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El intercambio

El presidente del PP andaluz, Juan Manuel Moreno Bonilla, declaró hace unos días en el curso de una entrevista en la cadena SER que “si Zoido no gobierna (en Sevilla capital), los puentes con (Susana) Díaz se romperán”. “Si Espadas es el próximo alcalde de Sevilla -añadió-, el PP nunca se abstendrá” en el Parlamento de Andalucía para permitir la investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta.

El líder regional del PP propone lisa y llanamente, sin subterfugios ni ambigüedades, eso que los políticos tratan de denostar cuando no son ellos o sus partidos los beneficiarios con la expresión “un cambio de cromos”: la Presidencia de la Junta para el PSOE a cambio de la Alcaldía de Sevilla para el PP.

Desde el punto de vista de Juan Manuel Moreno Bonilla no se trata en puridad de “un cambio de cromos”, sino de una propuesta coherente con la posición sostenida por los populares de respeto a la lista más votada, aunque ello suponga obviar que nuestro sistema electoral no es mayoritario (lo gana todo el partido más votado) ni que el alcalde no es elegido en votación directa por los ciudadanos, sino por los concejales elegidos por estos últimos, en lo que se denomina una elección de segundo grado que no resta legitimidad al candidato finalmente elegido en el Pleno siempre que obtenga el apoyo de la mitad más uno de los concejales.

EQUIPARACIÓN

El PP, que hasta ahora, salvo con la excepción de un PA ya al borde de la desaparición, nunca ha tenido potencial pareja de baile para pactos postelectorales, defiende a capa y espada su tesis de la lista más votada porque no le queda otra opción en caso de obtener una mayoría simple y no la absoluta, como esta vez le ha sucedido en todas las capitales de provincia andaluzas salvo en Huelva, donde Pedro Rodríguez ha sido incapaz de revalidar su victoria, se ha quedado en minoría y condenado a la oposición.

Por tanto, en la lógica política de los populares, la propuesta de Moreno Bonilla es coherente con la doctrina del partido y no implica canje de ningún tipo: el PP respetaría en el Parlamento andaluz la lista más votada del PSOE, dando así la Presidencia de la Junta a Susana Díaz, y, en justa correspondencia, el PSOE debería hacer lo mismo en el Ayuntamiento de Sevilla para propiciar que Zoido sea de nuevo alcalde como cabeza de la lista más votada.

Una consecuencia de esta propuesta sería la equiparación de Sevilla, la ciudad más importante de la región y la capital de Andalucía, a la Junta. El mensaje que traslada el PP a sus electores sevillanos es el de que Sevilla vale tanto como el gobierno de la comunidad autónoma.

No lo han interpretado así el resto de las fuerzas políticas. El alcaldable del PSOE, Juan Espadas, sostiene que el Ayuntamiento de Sevilla y la Presidencia de la Junta de Andalucía son instituciones completamente diferentes y no homologables entre sí, por lo que el planteamiento de Moreno Bonilla “es una falta de respeto a Sevilla”. Por su parte, el secretario de Organización del PSOE (A), Juan Cornejo, ha respondido a la propuesta del líder regional del PP diciendo que el PSOE no acepta “ni cambalaches ni chantajes”.

Susana Serrano, la candidata de Participa Sevilla, franquicia de Podemos, ha dicho de Moreno Bonilla que “trata de tomarle el pelo a la ciudadanía” porque para él “no vale nada la opinión de los sevillanos que con sus votos dijeron qué querían el pasado día 24 de mayo”. IU, por boca de su secretario de Organización en Sevilla, Ismael Sánchez, afirma que “Sevilla y Andalucía no se pueden intercambiar, por no hablar de la falta de respeto al sistema electoral y a la ciudadanía que ha decidido con sus votos el escenario que quiere para los próximos cuatro años: es lamentable que se use la ciudad como moneda de cambio”.

EL AÑO 1979

Sin embargo, Sevilla ya fue utilizada como moneda de cambio o cambio de cromos tras unas elecciones municipales, por lo que el recuerdo de aquel precedente histórico podría servir de referencia ante una posible operación similar a la que ahora ha planteado Moreno Bonilla.

Sucedió en los primeros comicios locales celebrados tras el final de la dictadura de Franco y el advenimiento de la Democracia, en abril de 1979. La Unión de Centro Democrático, el partido del por entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, ganó las elecciones con Rafael López Palanco de cabeza de lista y en unas condiciones, salvando las distancias, parecidas a las actuales de Zoido: por mayoría simple y con un concejal más (9) que el segundo partido más votado, el PSOE, liderado por el catedrático de instituto y escritor Antonio Rodríguez Almodóvar, con 8 ediles, los mismos que los andalucistas, entonces bajo las siglas PSA (Partido Socialista de Andalucía) y con Luis Uruñuela de alcaldable, si bien con menos votos que el PSOE (56.957 frente a 60.116).

Para evitar que gobernara la UCD de López Palanco, las tres fuerzas de la izquierda con representación en el Consistorio (el entonces Partido Comunista de España había obtenido seis concejales) acordaron un pacto de gobierno que debía poner la vara de alcalde en las manos del candidato socialista, Rodríguez Almodóvar, pero….

Pero había ocurrido que en Granada se daba otra situación similar. UCD también ganó las elecciones en la ciudad de la Alhambra, pero igualmente con una mayoría insuficiente de ediles (11) frente hasta cuatro formaciones de la izquierda: PSA (21.088 votos y 6 capitulares), PSOE (19.903 sufragios y 6 concejales), PCE (3 ediles) y Candidaturas Granadinas de Trabajadores (un concejal). En virtud de otro pacto de la izquierda, la Alcaldía iba a ser entregada al alcaldable del partido de esta ideología más votado, que era el del PSA.

LA PERMUTA

Antes de la constitución de los nuevos ayuntamientos, las direcciones regionales de los partidos andaluces de izquierda acordaron una permuta entre Sevilla y Granada. El PSA aceptó entregar la Alcaldía granadina al PSOE, que tenía menos votos que los andalucistas, a cambio de que el PSOE, que tenía más votos que el PSA en Sevilla, le cediera la Alcaldía de la capital de Andalucía a Luis Uruñuela, que de esta forma se convirtió en el primer alcalde democrático de Sevilla.

El Ayuntamiento de Granada sufrió un inicio de mandato municipal de enorme inestabilidad. El primer alcalde democrático fruto de aquel pacto, el socialista Antonio Camacho García, narró años después lo sucedido en un artículo titulado ‘Los alcaldes de Granada del siglo XX’: “El 19 de abril (de 1979) abrimos un nuevo periodo democrático saliendo elegido el abajo firmante pese a encabezar la tercera lista en votos detrás de UCD y PSA, todo ello tras permutar la Alcaldía de Granada por la de Sevilla. Tras dimitir seis meses después alegando motivos personales, se produce el mandato más breve de un alcalde granadino, el de Juan Tapia Sánchez, quien tomó posesión por imperativo legal al ser el siguiente en la lista y dimitió en el mismo acto, tomando posesión Antonio Jara Andréu….”.

Granada, que se sintió despreciada por el PSA y cromo de segunda categoría frente a Sevilla, castigó duramente a los andalucistas cuatro años después, dejándolos fuera del Ayuntamiento en las elecciones municipales de 1983: pasaron de segunda fuerza más votada, con 21.088 sufragios y 6 ediles, a la octava, con tan sólo 726 votos y ningún concejal. Sevilla infligió un castigo semejante a los andalucistas tras el cuatrienio en el poder de Luis Uruñuela tras aquel intercambio con Granada: el PSA también se quedó fuera del Ayuntamiento sevillano, al pasar de 56.975 votos y 8 ediles a 8.080 y ningún concejal.

Así pues, el precedente histórico invita a pensar que los electores no son dados a perdonar las permutas, intercambios, monedas de cambio, cambio de cromos o como quiera denominarse a operaciones políticas en que las direcciones de los partidos no tienen en cuenta el voto expresado en las urnas por los ciudadanos en sus municipios, por lo que aunque en este caso no haya dos ciudades en juego, sino la Junta y Sevilla, la percepción de un canje, que a buen seguro amplificarían el resto de fuerzas, podría tener un efecto ‘boomerang’ para el partido proponente, en este caso el PP, en la próxima cita electoral.

El problema añadido, que demuestra incoherencia o descoordinación interna, es que Moreno Bonilla se ha lanzado a hacer esta propuesta pese a que Zoido había declarado en reiteradas ocasiones durante la campaña electoral que no permitiría que Sevilla se usara como moneda de cambio “porque es demasiado importante”.

 

Converso

A pesar del homenaje que con motivo del XX aniversario le organizó la SER, Felipe González no fue el padre espiritual de la Expo, sino que, como San Pablo camino de Damasco, se cayó del caballo y pasó de principal objetor a su apóstol. Socialistas de aquella época recordaban cómo tardaron ocho meses desde el primer Ayuntamiento de la Democracia, merced al impulso de Rodríguez Almodóvar como primer teniente del alcalde Uruñuela, en vencer la inicial oposición del presidente a seguir la aventura de la Expo, que sobre el papel se había iniciado con la petición formal del Consistorio hispalense el 26 de enero de 1981. Hay que ponerse en su lugar: España venía de una asonada golpista y de unos Pactos de la Moncloa, y González decía que no había dinero para tamaña empresa. Así se mantuvo en sus trece, hasta que, quizás por la influencia de Guerra, que vio la Expo como pretexto para relanzar el país ante el mundo, el 15-6-1983 su Gobierno presentó ante el BIE el proyecto conjunto con EEUU. Luego, quien se cayó del caballo fue Chicago y Sevilla se quedó con la exclusiva.

El mausoleo

Una de las señas de identidad de este ruedo ibérico llamado España son las guerras del callejero. Si hubiera que escribir una leyenda en la correspondiente pared para reflejar el cambio de nombre de calles, plazas y avenidas a cada nuevo régimen político triunfante, no habría espacio suficiente. En línea con nuestra tradición, apenas 48 horas después del triunfo de Zoido el primer debate ciudadano suscitado ha sido el de si habría que mantener o no a Pilar Bardem en el callejero, por nascencia, que no querencia sevillana. Y todavía no se ha ido el (sin) alcalde saliente y ya un querido colega plantea para cuándo van a rotular una esquina con su nombre, tal como se hizo con Uruñuela y Del Valle y se supone se hará con Rojas Marcos y Soledad Becerril. De todos los regidores que en la Democracia han sido, Alfredo es quien menos necesita verse reflejado en una lápida sobre un muro. Sería demasiado poco para alguien cuyo nombre irá por siempre asociado a todo un mausoleo faraónico, al que sus admiradores llaman ‘la catedral sin paredes’: las setas de la Encarnación.