus plataneros

Y ahora, como tras la Expo plantan bauhinias por doquier, Almirante Lobo pronto no se distinguirá de cualquier otra, cuando lo que la hacía especial eran sus plataneros cuasi centenarios. Zoido la ha convertido en una vulgar calle más.