La Junta de Andalucía declara Bien de Interés Cultural el yacimiento arqueológico Cerro Macareno, en La Rinconada

Permite el conocimiento de toda la secuencia protohistórica del Guadalquivir inferior

La Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía ha acordado inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Zona Arqueológica, el yacimiento denominado Cerro Macareno, en el término municipal de La Rinconada (Sevilla). El Cerro Macareno se configura como un enclave con un enorme valor científico y cultural, pues suministra una guía excelente para el conocimiento de toda la secuencia cultural protohistórica del Guadalquivir inferior. El yacimiento arqueológico corresponde a un tell –elevación artificial del terreno, fruto de la superposición de depósitos y construcciones generados por la ocupación humana– que conserva los restos de un asentamiento del I milenio a.C., donde se ubicó una ciudad de época tartésica y turdetana, excediendo su tamaño original la media de las superficies constatadas para otros enclaves coetáneos del Guadalquivir inferior.

El Cerro Macareno se dispone sobre una zona de terrazas del río Guadalquivir, quedando sus flancos oeste y norte delimitados por el arroyo Almonázar. Corresponde a una elevación artificial del terreno–un tell–fruto de la superposición de depósitos y construcciones generados por la ocupación humana del lugar desde el I milenio a.C.

Este asentamiento cuenta con una secuencia estratigráfica que abarca desde el siglo VIII al II-I a.C. No obstante, algunos materiales arqueológicos de superficie y otros hallazgos casuales podrían indicar una duración del hábitat algo más prolongada en algunos de sus sectores, o al menos una frecuentación del sitio en época romana imperial. Desde su fundación a comienzos de la fase tartésica, el Cerro Macareno pudo contar con la presencia de una doble población, la local y la fenicia, pues sus rasgos arqueológicos muestran ese doble componente cultural. En este sentido las excavaciones realizadas en el espacio han mostrado una gran acumulación de hábitats superpuestos corroborando la complejidad y riqueza del asentamiento.

Del yacimiento se desconoce su nombre antiguo, sobre todo porque no parece que subsistiera en el momento en que se redactaron los informes geográficos e históricos de época romana. Esta circunstancia se cumple también, y por las mismas razones, en la ciudad que se ubicó hasta el siglo V a.C. en el Cerro de la Cabeza de Santiponce y en el santuario emplazado en El Carambolo. En cambio, sí permanecieron hasta época romana enclaves en Alcalá del Río, Sevilla, San Juan de Aznalfarache o Coria del Río, entre otras urbes. De ahí que sepamos sus antiguos topónimos: Ilipa, Spal, Osset y Caura. En una zona próxima también se localizaría Carmo (Carmona), de la que se ha sugerido en otros estudios que habría ejercido como capital de la zona, teniendo varias poblaciones subsidiarias, entre las cuales se encontraría la establecida en el Cerro Macareno.

Situación del Cerro Macareno (en el ángulo inferior izquierdo) respecto del núcleo de población de San José de La Rinconada

Por ese motivo, su puerto fluvial podría haber sido utilizado también por Carmo. Un desalojo repentino del sector excavado en el sureste del cabezo, datado a fines del siglo III a.C., sugiere la implicación del lugar en la batalla de Ilipa, episodio bélico de la Segunda Guerra Púnica. Las razones de su ocaso, relacionadas íntimamente con el Guadalquivir y con los cambios de su cauce, demuestran la dependencia de la población de las posibilidades económicas que ofrecía el río. Este hecho puede convertir al Macareno en un ejemplo singular para el análisis de unos patrones habitacionales aplicables a otros muchos enclaves ribereños.

COMERCIO INTERNACIONAL

A partir del análisis y valoración de sus materiales arqueológicos, el yacimiento ha contribuido a ordenar muchos otros hallazgos del sur hispano, posibilitando el estudio con detalle, hasta entonces nunca logrado, del comercio internacional, especialmente con el mundo fenicio-púnico. Las bases de conocimiento que aportaron las actuaciones de los años setenta en el asentamiento se han renovado y ampliado con los datos obtenidos en las investigaciones de otros enclaves, pero también con la revisión de la vieja documentación del propio Cerro Macareno desde nuevas perspectivas de estudio.

Los dos sectores que hoy día se conservan del yacimiento y su área circundante suponen espacios donde emprender futuras investigaciones que permitan seguir avanzando en el conocimiento de esta ciudad ribereña de la ría bética. Su arquitectura, en gran parte elaborada con tierra en forma de tapial y/o de adobes, permitirá profundizar en la conservación de estos materiales, que son también los empleados para los revestimientos de los edificios y para los suelos. Por otra parte, las características actuales del yacimiento, conservado sin un hábitat actual superpuesto, a diferencia de otros enclaves de la comarca, permitirán estudiar en profundidad la arquitectura protohistórica, todo un milenio de tradiciones edilicias en Andalucía occidental.

La presencia de un paleomeandro junto a la ciudad supone unas inmensas posibilidades para el desarrollo disciplinar de la geoarqueología, ciencia hoy indispensable para el análisis de la evolución de los cauces fluviales usados por las comunidades humanas en todo el mundo.

Vista del Cerro Macareno

En la actualidad el enclave está formado por dos montículos que son el resultado de la destrucción parcial del cabezo por su explotación como cantera de áridos en el siglo XX. De estos dos sectores, el oriental tiene forma cuadrangular, una superficie de 11.855,7 m² y una altura sobre el entorno inmediato de 9,80 m. Este sector del Macareno es el que ha aportado una información más completa sobre el marco cronológico del asentamiento antiguo. La secuencia estratigráfica documentada en esta zona muestra una ocupación del lugar durante toda la Edad del Hierro. Por su parte, la elevación occidental, con forma de pentágono irregular, mide 9.275,6 m² y tiene una altura máxima de 7,70 m y se corresponde con un área en la que los trabajos de la cantera habrían desmontado la parte superior de la estratigrafía. Las investigaciones arqueológicas realizadas en este sector han detectado básicamente niveles de la segunda Edad del Hierro.

En cuanto a la topografía y superficie del yacimiento, distintos tipos de documentos gráficos aportan información sobre el lugar antes de comenzar los desmontes de la cantera. Sería el caso, por ejemplo, de dos litografías de 1861 que pertenecen a una serie de dibujos de L. Mariani que recogen distintas vistas del recorrido del ferrocarril de Sevilla a Córdoba. Ya en el siglo XX, la cartografía militar de 1918 recoge dentro del término municipal de La Rinconada el curso del arroyo Almonázar y la Hacienda Los Solares, próxima al yacimiento, en un paisaje de olivos.

Por su parte, la planimetría catastral realizada a mediados de los años cuarenta sitúa parte de la citada hacienda con sus caminos de labor y en la zona más septentrional de la propiedad el arroyo Almonázar y el topónimo «Cerro Macarena». Con ello se indica la presencia del cabezo, aunque no llega a dibujarse. Se reconocen con detalle la topografía y la entidad del promontorio en un fotograma del vuelo americano de 1956. Una toma cenital de la zona permite identificarlo como una elevación de paredes escarpadas junto al arroyo Almonázar. El cerro tenía entonces su corona plantada de olivos y destacaba entre las tierras llanas de labor del entorno. Finalmente, en algunas imágenes tomadas desde satélite en fechas recientes aparecen las dos elevaciones actuales en las que ha quedado seccionado el cerro, pero también las huellas de las otras zonas hoy desmontadas del cabezo. Estas fotografías modernas, especialmente la del vuelo de 1956, permiten reconstruir el contorno del tell antes de su destrucción, así como estimarle una superficie de 97.027,9 m².

CANTERA DE ÁRIDOS

La valoración patrimonial del lugar se produce a principios de la década de los años setenta del siglo XX. En aquellas fechas el sitio se explotaba como cantera de áridos. En este contexto de afección se descubrió el valor arqueológico del espacio; con posterioridad se llevó a cabo un primer trabajo de campo consistente en una prospección realizada por A. Cuenca Anaya en 1971. Asimismo, en esta época se emprendieron acciones legales para su salvaguarda y estudio. En este sentido, a finales de 1973 se aprobó un decreto que declaraba de utilidad pública, a efectos de expropiación forzosa, numerosos yacimientos del Bajo Guadalquivir considerados fundamentales para el conocimiento de Tartesos. Entre ellos se encontraba el Cerro Macareno, pero también El Carambolo (Camas), el Cerro de San Juan (Coria del Río) o el Cortijo de Ébora (Sanlúcar de Barrameda).

Dentro de los primeros tiempos de aproximación al estudio del enclave se encuentra un trabajo de C. Fernández Chicarro que daba a conocer dos piezas procedentes del lugar adquiridas por el Museo Arqueológico de Sevilla en 1973. La primera de ellas, considerada de época prehistórica, de pequeño tamaño, hecha en barro cocido, con forma de ladrillo y presenta en una de sus caras principales trazos incisos insertos en un rectángulo. Estas incisiones se han explicado como motivos decorativos o quizás como algún epígrafe. La pieza había aparecido a siete metros de profundidad. La otra consiste en un fragmento de una pierna de bronce atribuida a una escultura ecuestre de un emperador. Se fechaba en el siglo II d. C. y, según refería la autora de la publicación, se habría encontrado a metro y medio de profundidad aproximadamente, dentro del nivel romano del asentamiento. Por su parte, M. Ponsich incluyó al Cerro Macareno en su trabajo sobre el poblamiento rural antiguo en el valle del Guadalquivir. Se clasificaba como un sitio con ocupación en época prerromana y romana, según indicarían los diversos tipos de cerámica y los restos de hornos documentados. Asimismo, la obra señalaba el interés de la estratigrafía del yacimiento.

Algunos hallazgos arqueológicos

No obstante, el avance de los trabajos de extracción de áridos llevó a que en 1974 la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas tratara de resolver la situación. Por un acuerdo con los propietarios de los terrenos, se decidió donar al Estado el montículo oriental. Por su parte, el occidental seguiría en explotación, pero primero tendría que ser objeto de una excavación arqueológica que documentara la secuencia estratigráfica conservada en esta zona del yacimiento que tenía desmanteladas sus cotas superiores. Esas actuaciones, aunque no se llegó a agotar la estratigrafía, permitieron conocer una parte del asentamiento ocupada por un complejo alfarero de los siglos V y IV a.C. del que se documentaron las bases de tres hornos.

Asimismo, en estos sondeos se localizaron construcciones de muros rectos con cimientos de cantos rodados y alzados de adobes. Algunas de las estancias excavadas tenían suelos de arcilla roja. En conjunto, la secuencia estudiada en esta parte se fechó entre los siglos V y III a.C. La campaña de excavaciones de 1974 también incluyó la limpieza de un perfil en el montículo oriental, un sector en el que los desmontes de la cantera no habían afectado a los niveles superiores. El interés de esta actuación estaba en comprobar si había correspondencia estratigráfica entre los dos cerros testigo. El frente analizado –de 3 m de ancho y 8 m de alto– se situó en la zona suroeste, alcanzó la tierra virgen y permitió hacer una primera valoración de la entidad y desarrollo cronológico del yacimiento. La secuencia estudiada se fechó entre el siglo VII y los siglos II-I a.C., según se desprendía del análisis de los materiales cerámicos. Asimismo, en esta lectura del talud del cerro se documentaron construcciones de adobe y de piedra.

La actividad en la cantera finalizó a mediados de 1975, sin que los trámites para expropiar el yacimiento concluyeran. En 1976 un equipo de la Universidad de Sevilla dirigido por M. Pellicer Catalán, realizó una excavación arqueológica en el montículo oriental. Se eligió esta zona por su potencia estratigráfica y por la horizontalidad de sus niveles. En la intervención se documentó una secuencia estratigráfica de 7,5 m de espesor en la que se registraron 26 niveles, que quedaron organizados en 9 estratos correspondientes a la ocupación del lugar entre mediados del siglo VIII y finales del siglo II o inicios del I a.C. A lo largo de esta secuencia se documentaron diversas fases constructivas que se interpretaron como pertenecientes a contextos de hábitat. Se trataba de restos de viviendas de muros rectos con paredes de adobes y pavimentos de guijarros o de tierra apisonada.

Dentro de los niveles de época turdetana se detectó un episodio de destrucción y reedificación fechado hacia el 400 a.C., que se vinculó con algún momento bélico relacionado con el mundo cartaginés; también un posible abandono súbito del lugar a finales del siglo III a.C., que se asoció con los efectos de la batalla de Ilipa en el 206 a.C. El Macareno se interpretó como un enclave portuario, cuya actividad cesó con la retirada de un meandro del río que pasaba junto al asentamiento. Perdida la razón de su existencia, el sitio se habría abandonado. El área ocupada por la población antigua se estimó entonces en unos 50.000 m².

Arqueólogos explican algunos de los hallazgos en el cerro

El gran aporte de esta intervención de 1976 es el establecimiento de una secuencia arqueológica que abarca toda la Edad del Hierro y que fija sus cronologías a partir de la presencia de determinadas formas y especies cerámicas, además de otros materiales, cuyos tipos y fechas eran bien conocidos a finales de los años 70 del siglo XX. Esto sucedía con la cerámica fenicia de barniz rojo presente en los estratos del Hierro Antiguo, con la ática de los contextos de época turdetana y con las piezas de procedencia itálica y las monedas de los estratos de inicios de la presencia romana en la Península Ibérica. Por un lado, estas bases cronológicas y el estudio de ciertas clases y formas cerámicas, como las ánforas, permitieron elaborar tipologías y periodizaciones que han servido de guía fundamental en la investigación sobre la Protohistoria andaluza. Por otro lado, la estratigrafía tan completa estudiada en la actuación de 1976 posicionó al Macareno entre los escasos sitios excavados hasta entonces en la Baja Andalucía que mostraba un proceso histórico de ocupación tan continuo y con tanto detalle a lo largo de toda la Protohistoria, ampliando en cantidad y calidad de información otras estratigrafías conocidas en el momento, por ejemplo la realizada en el barrio de San Blas de Carmona. Esto contribuyó a que desde entonces el yacimiento se convirtiera en referente obligado de consulta para los estudios sobre las fases tartesia y turdetana del suroeste hispano.

PROSPECCIÓN

Tras varias décadas sin realizarse trabajos de campo, en 2006 se llevó a cabo una prospección superficial dentro de un análisis de los sitios arqueológicos del término municipal de La Rinconada ubicados en sectores que el planeamiento urbanístico, entonces en redacción, clasificaría como Suelo Urbanizable. Como resultado de estos trabajos, se definieron distintos grados de protección y cautelas para el Cerro Macareno. Asimismo, se revisó su estado de conservación y se apuntaron algunos datos acerca de su cronología. En este sentido, se indicaba la presencia de material de construcción romano (caso de ladrillos y de tegulae) al sur de los dos cerros testigo actuales. Esta cuestión llevaría a replantearse la cronología final del enclave, que rebasaría la fecha de fines del siglo II o inicios del I a.C. propuesta en los años 70 del siglo pasado. No obstante, uno de los aspectos fundamentales que abordó el trabajo de 2006 fue el de la delimitación del asentamiento. Para ello se demarcó un área llamada Cerro Macareno que incluía los dos sectores conservados del asentamiento original.

Uno de los hallazgos más importantes ha sido el de los restos de un núcleo de viviendas de origen tartésico

Por su parte, la comparación de la fotografía aérea de 1956 con otras más recientes permitió reconstruir la extensión del cerro antes de comenzar su desmonte por la extracción de áridos. El trabajo de Jiménez Sancho denominó a esta otra superficie Cerro Macareno 1956. Por último, se delimitó un tercer sector alrededor del yacimiento primitivo, que correspondía a una zona con material arqueológico en superficie y que se referenció como Cerro Macareno II.

En la actualidad, la Universidad de Sevilla ha retomado la investigación del enclave con la formación de un grupo de especialistas dirigido por F. J. García Fernández. En 2017 se ha realizado una primera campaña de estudio que ha partido de un reconocimiento del sitio basado tanto en una prospección preliminar como en el examen de los taludes de los dos promontorios y de los puntos en los que se hicieron las excavaciones de los años setenta. A ello se ha unido la ejecución de levantamientos topográficos y de prospecciones geofísicas en las dos elevaciones. Asimismo, se ha procedido a la limpieza de diversos perfiles del promontorio oriental con el dibujo y la georreferenciación de las estructuras detectadas.

DELIMITACIÓN DEL BIEN

Se ha delimitado un área con una superficie de 9,7 ha que identifica al ámbito de afección de la inscripción como Bien de Interés Cultural de la Zona Arqueológica denominada Cerro Macareno. Esta área comprende las dos zonas en las que las intervenciones arqueológicas han documentado los restos de un asentamiento humano de época protohistórica, así como el espacio ocupado por el yacimiento antes de su desmonte por la explotación de áridos. La línea de delimitación reflejada en el plano adjunto define el contorno del sitio arqueológico, discurriendo por la zona del pie de ladera del tell correspondiente al asentamiento antiguo.

Vista del cerro en medio de la campiña

La protección del Bien de Interés Cultural Cerro Macareno se acompaña de la delimitación de un entorno con una superficie de 76,53 ha, destinado, por un lado, a promover la contemplación, apreciación y estudio del yacimiento arqueológico y, por otro, a evitar alteraciones que afecten a sus valores patrimoniales.

Según lo dispuesto en el artículo 30 de la citada Ley 14/2007, de 26 de noviembre, los instrumentos de planeamiento del municipio de La Rinconada deberán modificarse en el plazo de dos años para adecuarse a las disposiciones normativas que rigen la inscripción como Zona Arqueológica, Bien de Interés Cultural y entorno, del yacimiento denominado Cerro Macareno, objeto del presente decreto.

En el proceso de esa adecuación del planeamiento urbanístico municipal se redactará una normativa de protección específica para la Zona Arqueológica y entorno, en la que se regularán pormenorizadamente los criterios a los que deberán adaptarse las actuaciones consideradas autorizables por las presentes Instrucciones Particulares.

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