Cuentan las crónicas que el autohomenaje que Marchena le organizó en lo alto de las ‘setas’ a Monteseirín junto con los últimos de Filipinas (desde el delfín Celis hasta el hombre grande, que no al revés, Fran Fernández) del Régimen demolido por los sevillanos el 22-M se inició y acabó como el rosario de la aurora. El valido expulsó con cajas destempladas a la prensa que quería democratizar las vistas del ágape en el mausoleo alfrediano y la entrega del regalo de recuerdo (¿sería acaso el teletipo de Europa Press enmarcado?), y uno de la claque del (ex) lió una bronca con los indignados del 15-M que derivó en heridas a un camarero y forzó la intervención de los antidisturbios. Todo un numerito. Y mientras los miembros de su club de fans político daban la cara por él, o trataban de partírsela los desafectos del Régimen, el muy heroico e ‘invictus’ exalcalde hizo la jugada de baloncesto que siempre ha hecho a lo largo de su vida cada vez que olía a chamusquina: meterse en las ‘setas’ por la puerta de atrás. Osea, la misma por la que ha salido del Ayuntamiento.