Cerámica maldita

Definitivamente, el Ayuntamiento gobernado por Zoido tiene gafe para la cerámica, a la luz de los acontecimientos ocurridos durante su mandato con todo lo relacionado con un azulejo, un mural o un plato, como de nuevo ha vuelto a ponerse de manifiesto en los últimos días al descubrirse la gran cantidad de erratas, faltas de ortografía y nombres geográficos incorrectos en el mural sobre la cuenca del Guadalquivir instalado en el muelle de Nueva York y el anuncio de un nuevo retraso en la inauguración del Centro Cerámico Triana.

El museo sobre la cerámica sevillana, cuyos principales alfares se ubicaron históricamente en el antiguo arrabal, es un proyecto inserto en el Plan Turístico de la ciudad, uno de los pocos ámbitos, por no decir el único, donde el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía han sido capaces de hallar un espacio de cooperación en vez de confrontación, quizás por la participación en el mismo de la Confederación de Empresarios como tercer socio. La Junta financia las actuaciones al 60% y el Consistorio en el 40% restante. El eje articulador del mismo es la revalorización del entorno del río: muelle de Nueva York, centro de recepción de visitantes en los bajos del Paseo Alcalde Marqués del Contadero, pantalanes en la dársena…..

NUEVO RETRASO

El denominado Centro Cerámico Triana se iba a inaugurar, ya por entonces con un retraso acumulado de un año conforme a las previsiones, en el verano de 2012, al completarse el primer ejercicio de Zoido como alcalde. Desde entonces ha pasado año y medio y se han aventurado otras posibles fechas para la apertura, anuncios todos incumplidos; la semana pasada, tras la visita a las instalaciones en la antigua fábrica de Cerámica Santa Ana del consejero de Turismo, Rafael Rodríguez; de la delegada municipal de Cultura, Mar Sánchez Estrella, y del presidente de la Comisión de Turismo de la CES, Pedro Sánchez Cuerda, se ha retrasado un mes más la apertura de unas instalaciones que han costado hasta la fecha 4,2 millones de euros y que la ciudad lleva ya casi dos años sin rentabilizar.

El nuevo pretexto oficial es que los técnicos municipales necesitan más tiempo para restaurar piezas procedentes del museo de Artes y Costumbres Populares y del convento de Santa Clara que el Ayuntamiento quiere exponer al público junto a piezas cedidas por la Junta de Andalucía, el Gobierno y el ceramófilo Vicente Carranza, un gran mecenas que ya donó la colección que se exhibe en los cuartos altos del Alcázar pero que ahora se siente tan dolido por el trato recibido de la actual corporación que anunció la práctica ruptura de relaciones con el Consistorio y su ausencia en la inauguración del museo trianero.

SITUACIONES INSÓLITAS

Las tribulaciones de Vicente Carranza con Sevilla son similares a las que sufre otro mecenas cultural, Mariano Bellver, en su intento de años de donar su colección de pintura, para la que la ciudad de numerosos inmuebles históricos vacíos no halla un sitio adecuado, algo que parece increíble y que parece sólo puede ocurrir en una urbe como la nuestra.

Uno de los más importantes, por no decir el principal, coleccionistas de cerámica de España logró, tras años y años de espera y numerosas promesas incumplidas e intrigas hasta de película (hubo que organizar un viaje relámpago en AVE a Córdoba, como terreno neutral, para sofocar uno de tantos escándalos al respecto en la era Monteseirín) que por fin, y en nombre de su fallecido hijo, el Ayuntamiento anterior aceptara la donación de los fondos sevillanos de su gran colección de cerámica, acumulada a lo largo de su vida (es un hombre casi nonagenario).

BOICOT

Pero hasta el último minuto fue la ciudad cicatera con tan valioso legado, ya que las cuatro salas del Alcázar prometidas para albergarlo y exhibirlo de forma permanente fueron reducidas a tres  por el boicot del entonces alcaide del Alcázar, Rodríguez Galindo, a la palabra dada por Monteseirín. Mientras que la cuarta estancia ha quedado sin un uso mejor y Zoido tampoco ha cumplido su promesa de abrirla cuando llegara a la Alcaldía, se trató de contentar al mecenas con otra promesa: que parte de los fondos que allí supuestamente no cabían se mostrarían en el futuro museo de la cerámica de Triana.

Vicente Carranza, por amor a Sevilla pese a su nascencia manchega y fidelidad a la memoria de su hijo, volvió a confiar en los políticos y en que unas 70 piezas de su colección serían contempladas por los visitantes en el Centro Cerámico Triana.

Sin embargo, en otro cambio de criterio municipal sobre la marcha, de aquellas 70 piezas excepcionales sólo se van a exponer 21. La gota que ha colmado el vaso de la paciencia del mecenas artístico es que el Ayuntamiento ha ignorado tres valiosas piezas de sus fondos, como la decena de paneles cerámicos de un metro cuadrado del siglo XVI, para exhibir en su lugar productos de la fábrica de Pickman, que a su juicio de experto ni son tan valiosas ni guardan vinculación con Triana.

MONTAÑO AL RESCATE

Vicente Carranza, pues, se siente preterido y humillado por la Delegación municipal de Cultura pese a haber legado a la ciudad unos fondos de valor incalculable, una circunstancia que no ha pasado inadvertida para la oposición municipal. Paradójicamente, la antecesora de Mar Sánchez Estrella como delegada de Cultura, Maribel Montaño, ha retomado las relaciones con el gran mecenas, pese a los desencuentros de antaño, y podría ser la persona clave para lograr la presencia de un coleccionista que se disputarían otras ciudades de España en la inauguración del museo trianero y que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz tenga con él algún gesto de reconocimiento y especial gratitud. Susana no sólo haría honor a sus orígenes y vecindad en Triana, donde se alza el museo, sino también saldría al quite para paliar la falta de tacto del Ayuntamiento.

Al menosprecio de la figura del gran mecenas ceramófilo ha unido el Ayuntamiento, en este caso de forma compartida con la Junta de Andalucía en cuanto signatarios los dos del Plan Turístico, la falta de supervisión del gran mosaico de cerámica (20 x 6,4 metros de azulejos) sobre la cuenca del Guadalquivir montado sobre el suelo del muelle de Nueva York e inaugurado a finales de 2013 tras un gasto de 51.000 euros. Ni los técnicos municipales ni los autonómicos, sino ciudadanos anónimos y la asociación Sevillasemueve, se percataron de la gran cantidad de errores de todo tipo contenidos en un mosaico destinado a resaltar ante nativos y turistas la vinculación de Sevilla con el río que vertebra Andalucía.

UN ERROR TRAS OTRO

Causa rubor ver en el mosaico términos como Dos Hernanas, Pílas, Guadaimar, Bembezar, Coria del Rio (sin acento al igual que Benacazon) y Canal del Valle Inferior del Bajo Guadalquivir (unidos dos en uno), máxime cuando en su día se concibió con una proclamada finalidad ‘didáctica’.

A ese descubrimiento de los defectos del mosaico hay que unir días antes la demolición sin previo aviso y para indignación de los vecinos por parte del Ayuntamiento del mural de cerámica sito a la entrada de la urbanización de Santa Clara y que desde hacía más de 60 años constituía el símbolo con el que se identificaban los residentes.

Y todavía resuenan los ecos de la polémica por el intento, frustrado gracias a la oposición de numerosos colectivos de ciudadanos, del Consistorio de alicatar con azulejos, fabricados para colmo en Valencia, la zapata de Triana con un mural indicativo de la existencia del arrabal, como si precisara de un mosaico de gran tamaño ( 3,5 x 12 metros) que adultera la imagen típica del Altozano para situar esa histórica collación.

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