
Mal augurio

El (sin) alcalde, que desvió 172 millones a las setas y otros delirios arquitectónicos para que además de la cotidianidad la posteridad lo tome por loco, el (sin), decía, hizo en plan trilero que ese dinero del PGOU para los sistemas generales de los futuros barrios acabara en el Metropol & Cía. Ahora ha tenido que entonar un ‘mea culpa’ en forma de pacto con los señores del ladrillo, para que no lo lleven directamente al Juzgado de Guardia. Para representarle en la negociación, el (sin) nombró a su valido Marchena, acostumbrado a disfrutar de gañote de pinceladas de mariscos al centro con los constructores, por aquello de su época de gerente de Urbanismo. Pero para su escarnio, y sorpresa de Monteseirín, los ladrilleros reclamaron otro interlocutor porque ya no le aguantan ni mijita sus modos matoniles. El desprecio de sus antiguos comensales ha sido un duro golpe a su vanidad. Y es que el valido ya no asusta a nadie desde que lo imputaron en Mercasevilla y los reyes magos le echaron carbón en el Ateneo. Como cantaba Dylan, los tiempos están cambiando.
Por más que Marchena, el valido del (sin) alcalde, vaya diciendo por las esquinas que a él no le propusieron ser rey mago en la Cabalgata (tiene razón: se postuló él mismo) y que se trataba sólo de rumores sin confirmar, aquí nadie se chupa el dedo. Si eran sólo rumores, ¿por qué se pavoneaba tanto cuando durante meses se veía en los periódicos como rey Melchor? El Ateneo, al contrario que otros que se humillaron y vendieron su honra al valido a cambio de un plato de lentejas para mancharse de indignidad por siempre, no se ha dejado avasallar por el chulesco imputado en Mercasevilla y lo ha destronado antes de la coronación. Tal para cual: a un (sin) alcalde, un valido sin corona. Marchena es ahora como el espía británico en Huelva durante la II Guerra Mundial: el rey que nunca existió. Lo mejor es la excusa diplomática para mandarlo a hacer puñetas: evitarle problemas de seguridad. El Ateneo habrá constatado que el valido ha pisado a tanta gente en Sevilla que podría haber pasado a la historia como el rey mago que recibió más caramelazos de los que lanzó.
Antier, el periódico gubernamental publicaba un informe contra el PP, al que acusaba de convertir Valencia en el reino de la impunidad porque sus cargos imputados no dimiten. Rubalcaba, en un mitin en San Roque, censuraba a Rajoy por ignorar cuántos imputados en escándalos tiene su partido. Y Alarte, líder del PSOE valenciano, decía que los socialistas imputados en el ‘caso Brugal’ renuncian a sus cargos pese a tan poco avance procesal, a diferencia de los del PP, “porque nosotros no somos unos sinvergüenzas”. Y al leer tantas apelaciones al ser y parecer de la honradez socialista, me acordé de que Marchena, imputado en el caso Mercasevilla, no sólo no dimite, sino que, fiel a su estilo de matón, amenaza al Ateneo con represalias hasta de sus periódicos a sueldo si no lo ratifica como Rey Mago, distinción prometida otrora a cambio de ciertos favores de Emasesa. El nuevo presidente del Ateneo tiene muy fácil pararle los pies a este siniestro individuo: basta con que le aplique la doctrina del PSOE… de Valencia, porque el de Sevilla sigue a la luna de ídem.
Las gacetas se hacen eco de que el valido del (sin) alcalde, Manuel Marchena, se ha postulado para salir de rey mago en la Cabalgata. Quizás quede algún iluso que aún crea el doble lenguaje y la doble moral de estos individuos que pregonan ser paladines de la Modernidad frente a la Sevilla tradicional, inmovilista y anclada en el pasado, a la que suelen calificar como carca, casposa y rancia, pero que se pirran por aparecer, arrimarse, fotografiarse, estar y que los vean con lo que o quienes simbolizan esa Sevilla eterna. Al valido le encanta ser como ellos, no lo opuesto a ellos: comer en restaurantes de lujo, salir retratado en los tendidos de la Maestranza, tutearse con el empresariado que depende de las licencias, los contratos y los patrocinios municipales, codearse con ‘la clase’ en los actos públicos, ir con el (sin) a imponerle medallas a las vírgenes ….todo, como se ve, muy laico, muy ‘progre’ y muy socialista. Iban a cambiar el mundo y Sevilla, pero Sevilla y el mundo los cambió a ellos. Al final el valido no era más que un ‘rancio’ reprimido.