El (sin) alcalde, que en su día decía que iba a meter en cintura a los que no la doblan y que hizo un estudio sobre el absentismo municipal pero al que, como preconizaba Joaquín Costa para el sepulcro del Cid, acabó echándole siete llaves, está tan poco escandalizado por el dirigente socialista que lleva dos años cobrando del Consistorio sin aparecer por su trabajo, que ni se ha preocupado de cerrarle el grifo del dinero público que él teóricamente administra. El (sin), cuyo único afán es salir en las fotos para aparentar que no es el (sin), dice imaginar que se ha abierto una investigación de oficio. Conociendo el percal, hay que tener más imaginación que Julio Verne para imaginar que ‘a quien corresponda’, que debería ser él como máximo responsable del Ayuntamiento pero que como es el (sin) alcalde no lo hace, habría expedientado al vago de Bellavista para mandarlo a donde ya está: a su casa. Monteseirín dice que llegó al PSOE desde el cristianismo. Pues que aplique la segunda carta de San Pablo a los tesalonicenses: “El que no trabaje, que no coma”.
San Pablo
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