El debate abierto por Chaves con su frase “si un director general quiere robar, roba”, en relación con los ERE, nos retrotrae a la preExpo y la tensión entre Pellón y Olivencia. El comisario, catedrático de Derecho, era denostado por su excesivo rigor reglamentista y celo con las contrataciones, que incluían su supervisión por una Auditoría Interna, amén de la Externa ‘a posteriori’, mientras que para Pellón lo importante era hacer las obras aun saltándose los procedimientos, para llegar al día inaugural. Olivencia, pues, creó las condiciones para que quien quisiera robar lo tuviera lo más difícil posible y si aun así robaba, pudiera ser identificado durante o después del robo. Por éso no se le recuerdan escándalos en sus años de comisario, frente a lo que relució después, cuando ya él no estaba y se habían anulado o relajado los controles. Nixon dijo que dimitía no por haber dado la orden de espiar en el Watergate, sino por haber permitido que se dieran las condiciones para aquel espionaje. Los EREs son el Watergate de Chaves: él, con su descontrol, los propició.