Cuatro días después del tercer batacazo olímpico consecutivo de Madrid y cuando en la capital aún no se ha adoptado una decisión sobre su más que probable retirada, Zoido descartaba que Sevilla pueda tomar el relevo. Ha argumentado, con buen criterio, que la prioridad ahora es equilibrar las cuentas del Ayuntamiento.
Como se recordará, tras también tres intentos fallidos (para 2004, 2008 y 2012) y ser derrotada en el seno del COE por Madrid, el Consistorio sevillano mantiene vigente el acuerdo de no volver a optar a unos Juegos hasta que Madrid disfrutara al menos de las mismas oportunidades (tres) o arrojara la toalla.
El fiasco madrileño ha tenido tal repercusión nacional, por exceso de optimismo y pensando que a la tercera ya tocaba (Barcelona lo intentó cinco veces: 1924, 1936, 1940, 1972 y 1992), que no parece probable que la opinión pública respalde otra aventura olímpica, sea de quien sea, imposible además sin el apoyo del Gobierno aunque formalmente sean las ciudades y no las naciones las candidatas. Y porque las condiciones socioeconómicas, con nuestro gigantesco déficit público y un paro frisando el 30%, son factores tan negativos como disuasorios.
LA ‘VENTANA’ DE OPORTUNIDAD
Independientemente de ello, sería absurdo que Sevilla se postulara para 2024 cuando, en virtud de la regla no escrita de la rotación continental, teóricamente volvería a tocarle el turno a Europa. Los rivales en el horizonte y que ya han expresado su intención de aspirar a esos Juegos son demasiado potentes como para soñar siquiera con hacerles sombra: París, ciudad natal del barón de Coubertin y que quiere conmemorar el centenario de su edición de 1924; Berlín, como exponente del renacimiento y poderío económico de la nueva Alemania que impone su ley en la UE, y Roma, que aún tiene clavada la espina de su última renuncia.
Con el creciente peso de ciudades y países emergentes de Asia e Iberoamérica y estando aún pendiente la asignatura de África, la posterior ‘ventana’ de oportunidad, por decirlo en términos espaciales, no se abriría para Europa hasta 2036 ó 2040. Dado que la ciudad sede se elige siete años antes, una hipotética cuarta candidatura de Sevilla, suponiendo que Madrid no se volviera a cruzar en el camino, no debería presentarse hasta 2029 ó 2031, dentro, en el caso más temprano, de dieciséis años y para un evento que se celebraría casi medio siglo después (entre 44 y 48 años) que la Expo-92. Un tiempo muy prudencial.
LA CARRERA OLÍMPICA
Hay quienes sostienen que el solo hecho de figurar o permanecer en la carrera olímpica ya reporta beneficios a los aspirantes y permite acumular puntos ante el COI llegado el momento decisivo. Sería el caso de Estambul, que ya compitió con Sevilla en Lausana en 1997 por los Juegos de 2004 y que de ser tumbada a las primeras de cambio en las convocatorias posteriores ha acabado de finalista con Tokio tras superar a Madrid.
Esta era la tesis de Rojas Marcos y del PA antes de desaparecer de la arena política. También Enrique Moreno de la Cova, director de la primera Oficina Olímpica hispalense, abundó recientemente en la radio en la idea de que gracias a aquella candidatura inicial se concedieron a Sevilla y Andalucía campeonatos internacionales de primer nivel que, sin ese estímulo y meta a largo plazo, no han vuelto por nuestros lares.
El problema radica en que mantenerse en la pugna olímpica no es gratis precisamente. Además, en caso de derrota, hay que renovar ideas y proyectos, contar con un equipo profesionalizado de primera línea, multiplicar los viajes para hacer ‘lobby’ y captar votos (todos en el extranjero), invitar aquí a jerarcas deportivos, etcétera.
PATROCINIOS PRIVADOS
Barcelona, que obtuvo los Juegos de 1992 el 17 de octubre de 1986, contaba ya por entonces con aportaciones privadas del empresariado catalán por valor de 1.000 millones de pesetas para financiar su Oficina Olímpica, equivalentes hoy a 18 millones de euros. Las cifras de Madrid son similares: ha contado con el patrocinio de 39 empresas, las cuales han aportado 16,56 millones de euros en efectivo y 1,70 en especie. En total, 18,26 millones. Madrid 2016 logró 20 millones de euros.
En contraste, y aunque por razones obvias nunca se revelaron los datos, Sevilla 2004 no habría logrado captar ni 2 millones de euros. El ejemplo más reciente de la predisposición del empresariado sevillano al mecenazgo deportivo lo tenemos en la Copa Davis: aun metiendo en el mismo saco a Tussam, Zoido sólo consiguió recaudar 1.145.000 euros en patrocinios. Como para aspirar a montar una Oficina Olímpica equiparable a las de Barcelona y Madrid.
OPERACIÓN ‘RENOVE’
Aunque hay opiniones a favor y en contra, la mayoría de los estudios coinciden en señalar que los Juegos Olímpicos sólo son rentables cuando se celebran en países en vías de desarrollo que necesiten un pretexto para acometer grandes inversiones públicas. Andalucía y Sevilla dan aún ese perfil. Una candidatura para 2036 ó 2040 podría ser otra magnífica excusa para, como ocurrió para la Expo, dotar a Sevilla de las infraestructuras adecuadas para la segunda mitad de la centuria.¡Si sólo tenemos unos pocos kilómetros de Metro!
Actualizando el IPC, con motivo de la Muestra Universal se invirtieron en Andalucía el equivalente a 8.383 millones de euros; en Sevilla y su corona, 2.652 millones, y en la Cartuja (sólo la Sociedad Estatal, sin los países y empresas), 1.250 millones. El presupuesto de Madrid para los Juegos era de 4.012 millones de euros, casi lo mismo que lo invertido sólo en Sevilla en el 92. Los Juegos Olímpicos, pues, podrían equivaler a otra Expo medio siglo después.