El espejo de Zoido

A falta de 14 meses para las elecciones municipales, el PSOE parece en una situación muy difícil para revalidar la Alcaldía: Monteseirín es un cadáver político que quiere un cargo para dejar la Casa Grande; no se conoce el nombre del alcaldable, aunque se impone la idea de que sea un desconocido como Juan Espadas; y el partido se da de plazo hasta julio para designar el candidato. Entonces faltarán entre 10 y 11 meses para la cita con las urnas.

La pregunta del millón es si da tiempo para ‘fabricar’ un candidato ganador, con la dificultad añadida, en caso de que fuera Espadas, de su desconocimiento por los electores. La respuesta es afirmativa, y el mejor ejemplo lo tiene el PSOE justo en el PP. Es curioso comprobar la historia paralela de socialistas y populares respecto de la Alcaldía y cómo incluso el PP lo tuvo en su momento peor que el PSOE ahora.

Por estas fechas de 2006, los populares aún no habían despejado la incógnita de su alcaldable, aunque apareciera como candidato ‘in pectore’ el portavoz municipal, Raynaud. Hoy, el PSOE ya ha despejado al menos una de sus incógnitas: Monteseirín no se sucederá a sí mismo. Ha resuelto, pues, la mitad del problema. Sólo le queda la otra mitad: decidir su sustituto, aunque sea desconocido (Espadas ‘suena’ sólo al 9% del electorado).

UNA ENCRUCIJADA

Hagamos un viaje en el túnel del tiempo hasta la primavera de 2006.. Al igual que por entonces el PSOE, en un intento que habría vuelto a repetir ahora sin resultado aún  con Alfonso Guerra, el PP trataba de convencer también a una no tan vieja gloria, Soledad Becerril, para que aceptara volver desde el Senado a la lucha municipal y encabezara su lista. Los sondeos indicaban que Becerril aportaba un plus que no ofrecían otros posibles candidatos, dado que por su perfil y el buen recuerdo de su gestión era capaz de atraer el voto del elector moderado de centroizquierda y robarle sufragios al PSOE, por el   rechazo que siempre ha suscitado Monteseirín.

Javier Arenas primero y Mariano Rajoy después trataron de convencer a la antigua alcaldesa, pero al cabo de un tiempo de meditación su respuesta fue negativa. Como ella misma ha dicho años después, consideró que su tiempo para la política  municipal ya había pasado y que el partido debía buscar caras nuevas. Salvando las distancias (no es lo mismo sacrificar un alcalde que un portavoz municipal), Arenas se vio en la misma tesitura de Griñán: relevar como cabeza de cartel a Raynaud, el líder del grupo en el Ayuntamiento y que había liderado durante años la oposición contra Monteseirín, para lanzar como alcaldable a un hombre de su plena confianza pero, pese a ser secretario regional,  tan desconocido para la opinión pública como hoy Juan Espadas y, curiosamente, hasta de cierto parecido físico: el juez Juan Ignacio Zoido.

JUAN IGNACIO ¿QUÉ?

Ese fue el factor más llamativo y que más subrayó la prensa en su momento al hacerse eco de la decisión: Zoido –decían los medios- parte con la clara desventaja de ser poco conocido. Cuando el entonces presidente provincial del PP, Ricardo Tarno, dio cuenta de la decisión, la pregunta que hubo de responder fue si el partido iba a realizar una campaña para promocionarlo. La respuesta de Tarno fue que  la campaña que tenían  en mente era “para ganar las elecciones, no para dar a conocer al candidato”, de lo que, según dijo, “ya se encargarán los propios medios por su cuenta”.  Y Javier Arenas, al que le insistieron con lo mismo, llegó a afirmar sobre el desconocimiento de Zoido: “Eso se arregla”.

Aquella decisión la adoptó el PP un 29 de junio, es decir, prácticamente con el mismo calendario (julio) que ahora se plantea el PSOE para nombrar a su alcaldable y con el paréntesis del verano por delante. El PSOE atacó a Zoido por ese punto que presuponía más vulnerable, el de ser un desconocido que además ignoraba los aspectos de la política municipal. Así, por ejemplo, el delegado de Cultura, Marset, se preguntó irónicamente “qué conocimiento indirecto tendrá el candidato popular de la vida y la política cultural sevillana, porque directo me consta que no tiene ninguno”. Marset le animaba con sorna  a “seguir por esta tarea de buscar información y formación para poder apreciar la cultura debidamente”, y hasta se ofreció a “ayudarle a esta introducción, de la cual está muy necesitado”.

VICTORIA FINAL

Zoido hizo como Soledad Becerril en la etapa previa a su elección como alcaldesa: patearse Sevilla, con la diferencia de que no rehuyó cruzar la Ronda del Tamarguillo para darse a conocer en los barrios, considerados hasta entonces por populares y socialistas como un coto vedado de la izquierda. A falta de seis días para las elecciones del 27 de mayo de 2007, un sondeo del Instituto Opina decía que Monteseirín rozaba la mayoría absoluta. A la hora de la verdad, el recién llegado Zoido se impuso al alcalde de los dos mandatos consecutivos por más de 4.000 votos de diferencia y sólo el pacto PSOE-IU le arrebató la Alcaldía. Poco antes, otro sondeo realizado por Insomer revelaba que sólo el 54,8% de los sevillanos conocía a Zoido cuando llegó la hora de votar, mientras que Monteseirín era conocido por el 92,5%.

Quién le iba a decir al líder del PP sevillano que su ejemplo puede servir de estímulo al PSOE para colocarle de rival a alguien  tan desconocido hoy como lo era él entonces y que puede imitar su metodología de la ‘micropolítica’ en los barrios para echarle el pulso por la Alcaldía.

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