Pidió a la Consejería de Cultura que corrigiera el grave error de delimitación existente, al igual que en la Buhaira y Pagés del Corro
Recomendó al Ayuntamiento que incorporara la Torre del Oro, la Casa de la Moneda y los Venerables al Patrimonio de la Humanidad
El Comité Español del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (Icomos), organismo no gubernamental asociado con la Unesco en la protección del Patrimonio Mundial, emitió en 2008 un demoledor informe sobre el proyecto de construcción de la torre Pelli en la isla de la Cartuja, en el que también alertó de las deficiencias patrimoniales de Sevilla, como las que han propiciado la destrucción de la tipología tradicional de la avenida de La Palmera con moles universitarias al amparo del PGOU de Monteseirín.
La petición de Adepa al Ayuntamiento de Sevilla de acabar con la desprotección de la banda de edificios de la avenida de La Palmera más próxima al río Guadalquivir o, en su defecto, su inclusión en el Catálogo Periférico del Plan General de Ordenación Urbana https://www.manueljesusflorencio.com/2021/08/moles-universitarias-adepa-pide-que-se-incorpore-al-patrimonio-historico-la-banda-de-la-avenida-de-la-palmera-que-se-excluyo-en-su-dia/, nos retrotrae a 13 años atrás y a otra petición similar, en aquel entonces del Icomos, organismo que asesora a la Unesco en materia de patrimonio.
El Icomos vertió duras acusaciones por la actuación/inhibición del Ayuntamiento de Sevilla, gobernado en aquella época por Alfredo Sánchez Monteseirín; la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, que dirigía Rosario Torres Ruiz, y el Gobierno de España, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, todos ellos políticos del PSOE, que acabaron permitiendo la construcción de un rascacielos, la torre Pelli, de 180,5 metros de altura a tan sólo 80 metros de distancia del Conjunto Histórico de Sevilla.
Ese informe, cuya lectura causa vergüenza ajena a toda persona sensible con el patrimonio histórico-artístico y/o respetuosa con la legalidad y los convenios internacionales y que puede consultarse en el siguiente enlace http://www.ugr.es/~ophe/020DOCUMENTACION/015-002b.pdf , dedica una serie de recomendaciones específicas.
En el caso de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, entre otros extremos le dice lo siguiente:
-Se recomienda, caso de no hallar otra fórmula más conveniente, el establecimiento urgente de un entorno de protección del conjunto histórico de Sevilla que incorpore, cuando menos, el ámbito de construcción de la Torre Pelli, zona tan sensible para la visualización del centro histórico. Esto haría evidente, al menos, la voluntad de la Consejería de proteger el paisaje histórico de Sevilla.
-Se recomienda aprovechar este momento para que la Consejería de Cultura revise los límites del conjunto histórico de Sevilla que, pese a la generosidad de espacios que incluye, posee graves errores de delimitación (avenida de la Palmera, Buhaira, Pagés del Corro, etcétera).
-Se recuerda a la Consejería de Cultura, al igual que se ha hecho al Ayuntamiento, que el ámbito en el que se encuadra la Catedral y el Archivo de Indias no posee aún planeamiento especial de protección (23 años después de la aparición de la Ley de Patrimonio Histórico Español) y que es uno de los últimos que contará con esa figura de protección dentro del conjunto histórico de Sevilla.
Entre las recomendaciones al Ayuntamiento, plenamente vigentes pese a los 13 años transcurridos, figuran las siguientes:
-Incorporar conocimientos teóricos y aplicados en el urbanismo de la ciudad que permitan una correcta protección de todos sus valores culturales. Los existentes en materia de paisaje son loables a pesar de su escaso alcance, pero absolutamente ineficaces ante la escala de obras como la que es objeto de este informe.
-Tratar de alcanzar una coherencia real entre el espíritu de su Plan General de Ordenación Urbanística y las propuestas urbanísticas que emanan de él.
-En todo caso, promover la mejora, tal y como ya sugirió ICOMOS en su día, de la inscripción de Sevilla en la Lista del Patrimonio Mundial, ampliando su sector e incorporando piezas que sin duda podrían formar parte de los bienes reconocidos por UNESCO (Torre del Oro, Casa de la Moneda, Venerables, entre otras piezas de gran valor, así como el entramado urbano en el que se inscriben). Granada o Córdoba llevaron a cabo hace ya muchos años proyectos que reconocen hoy espacios no incluidos inicialmente en sus expedientes de declaración.
-Con independencia del último punto, también se conmina al Ayuntamiento a completar el planeamiento especial de protección de su conjunto histórico, especialmente en el ámbito más cercano a los bienes inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial.
El Icomos señala una y otra vez las contradicciones de la política urbanística sevillana y, especialmente, del PGOU de Monteseirín, del que subraya la paradoja entre su orientación técnica y teórica (el Plan alude al Convenio Europeo del Paisaje) y algunas de sus propuestas urbanísticas, entre ellas la que permite la construcción de la Torre Pelli. «El Plan General -se lee en el informe del Icomos- manifiesta explícitamente más
preocupación por el impacto de cableados, antenas de telefonía móvil, terrazas-veladores y publicidad que por las estrategias para proteger el carácter general del paisaje de Sevilla».
Las licencias dadas para la construcción de moles universitarias en la avenida de La Palmera, sólo protegida a medias pese a su indudable importancia patrimonial, confirman el análisis del Icomos, el organismo asesor de la Unesco, sobre el PGOU de Monteseirín, promotor por otra parte de la torre Pelli como supuesto icono de la modernidad de Sevilla. En este sentido, la crítica al ex-alcalde y a su concepto de modernidad no tiene desperdicio, tal como demuestra el siguiente texto del informe:
«Como ha sucedido en otras ciudades españolas, se ha intentado llevar el debate ciudadano sobre la Torre Pelli al campo de la discusión sobre la modernidad urbana. El Alcalde de la ciudad y algunos arquitectos han reclamado la construcción de la torre como un revulsivo para una ciudad que siempre ha sido refractaria a los procesos de modernidad y que tiende a mirarse excesivamente a sí misma.
Participando de esta circunstancia, ICOMOS no puede dejar de señalar que la modernidad de una ciudad debe medirse en muchos parámetros y no exclusivamente en los arquitectónicos, que tienden a veces a enmascarar problemas socioeconómicos muy graves (el que podría llamarse síndrome Dubai, mucha modernidad arquitectónica para encubrir una realidad política y social poco deseables).
La modernidad hay que sustentarla en todas las expresiones artísticas y literarias, pero
también científicas y, sin duda, en la gobernanza de la ciudad. En este sentido, Sevilla es una ciudad con muchas carencias y con un gran recelo a incorporar a la sociedad civil en el proceso de toma de decisiones básicas sobre aspectos cruciales para la ciudad.
No pueden minusvalorarse propuestas como los presupuestos participativos, pero la ciudad aún está lejos de los métodos de gobernanza que sí tienen ciudades modernas de verdad, tanto en el contexto europeo como en otros continentes.
Las claves de las excepcionales ciudades históricas europeas del tamaño de Sevilla o similar (Florencia, Edimburgo, Toulouse…) no se expresan a través de edificios fuera de escala y nadie puede argumentar que se trate de ciudades ancladas en el pasado. La modernidad y la innovación, especialmente en un mundo tan competitivo como el actual, sirven, sobre todo, para convertir recursos genéricos (que están repartidos por todo el planeta y que en consecuencia son menos apreciados) en recursos específicos (aquellos que escasean y que realmente sí tienen una demanda
mayor y cualificada).
Sevilla tiene en su centro histórico, su patrimonio y su paisaje un producto
singular y específico irrepetible. Introducir rascacielos que se levantan en cientos de ciudades del planeta convierte la imagen única e irrepetible de la ciudad en un recurso genérico y que la aleja de su propio carácter.
No hace falta construir rascacielos para ser modernos en una ciudad. A veces la modernidad se expresa con obras pequeñas, mínimas, porque la genialidad, la creatividad y la elegancia no conocen de tamaños, aunque sí de integrarse sin estridencias y de saber estar en un determinado entorno. En la modernidad no se destaca tanto por la forma tanto como por el fondo.
Las ciudades y territorios modernos e inteligentes se caracterizan por la gestión sostenible y eficiente de sus recursos, el paisaje y patrimonio urbanos entre ellos. La modernidad es una actitud, un estado mental, y no se alcanza sólo con obras espectaculares. Frank Lloyd Wright expresó como pocos en el siglo pasado los rasgos de la modernidad en la arquitectura con el proyecto de un chalet sobre una
cascada».
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