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Íntimo adiós a Ricardo Gómez Ruiz, amigo y maestro

Se me ha ido, a los 83 años de edad, Ricardo Gómez Ruiz, mucho, muchísimo más que un maestro nacional de Zalamea la Real, su pueblo y el mío. Don Ricardo, porque en los pueblos los maestros llevan explícito el Don, proyectó su magisterio a muchos más ámbitos que el de los muros de un colegio y superó con creces el reduccionismo de aquellos que se refieren a los docentes populares en términos de simples “maestros de escuela”.

Ricardo era una escuela en sí mismo, un polifacético autodidacto, del que en propiedad podía decirse que “sabía de todo”. Sí, por ejemplo sabía de Biología más que muchos biólogos, como nos demostró, por si teníamos alguna duda, al redactar el capítulo ‘Notas biológicas’ de mi libro ‘Un pueblo por descubrir’, dedicado a Zalamea la Real. Sabía de geografía de la provincia de Huelva como el mejor geógrafo y en sus exploraciones por esos montes perdidos descubrió las últimas colonias de buitres negros de Aroche, a las que dedicó uno de sus libros y ayudó, comunicando su descubrimiento a la Estación Biológica de Doñana, a salvarlas de la extinción.

Aunque nos separaban más de veinte años, gracias al privilegio de su amistad pude acompañarle en varias fantásticas excursiones: por antiguas minas abandonadas del Andévalo, que como el arpa de Bécquer están esperando alguna nueva compañía que las devuelva a la vida; bajando el curso del río Tinto por la vía del tren construido por los ingleses hasta el embarcadero de mineral en Huelva capital; yendo al singular cortado de Palanco, donde fantaseé con rehabilitar el abandonado poblado minero para usos turísticos y así reactivar la economía de nuestro pueblo y de la Cuenca de Riotinto; y por las orillas del río Odiel, en un precioso anticipo de lo que sería su libro sobre los molinos del otro gran río onubense, ese que abraza por el Oeste nuestro término municipal.

Ricardo Gómez Ruiz sabía también de historia, un saber que desparramó por diversos artículos (que deberían ser recopilados) en la Revista de Feria del Ayuntamiento y en otras publicaciones editadas en nuestro municipio y que trascendió el ámbito local al escribir hasta una  novela histórica, ‘Las murallas de Niebla’, distinguida con el premio Onuba.

Me hizo el honor de prologarle el cuarto (no cronológicamente) de sus libros, un proustiano ‘Zalamea íntima’, en el que volvió a hacer una demostración de sus amplios conocimientos, en este caso musicales y folklóricos, como buen hijo del añorado don Adriano, su padre y también maestro, cuyas notas pianísticas nos dejaban embobados a los chiquillos de su época. 

Así, libro a libro, artículo a artículo, Ricardo Gómez Ruiz  nos demostró a todos que no hacía falta vivir en una gran ciudad ni formar parte de ningún cenáculo para sentar cátedra, desde un pequeño pueblo de poco más de 3.000 habitantes sito en el corazón de la provincia de Huelva, sobre cualquier materia que se propusiese: Geografía, Biología, Zoología, Ecología, Minería, Folklore, Historia….

A pesar de su desencanto con tantas derivas y tantas cosas, me prestó una ayuda impagable en mi lucha en defensa del patrimonio colectivo de Zalamea la Real (ejidos, coladas y abrevaderos), cuya existencia negaron ciertos gobiernos locales que se hacían llamar socialistas. Con Ricardo y con otro maestro nacional (parafraseando a Alberti tengo que preguntarme dónde están los maestros zalameños y andaluces de ahora), Pastor Cornejo, los tres hicimos el gran mapa-póster en color de las antiguas vías pecuarias de Zalamea la Real, esas que no desespero puedan recuperar algún día nuevas generaciones de zalameños cuando busquen y descubran la verdad, manipulada  en beneficio de particulares intereses y para ocultar traiciones e ilegalidades.

A pesar de la diferencia de edad y de la relativa lejanía física, nunca faltaron, fueran o no fechas señaladas, las llamadas telefónicas para saber el uno del otro, hasta que un espeso manto de oscuridad se apoderó de su mente en los últimos años de su existencia y preferí no verlo así, sino recordarlo tal como era en plena lucidez, cuando me hacía partícipe de sus saberes sobre el medio natural y la naturaleza humana o caminábamos entre jaras y mortiños por los montes del Andévalo.

Se me fue y se nos fue Ricardo Gómez Ruiz a caminar por celestes senderos y a explorar la eternidad, pero permanece vivo en nuestra memoria; y en sus libros y artículos para todos aquellos que quieran impregnarse de sus conocimientos y descubrir tantos aspectos de la Zalamea de su tiempo y de la Zalamea de siempre.

Gracias por lo mucho que nos has dado, Ricardo.