El escándalo del Prado

La arquitecta angloiraquí Zaha Hadid ha tachado de “escándalo” la orden de derribo decretada por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, conforme a sus sentencias previas ratificadas por el Tribunal Supremo, de demoler la biblioteca (o más bien el esqueleto levantado hasta la fecha) diseñada por ella sobre los jardines del Prado de San Sebastián. La estrella del ‘establishment’ de la arquitectura internacional a raíz de ser distinguida con el premio Pritzker (considerado como el Nobel de su profesión) ha hecho sus declaraciones en Madrid, adonde ha viajado para inaugurar en la galería Ivorypress la exposición ‘Zaha Hadid Beyond Bo undaries. Art and Design’.

Dice la arquitecta nacida en Bagdad y afincada en Londres: “No conozco los detalles. Quizás alguien cometió un error. No tengo idea de la historia completa, pero en estas circunstancias, cuando España está pasando por serios problemas financieros, demoler un edificio que ya se está construyendo cuesta dinero y es, simplemente, inaceptable”. Y añade: “Es una locura; es una pena; es un proyecto maravilloso. No es una casa privada, es un edificio público, bueno para los estudiantes. Tenía todos los permisos de edificación”.

 

Este proyecto que ella misma califica de “maravilloso” es obra de su oficina, con arquitectos auxiliares a su servicio como es típico en los grandes estudios internacionales; no es un proyecto singular ni específico para Sevilla, sino de su catálogo previo, con variantes a partir de un diseño primigenio y luego trasplantado a cualquier sitio con mentalidad cateta que crea que por comprar un trabajo firmado por un/una arquitecto/a estrella ya ha entrado de golpe en la vanguardia y en la modernidad. Al igual que el arquitecto argentino César Pelli le ha vendido a Cajasol una mera variante del rascacielos que previamente le ha construido a Iberdrola en Bilbao, Zaha Hadid, o más bien su estudio, le ha trasplantado a Sevilla una copia de uno de sus diseños para Alemania, como las ‘setas’ de Jürgen Mayer en la Encarnación recuerdan inevitablemente la cubierta de una gasolinera de Hamburgo. Arquitectura internacional comodín valedera para cualquier parte al margen de su historia e idiosincrasia.

Ese es, pues, el primer escándalo: comprar supuesta modernidad arquitectónica a golpe de talonario, independientemente de si encaja o no encaja en su contexto, porque lo más importante no es la ciudad donde debe incardinarse, sino el objeto arquitectónico mismo, en línea con el programa iconográfico ideado por Monteseirín para dejar su huella para la eternidad ‘resolviendo’ los espacios vacíos de la ciudad, como la Encarnación, con las ‘setas’, y el Prado, con la biblioteca universitaria.

INSEGURIDAD JURIDICA

Es comprensible, por otra parte, que a Zaha Hadid no le quepa en la cabeza que se pueda demoler una obra que tenía todos los permisos de edificación. Es la misma queja de tantos miles de extranjeros que han comprado una vivienda en España con licencia de obra municipal y que luego los tribunales han declarado ilegales por hallarse situadas sobre una zona rústica, inundable o afectada por la Ley de Costas.

Para un extranjero es, sencillamente, inconcebible que una Administración Pública u órgano oficial pueda incurrir en un acto ilegal. Pero el nuestro es un país diferente como rezaba el lema turístico, y justamente por su inseguridad jurídica (ya sea en urbanismo como en energía o fiscalidad), que la coloca a la altura de una república bananera, hoy la ‘marca’ España está por los suelos y nuestra prima de riesgo disparada en unos mercados internacionales a los que no inspiramos confianza. Nada es casual.

Ya que, por su inhibición o exceso de ocupaciones, Zaha Hadid desconoce todos los detalles del escándalo del Prado con ‘su’ biblioteca, habría que explicarle que se le dio la licencia para construirla sobre una zona verde financiada hace veinte años por los contribuyentes de la Unión Europea, algo que sería inconcebible en un país avanzado de la UE que no fuera España, donde hasta ponen un policía a dirigir el tráfico cuando descubren que un nido de pájaros ha inutilizado un semáforo, en vez de interrumpir la nidificación de las aves para repararlo.

JARDINES MUTILADOS

Habría que explicarle a Zaha Hadid lo escandaloso de que su biblioteca hubiera obligado a suprimir decenas de árboles de los jardines, mutilados así para meter con calzador arquitectónico su proyecto con aires del pabellón de México en la Expo-92. El escándalo ha sido que se eliminara un buen trozo de los jardines del Prado cuando los vecinos, apoyados por otros colectivos del resto de la ciudad, señalaban que en el entorno de los cinco ‘campus’ de la Hispalense había terrenos libres, e incluso en el mismísimo Prado de San Sebastián, justamente en los solares de enfrente, sin que el Ayuntamiento dirigido por Monteseirín y la Hispalense se atuvieran a razones en su política de hechos consumados para desembocar, en su abuso de poder, en la situación por la que ahora se escandaliza la arquitecta: ya que hemos gastado 6 millones de euros o más en la obra, ¿cómo la vamos a demoler ahora?

Pues bien, este derribo simboliza el triunfo del Derecho sobre el Poder y de la razón de una causa refrendada por numerosas sentencias de los tribunales, que fueron desestimando uno tras otro los sucesivos recursos de la Universidad. Se ha cumplido en este caso la máxima de los romanos: ‘Hágasela Justicia aunque se hunda el mundo’.

OIDOS SORDOS

Habría que explicarle a Zaha Hadid que el escándalo radicó en que, pese a las reiteradas advertencias de los vecinos de defender, conforme a Derecho y al dinero de sus propios bolsillos frente a una Universidad soberbia que exigía fianzas millonarias para que no pudieran seguir adelante con el pleito, la zona verde vigente desde hacía veinte años, la Hispalense se lanzó segura de su victoria en todos los frentes a materializar el proyecto en plan Goliath que desprecia a David con su humilde honda. Hasta tal punto pecó de soberbia que le firmó al Ayuntamiento de Monteseirín y Marchena un documento por el que le exoneraba de cualquier responsabilidad por la concesión de la licencia urbanística y asumía plenamente las consecuencias de su actuación irreflexiva. Estos vecinos han defendido con sus escasos medios frente al gigante de la Administración (Ayuntamiento+Universidad) el interés general por la preservación de un equipamiento que, como han ratificado los tribunales, era esencial y que derivaba de un ejido comunal durante siglos.

No es lo mismo construir una biblioteca ex-novo sobre un suelo baldío y rodearla de jardines que sacrificar parte de unos jardines consolidados desde hacía veinte años y sus árboles para levantar una biblioteca que podría haberse alzado sin problemas justo enfrente y cuyo sentido hasta cabe cuestionar en esta era de Internet, cuando ya es posible subir los libros a la ‘nube’ de la Red para que tanto estudiantes como cualquier ciudadano puedan descargárselos directamente a su ordenador sin necesidad de desplazarse, perder tiempo, gastar dinero en viajes y / o hacer cola para coger sitio en una mesa física.

El escándalo, pues, radica en que Zaha Hadid ignore todos estos extremos y en que los responsabes de este quebranto para las arcas públicas y del desprestigio para la Universidad se hayan ido de rositas. Será Sevilla quien pague este doble error: el de la construcción primero y (el coste) de la demolición después.

El escándalo del Prado

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