La confesión del ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, de que prefiere ducharse con agua fría antes que consumir medio litro más, unida a la anterior de que ingería cualquier yogur que hallara en la nevera aunque estuviera caducado, le han convertido en objeto de las diatribas de quienes toman a guasa lo que consideran meras ocurrencias ministeriales.
No creo que la Ecología sea la prioridad de un ministro tan desarrollista como Cañete -no en vano va en último lugar en el título de su cartera-, y a los cambios en la normativa sobre Costas me remito, pero si sus declaraciones y decisiones sobre los yogures caducados fueron más que una ‘boutade’, una imprudencia temeraria del titular de Alimentación en el país sufridor de la colza, no puedo estar más de acuerdo con él sobre el derroche que supone dejar correr el agua fría de la ducha.
En este sentido, una de las mejores inversiones que puede hacerse es la compra de un simple cubo de plástico para tenerlo a mano en la bañera y como alternativa a las duchas de agua fría que, con el entusiasmo del converso, preconiza ahora Cañete, confeso derrochador de agua hasta su concienciación tras nombrarlo Rajoy ministro de Medio Ambiente en un país cíclicamente azotado por la sequía.
Hagan la prueba y comprobarán que antes de que salga agua caliente de la ducha pueden verterse unos diez litros de fría en el cubo, agua utilizable para fregar, limpiar, regar…. Esta cantidad equivale a 3.650 litros/persona/año, o sea, 3,5 m3. Dado que Sevilla tiene 702.355 habitantes, si todos dejáramos correr el agua fría de la ducha sin aprovecharla, por el desagüe, como bien dice el ministro, se estarían perdiendo 2.458.242 m3, equivalentes a 2,45 Hm3.
Si los sevillanos hubiéramos ahorrado a diario ese cubo o practicado esa ducha fría desde la Expo, cuando tanto se presionó para construir el pantano de Melonares, habríamos dispuesto de 51,45 Hm3 de agua, 11,45 Hm3 más que la que regula este embalse, el cual no habría hecho falta -en realidad nunca se precisó- y además habríamos ahorrado los 100 millones de euros que acabará costando el proyecto cuando se acaben las conducciones hasta Sevilla.
En su drástica recomendación de la ducha fría, Arias Cañete, quizás como aquel personaje de Molière que hablaba en prosa sin saberlo, no ha hecho más que aplicar uno de los principios del ecologismo: ‘Piensa globalmente, actúa localmente’.
Mira que si al final hasta se convierte a la causa verde….