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Los sapos de Zoido

El Comité del Patrimonio Mundial de la Unesco ha decidido que la Catedral, Archivo de Indias y Alcázar no sean incluidos este año en la ‘lista negra’ del patrimonio en peligro como había propuesto Icomos, después de los compromisos adoptados por Zoido. Es una moratoria de un año pero que todo el mundo sobreentiende será definitiva y que supone un triunfo de la habitual política española de los hechos consumados.
Tal como dice Fernández Salinas, secretario del comité español de Icomos, ha sido una decisión de carácter político, ya que los aspectos técnicos se han quedado fuera del debate. Ha trascendido, aunque no aún el coste de la factura y quién la paga -si el Ayuntamiento o el Gobierno- que para influir en la decisión de la Unesco se contrataron los servicios del ex-director adjunto del Comité del Patrimonio Mundial, el cual, tras 16 años en el seno de la organización, se ha establecido como consultor privado y cobra por hacer ‘lobby’.
Al igual que en otros organismos, como el COI, donde los votos se compran y se venden a cambio de contraprestaciones presentes o futuras, también en este caso se han forjado alianzas con ciertos países para frenar la exclusión de Sevilla del Patrimonio Mundial, por el golpe que habría supuesto para la deteriorada ‘marca España’. No es casual que esta alianza se forjara con países tercermundistas como Argelia, Colombia, Iraq, India, Senegal, Mali… y que, por contra, los más desarrollados y cultos, caso de Alemania, Suiza y Estonia, fueran los más críticos con Sevilla y con el Gobierno de España por haber propiciado con su inhibición durante tres años la construcción de la torre Cajasol, pese a las advertencias de la Unesco, finalmente papel mojado.

VICTORIA MORAL

Zoido, que de objetor de la torre desde la Oposición ha pasado a su paladín con el furor del neoconverso (ahora propugna rascacielos extramuros del Centro), se ha escudado en el argumento esgrimido por los partidarios de la torre para subrayar las diferencias entre Dresde y Sevilla: mientras en la ciudad alemana se había protegido el paisaje histórico, que destrozaría un puente, en la nuestra la protección sólo se otorgó a la Catedral, el Archivo y el Alcázar y no a todo el casco histórico; y como desde estos tres bienes no se divisa a ras de suelo la torre Cajasol, técnicamente no puede decirse que haya una afección de ésta sobre aquéllos.
Por paradójico que resulte, los compromisos de Zoido para evitar la inclusión de Sevilla en la ‘lista negra’ suponen una victoria moral para Icomos, que siempre habló del impacto de esta Babel sobre el paisaje histórico hispalense extendido sobre una planicie y al que consideró globalmente y no sólo a los tres monumentos aislados de su entorno; y que también subrayó la necesidad de ampliar jurídicamente las zonas de protección del casco histórico frente a la inhibición de la Junta, que propició así que Monteseirín  facilitara la erección de la torre de 178 metros cuando previamente tumbó el proyecto de torre de Ricardo Bofill (impulsado por el PA) de tan sólo 80 metros por su impacto sobre el casco antiguo (y porque por debajo camuflaba más edificabilidad de la permitida) . El urbanismo, como se percata ahora Fernández Salinas, es pura política disfrazada de razones técnicas, y la Unesco tampoco ha escapado a la política de pasillos tejida en torno a la torre Cajasol.

PLAN ESPECIAL

Cuando Zoido se compromete a redactar un Plan Especial para que en la Cartuja no se alce ni un rascacielos más está reconociendo el dictamen de Icomos sobre el impacto de la torre Cajasol sobre toda Sevilla, aunque técnicamente no sea visible desde la Catedral, el Archivo y el Alcázar, porque si es tan legal y no causa afección alguna a estos bienes, ¿qué razón hay para impedir que se construyan más iconos de la pretendida modernidad (el primer rascacielos data de finales del siglo XIX) y para no convertir la Cartuja en el Manhattan sevillano?
Cuando Zoido se compromete ante la Unesco  a organizar un congreso internacional para poner en común los avances en relación con el paisaje urbano y los bienes Patrimonio Mundial, ¿de qué está hablando si no de las tesis de Icomos sobre el valor del paisaje histórico como bien a preservar y no sólo de monumentos aislados?
Y cuando Zoido se compromete a amortiguar el impacto visual de la torre también le da la razón a Icomos, porque si el rascacielos no afecta a los bienes del Patrimonio Mundial, decidir medidas de reducción de su impacto equivale a asumir la tesis de Icomos de que altera el paisaje histórico de Sevilla.
Cada compromiso de Zoido ha supuesto la aceptación implícita del informe de Icomos, que si no ha derivado en la inclusión de Sevilla en la ‘lista negra’ ha sido por ‘razón de Estado’.

CON ARGUMENTARIO AJENO

Y si la política consiste en desayunarse un sapo cada mañana, Zoido se ha tragado en París y en las semanas previas una buena ración de anfibios a cuenta de su conversión a la causa del rascacielos. Ha tenido que tragarse el sapo de defender ante la Unesco el rascacielos con el argumentario de Monteseirín, Marchena, Pulido y Espadas: la modernidad, los puestos de trabajo, la indemnización en caso contrario y hasta que va a quitar muchos coches del Centro (¿?).
No hay nada más patético que hablar por boca de ganso y tener que asumir como propio el discurso de tus rivales políticos. Como decía Ben Bradley, mítico director de ‘The Washington Post’, el mayor premio es que te cite tu competencia en portada. Zoido, aun sin mentarlo por su nombre, no hizo más que citar a Monteseirín ante la Unesco. ¡Menudo sapo!.

Veleta

Tras la inclusión del Patrimonio mundial sevillano en la ‘lista negra’ de la Unesco, Zoido se ha caído del caballo y sufrido una súbita conversión. Podría haber dicho que hasta aquí nos han llevado los delirios faraónicos de Monteseirín y Marchena, con la complicidad de Montaner y Pulido;  que él ha intentado paralizar el rascacielos temiendo que pasara lo que ha ocurrido pero que su antecesor, aprovechando el verano y las triquiñuelas legales, lo ha dejado jurídicamente atado de pies y manos; y que no va a pagar 200 millones de euros por frenar la obra a cambio de dejar arruinada Sevilla por generaciones. En lugar de hacer eso, el Ayuntamiento de quien quería paralizar la torre Pelli para que Sevilla no perdiera su título de Patrimonio de la Humanidad se ha erigido en su paladín y proclamado que no afecta al patrimonio y da mucho empleo. O sea, que Zoido le ha comprado el argumentario enterito a Monteseirín & Cía. para celebrar su primer año en el Ayuntamiento ‘del cambio’. ¿Qué cambio? Si acaso el de la veleta, que ha pasado de la Giralda a la Plaza Nueva.

Cierre del hotel Alfonso XIII

El Ayuntamiento cede ante el comité de empresa

y autoriza el cierre del hotel Alfonso XIII

El pliego de la adjudicación obligaba a mantenerlo abierto

durante los diez meses de obras previstos

Un cierre anterior para otra rehabilitación acabó prolongándose

durante tres años

Sevilla se quedará sin su hotel más emblemático, el Alfonso XIII, que permanecerá cerrado desde el 1 de junio de 2011 hasta el 29 de marzo de 2012, en vísperas de la Semana Santa de este último año, con motivo de las obras de modernización que sufrirá el inmueble construido para la Gran Exposición Iberoamericana de 1929. El cierre del hotel de cinco estrellas es justamente lo contrario de lo que estipuló el Consistorio presidido por Monteseirín cuando en 2009 adjudicó el concurso para el alquiler del edificio, de propiedad municipal.

El Ayuntamiento sevillano ha pasado de prohibir la clausura temporal del hotel por excelencia de la ciudad a la posición contraria, tras plegarse a las presiones del comité de empresa del establecimiento, cuya gestión fue adjudicada hace un año a la cadena norteamericana Starwood Hotels.

Esta firma hotelera, que ya venía gestionando el edificio, ganó el nuevo concurso público convocado por la corporación municipal con una oferta que duplicaba en cuantía económica a la presentada por otros grupos, entre ellos la alianza de firmas locales en la que se integraron la familia Otero (hotel Inglaterra), la cadena Robles de restauración y la constructora Azvi.

En esa oferta, Starwood se comprometió a invertir 20 millones de euros durante el primer trienio de la nueva etapa para la rehabilitación y modernización del emblemático establecimiento, con el fin de adecuar sus infraestructuras y servicios a las exigencias del siglo XXI.

El pliego de condiciones del concurso incluía como condición que durante las obras de rehabilitación el gran hotel sevillano permaneciera abierto, con el fin de que no se repitiera la historia de finales de los años 70, cuando otros trabajos de restauración que teóricamente debían durar como mucho doce meses se prolongaron durante tres años y dejaron a Sevilla sin una oferta hotelera para el turismo de mayor poder adquisitivo. Aquel cierre tan prolongado obligó además a un sobreesfuerzo para reenganchar al establecimiento en los circuitos internacionales.

CAMBIO DE CRITERIO

En el tiempo transcurrido desde el nuevo contrato de gestión, el Ayuntamiento ha ido cambiando de opinión a medida que se incrementaban las presiones del comité de empresa sobre la cadena hotelera en pro del cierre, un comité de empresa que mantenía hilo directo con el grupo municipal de IU. Así, a la vuelta del verano la delegada de Fiestas Mayores, Rosamar Prieto, ignoraba el pliego de condiciones al declarar que no entraba ni salía en si se cerraba el hotel o se mantenía abierto durante las obras de rehabilitación, “siempre y cuando haya un acuerdo entre el comité de empresa y la concesionaria”, y que en ambos casos había “pros y contras”.

La cadena Starwood veía la tibia postura municipal en esta cuestión al tiempo que no quería un nuevo enfrentamiento con los trabajadores después del conflicto del año pasado, cuando la respuesta sindical a nueve despidos fue la convocatoria de una huelga para todos los días de la Semana Santa y la Feria. Según lo establecido en el pliego de condiciones del nuevo contrato de alquiler, el número mínimo de empleados entre fijos y discontinuos debe ser de 170.

A la vista de que el Consistorio se plegaría a los deseos del comité de empresa y de que no defendía el mantenimiento del hotel abierto durante los trabajos de rehabilitación, la cadena norteamericana tuvo que elevar formalmente al Ayuntamiento la petición de clausurar temporalmente el Alfonso XIII mientras duraran las obras, a fin de que los servicios jurídicos municipales dieran el plácet a la modificación del pliego de condiciones y lo ratificara la Junta de Gobierno.

Sin explicar el cambio de posición de un año para otro, la delegada de Fiestas Mayores, Rosamar Prieto, alabó el cierre del hotel con el argumento de que así se podrían acortar los plazos de la reforma y evitar las molestias a una clientela de alto nivel, “que paga por el mejor servicio y, por tanto, exige total comodidad”.

Ese problema en todo caso habría sido de la cadena hotelera, que había previsto un plan de trabajo en dos fases de seis meses cada una  en los meses de mayo a noviembre, sin afectar a los períodos de temporada alta de Navidad, Semana Santa y Feria de Abril y sin paralizar la actividad en el hotel, que es el vértice de la oferta turística de calidad.

De hecho, los trabajos de reforma ya hacía un tiempo que habían empezado, pero al parecer el Ayuntamiento ni siquiera se había enterado de tal circunstancia, quizás porque la tarea principal se halla fuera de la vista, en los sótanos del edificio.

EXPEDIENTE DE REGULACIÓN

Tras el visto bueno de la Junta de gobierno municipal, sólo quedaba cerrar el pacto entre la empresa y los trabajadores, los cuales se acogerán a un ERE durante todo el periodo de cierre, desde el 1 de junio de 2011 hasta el 29 de marzo de 2012.

Con la clausura temporal, Sevilla deja de ofertar un hotel de cinco estrellas que forma parte del circuito mundial de la cadena norteamericana Starwood y a la que suele acogerse un público de alto poder adquisitivo acostumbrado a los establecimientos de lujo, justamente el tipo de turista que más interesa a la ciudad y de una nacionalidad que está costando recuperar tras los atentados del 11-S. Estos turistas ya no podrán alojarse en el hotel sevillano de la Starwood y tendrán que buscarse una alternativa en otra ciudad.

Con una inversión de unos 20 millones de euros, la cadena hotelera procederá a ampliar el número de habitaciones del Alfonso XIII, que pasarán de 147 a 151; construir un spa de 500 metros cuadrados; apertura de un nuevo restaurante y recuperación del bar americano original, gracias sobre todo a la reutilización de varias estancias situadas en el semisótano.

Las fachadas del edificio, que fue diseñado por el arquitecto regionalista José Espiau y Muñoz y construido entre 1916 y 1928 para la Expo del 29, no necesitan de una rehabilitación profunda, según el arquitecto director de las obras, Jaime Montaner, ya que se encuentran en buen estado y lo único que precisan son de una limpieza en profundidad, impermeabilización donde fuera preciso y repintado.

El estudio de Jaime Montaner

hará la restauración

La cadena norteamericana Starwood ha encargado la rehabilitación del hotel Alfonso XIII al estudio sevillano Demópolis Arquitectura e Ingeniería y a la firma madrileña Ingenor, bajo la supervisión de E. C. Harris.

Demópolis Arquitectura e Ingeniería fue fundado por Jaime Montaner Roselló, exconsejero de Obras Públicas y de Economía de la Junta de Andalucía; Lino Alvarez Reguillo y Antonio Lissen Ortega. Desarrolla labores de planeamiento, urbanización, edificación, restauración y gestión de proyectos inmobiliarios y turísticos.

El estudio de la empresa está ubicado desde hace tres años en una oficina de más de 600 m2 del parque empresarial Vega del Rey, en el término municipal de Camas.