¿Y qué ganamos los vecinos de Sevilla con que se reponga el solar de la biblioteca universitaria impulsada en el Prado de San Sebastián por Monteseirín y Marchena a su estado anterior? ¿Quién de las generaciones futuras guardará memoria de este triunfo judicial popular sobre la soberbia y las tropelías urbanísticas del Poder si el trozo amputado al jardín se repuebla de árboles y plantas y se funde con el resto del parque como si aquí no hubiera pasado nada de nada? Lo mejor no es que se recupere la zona verde tal como estaba, sino que se deje tal como está ahora, mutilada por efecto del contubernio entre Miguel Florencio y el exalcalde y con la biblioteca de catálogo de Zaha Hadid, que ni siquiera se dignó a venir a Sevilla, a medio construir, como un recordatorio permanente de la victoria del pueblo y advertencia a gobernantes futuros de hasta dónde conducen la chulería y la prepotencia. Frente a las ‘setas’ de la Encarnación, erigidas como hito triunfalista del Régimen, deben seguir alzándose su contrapunto, las ruinas de Palmira de la era Monteseirín.
No solo no vino, si no que copió el estudio-proyecto climático de otro de Barcelona, pregúntele a los arquitectos. Pero ya se sabe, la carcundia local se opone al progres de un cubo de cemento con chorros ingentes de aire acondicionado, cuando los especialistas te hablan claramente el atraso que supone un edificio con estos fines (por cierto, con más superficie para despachos que para lectura) en un panorama donde el uso bibliotecario universitario ya prioria otros soportes más que el papel. Los catetos son ellos y además interesados e ignorantes, porque todo es un chalaneo de permuta de terrenos entre instituciones locales prepotentes y descalificadas. Claro, que «juegan» literalmente con nuestro dinero, y mal, además.
La sentencia de reposición es justa, pero habría algún medio original de llegar a una posición intermedia: que quede la memoria de este escándalo en factura física de sus restos adaptados a usos lúdicos integrados en el jardín. El proyecto lo tiene a buen recaudo un joven estudiante de arquitectura. ¿No se les ha ocurido preguntar? Por favor, qué digo, PENSAR…