Cristina Hoyos pone en venta por 6 millones el Museo del Baile Flamenco al incumplirse las expectativas y hundirse el número de visitas. Su entorno se indigna por la polémica creada sobre si debe devolver el millón de euros recibido en subvenciones -es obvio, si se incumple el objetivo cultural que las justificaron-, califica el proyecto de “regalo” a la ciudad y lamenta que papá Estado y mamá Junta no acudan ahora como el Séptimo de Caballería en su rescate. Aplaudo a Cristina por su iniciativa en esta ciudad huérfana de ellas y por haber invertido varios millones de su bolsillo en el museo, que no puede ser tildado de regalo a Sevilla cuando cobra la entrada a 10 euros por barba, pero pasar de bailaora orgánica del PSOE -iba en la lista electoral de Monteseirín en las municipales- a empresaria implica también el riesgo de arruinarse. Volvamos la oración por pasiva: si el museo hubiera sido una mina de oro ¿acaso la bailaora habría compartido los beneficios con esas dadivosas Administraciones cuyo auxilio ahora se implora?
El riesgo define al empresario
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