Cuentan las crónicas que la primera procesión del Corpus en que participó Zoido fue un triunfal paseo en loor de multitudes, en el cual acabó aplaudido, vitoreado, aclamado, besado, abrazado y estrujado en medio del fervor popular, hasta el punto de que derramó lágrimas de emoción. Vamos, como si en vez de un político hubiera sido una estrella de rock. Algo sin precedentes en nuestra joven Democracia. Hoy es el segundo Corpus de Zoido y, por tanto, una gran ocasión para medir el grado de apoyo o de desgaste que suscita en la calle al cabo de un año de mandato. ¿Habrá claque movilizada por los ‘fontaneros’ de la Plaza Nueva para estimular artificialmente las adhesiones inquebrantables al primer edil o bien las reacciones de la masa serán espontáneas y no inducidas por palmero alguno? ¿Sonarán silbidos entre los aplausos o éstos eclipsarán a aquéllos en número y volumen? Nunca tuvo mayor interés político un acto religioso como esta procesión del Corpus, convertida en un singular barómetro para comprobar el grado de popularidad de Zoido tras 365 días como alcalde.
Barómetro
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