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Catering

El Diccionario de la Real Academia define el anglicismo ‘catering’ como un servicio de suministro de comidas y bebidas a aviones, trenes, colegios, etcétera. Aunque el significado se ha ampliado enormemente con el tiempo, originalmente el ‘catering’ se entendía como el restaurante a domicilio: en vez de acudir los clientes al establecimiento de restauración, era éste el que prestaba un servicio equivalente trasladando camareros, comida, bebida y todo lo que fuera menester, fundamentalmente a los eventos empresariales. Del mundo económico, la práctica se ha extendido a cualquier tipo de celebración, incluidas bodas, bautizos y comuniones, donde ya ha decaído el tradicional término ‘convite’, sustituido por este palabro anglosajón en detrimento de nuestra maravillosa riqueza lingüística.

Por otra parte, el Diccionario remite la palabra ‘social’ a la sociedad en general y a una compañía, empresa o sociedad. Salvo en tres expresiones vinculadas a este ámbito de la economía (razón social, capital social, domicilio social), el resto de las que enumera el DRAE tienen, por así decirlo, un tufillo benéfico: asistente social, beneficiario de la Seguridad Social, clase social, gasto social, prestación social, salario social….

Zoido ha yuxtapuesto los dos términos, el originariamente elitista nacido para prestar servicio a los eventos empresariales, y el impregnado de un componente asistencial y se ha inventado el ‘catering social’ en zonas deprimidas de Sevilla como Tres Barrios y Su Eminencia. No obstante, el Ayuntamiento actúa de forma vicaria: en vez de ser la Delegación municipal de Familia, Asuntos Sociales y Zonas de Especial Actuación la que se involucre en atender a las personas en riesgo de exclusión social, ha preferido subvencionar a las ONGs que trabajan con los pobres para que, con fondos municipales, proporcionen alimento a más de cien familias cada día.

Cuando la Junta de Andalucía anunció que repartiría desayunos y meriendas entre 50.000  escolares andaluces en cuyas casas se pasa literalmente hambre por causa de la recesión económica y el paro, el PP tachó la medida de “limosna”. Zoido dijo sarcástico: “No somos los de la Beneficencia. Eso es lo que hace Griñán. Nosotros tenemos que conseguir que la gente tenga un puesto de trabajo”.

Para diferenciarse de Griñán, el alcalde de los 89.000 parados en Sevilla, no reconoce practicar beneficencia, sino que ordena servir ‘caterings sociales’, eufemismo vergonzante con que ocultar la cristiana virtud de la caridad.

Algo más

Sostiene Antonio Távora, presidente de los agentes de viaje, que a principios de los 90 Sevilla tenía aquello de lo que carecían otras ciudades –AVE, un palacio de congresos y una buena planta hotelera- pero que ahora poseen ya muchas y que, por tanto, hay que ofrecer “algo más”. Por tener, teníamos hasta fibra óptica en la Cartuja, presentada como el símbolo de la máxima modernidad. Sin quizás pretenderlo, Távora nos ha enfrentado a nuestra propia mediocridad. Sevilla no ha sabido aprovechar el gran salto adelante que supuso el 92, hasta el punto de que, sin necesidad de ninguna Expo, en otros sitios se han puesto a nuestra altura o incluso nos han rebasado, porque nos ha faltado ese ‘algo más’ del que habla Távora. ‘Sic transit gloria mundi’, como reza la leyenda de uno de los cuadros pintados por Juan Valdés Leal para el Hospital de la Caridad. Lo malo es que para poder pedir otra Exposición Universal aún quedan 83 años hasta  el VI Centenario del Descubrimiento que la justifique. Y es que, ya se sabe, Sevilla sólo avanza a golpe de grandes eventos.