Como tengo memoria histórica, también tengo presente el caso de Demetrio Madrid. El primer presidente democrático de Castilla y León fue procesado por un asunto ajeno a su cargo, pese a lo cual, sin respetar su presunción de inocencia, fue empujado por sus adversarios a la dimisión y al ostracismo político y personal. Cuando años más tarde fue declarado inocente, no sirvió de nada y ni recuperó su cargo ni le compensaron por aquella injusticia. Han sido los propios políticos los que han pervertido la figura de la imputación hasta convertirla en el equivalente a una condena; y Torrijos uno de los más activos en esa línea al pedir en su día la expulsión de la vida pública de catorce políticos del PP imputados en otras tantas causas, sin esperar a ver si eran declarados culpables o inocentes. Ahora, cuando el imputado es él, no dimite, sino que, por seguir con la memoria histórica, hace suya la muletilla del humorista Felipito Takatún (Joe Rígoli) en la Transición: ‘Yo sigo’. Torrijos ha creado una variante de la caridad: la excepción comienza por uno mismo.
‘Yo sigo’
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