A Juan Ignacio Zoido, pese a haber tenido la agudeza visual del ojo de halcón para traerse hasta el estadio de la Cartuja de Sevilla la final de la Copa Davis, se le van las mejores. Sabido es que en esta competición tenística el país organizador monta la pista más conveniente a sus intereses, ya sea de tierra batida, yerba, cemento, superficie sintética ultrarrápida o ultralenta. Más de una vez se han fabricado en horas veinticuatro, como las obras teatrales de Lope de Vega, pistas ex profeso lo más adversas posibles para las condiciones del rival, como nos hizo una vez en una eliminatoria la Alemania de Boris Becker. Sabían que nuestros tenistas eran mejores en tierra y construyeron un antídoto, cuando aquéllos no disputaban los torneos en todo tipo de superficies como ahora: una cancha rápida. Y, claro, perdimos la eliminatoria. Zoido no ha caído en la cuenta de un pequeño pero a la vez significativo detalle: el color de la pista. Sigue siendo el mismo de siempre, con las connotaciones simbólicas que ello implica, cuando la tierra batida de la Caja Mágica de Madrid ya es desde el jueves azul, para mejorar la visibilidad de la bola y facilitar el seguimiento del juego a los espectadores. Un cambio cromático bendecido por la ATP y la WTA y hasta por Manuel Santana, Ion Tiriac y Carlos Moyá, que se retrataron sobre ella. Zoido ha perdido otra oportunidad de ser en tenis como en la política en Sevilla: el pionero de la marea azul.
Creo que la realidad de la tierra azul. Puede llegar a ser otra. ya que la empresa que actualmente esta instalando la pista para el open. Esta denunciada por saltarse toda la legislación vigente en materia de propiedad industrial. esta tierra no esta homologada ni certificada y aunque aparentemente pueda ser similar a la roja … posiblemente no cumpla con los requisitos de seguridad y biocompatibilidad que garantiecen un buen juego y las condiciones optimas de juego de los jugadores.