Gobernar es prever, una virtud que no caracteriza a nuestros gobernantes, como revelan las riadas que sufre Écija al escupir agua hacia la superficie el entubado arroyo Argamasilla al hallarse taponado por lodo, basura y ramaje su soterrado cauce. De todos es sabido que el otoño -y con esta estación la temporada de lluvias- empieza hacia el 21 de septiembre (este año, oficialmente ha sido el día 23). Para entonces debió haber estado limpio el Argamasilla, máxime tras sus desbordamientos de febrero y marzo. Pues bien, en línea con la imprevisión habitual, las labores de limpieza no se iniciaron hasta el 22 de septiembre, en el último minuto, como ocurre siempre en todos los órdenes de nuestra vida. ¿Ven cómo España nunca podrá ser igual que Alemania? Así no es de extrañar que el temporal del 7 de diciembre pillara a Fomento (¿o habrá que decir Folento?) de Construcciones y Contratas con el arroyo sin destaponar. Los políticos han aprendido que los fuegos se apagan en invierno. Ahora hace falta que aprendan que las inundaciones se previenen en verano.
Imprevisión
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