“Sevilla también ha ganado la Copa Davis”, escribió Zoido en Twitter. Y tenía razón, porque a los beneficios intangibles de ligar la marca Sevilla a un gran evento deportivo visto por 2.000 millones de personas en Tv se une el negocio generado por los miles de visitantes llegados al reclamo del tenis y que se vuelven a sus puntos de origen como embajadores turísticos de la ciudad. Porque quien viene, repite más tarde o más temprano. Frente a la actitud cicatera de la Junta –hasta Griñán tuvo que contradecirse a sí mismo sobre sus compromisos previos y supuestamente ineludibles para rectificar su inicial ausencia junto al Rey-, Zoido comprendió desde primera hora que el deporte de alta competición es ya mucho más que deporte: un espectáculo movilizador de masas y, por tanto, de dinero. Si, según la doctrina acuñada por Marchena en la era Monteseirín, un alcalde es el máximo responsable -para bien o para mal- de cuanto acaece en una ciudad, no sólo Sevilla, sino también Zoido ha ganado la Copa Davis. “Entró, entró”, que habría dicho el clásico Juan José Castillo.
La Davis de Zoido
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