Torrijos trata de desactivar el efecto de la foto de su pantagruélica mariscada en Bruselas con la tesis de que “tanto si se pagó con dinero público como si no, no se puede criminalizar una actividad normal, propia de un representante público”. Sus palabras denotan su concepción de la política: lo normal es que los cargos públicos se coman mariscadas de mil euros a costa del contribuyente en cuanto que la factura, presuntamente, corría a cuenta de Mercasevilla, empresa municipal. ¿Habría encargado Torrijos una mariscada de mil euros si la hubiera tenido que pagar de su bolsillo? Probablemente, no. Lo que no habría hecho en su vida privada no tiene empacho de hacerlo en la vida pública. Y con la agravante de que dice representar al partido de la ‘famélica legión’ o/y ‘los esclavos sin pan’y a una empresa con 4 millones de euros de pérdidas, y en una situación (2008) de crisis que deja a 75.000 sevillanos en el paro. La foto de la mariscada es, en el fondo, un retrato moral de Torrijos, un político que ha perdido la credibilidad y su discurso de izquierda.
La mariscada
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