Espadas, cogido entre los dos fuegos de la desastrosa gestión de Monteseirín y su necesidad de desmarcarse de él sin renegarlo, nunca pierde la oportunidad de perder la oportunidad, como Arafat. En este caso, de permanecer más callado que el mudo de Triana. Porque aun compartiendo su tesis de la inoportunidad –otra cosa es la interesada manipulación política que cada partido hace de la cuestión- de que el alcalde se disperse ya más de la cuenta aspirando también a seguir como diputado en el Parlamento andaluz, justamente es el líder de la Oposición municipal la persona menos indicada para reprochárselo. Espadas arguye que la Alcaldía de Sevilla merece una dedicación plena como para que Zoido sea el cabeza de lista del PP en las autonómicas del 25-M. Mutatis mutandi, ese argumento puede aplicárselo a sí mismo: el Ayuntamiento de Sevilla es demasiado importante como para que él siga entretenido como senador durante parte de su tiempo con idas y venidas a Madrid. Ésta es, pues, la paradoja de Espadas: el pluriempleado político es el que tira la primera piedra.
Paradoja
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