Política de hechos consumados

Monteseirín ha recurrido a su voto de calidad para imponer la continuación de las setas mediante un segundo modificado del proyecto, por 30,4 millones de euros, que se une al primero,de 8,4 millones. Según las referencias periodísticas, el coste de la obra se eleva a los 89,6 millones, con un incremento del 50%.

Justamente, el Consejo Consultivo, en un dictamen al que Monteseirín ha hecho oídos sordos por no ser vinculante –aunque hasta ahora han sido acatados el 95% de las veces, siendo la Sevilla del gobierno ‘de progreso’ PSOE-IU una de las escasas excepciones-, había rechazado la modificación presupuestaria por superar el límite legal del 20%, admisible  sólo en casos de fuerza mayor y no, como aquí, de cambios para encubrir errores e imprevisiones.

Monteseirín ocultó desde antes de las municipales de 2007 que el proyecto era inviable técnicamente, y mantuvo durante los 20 meses posteriores  las apariencias de que se seguía trabajando –al ralentí-, mientras se cavilaba cómo corregir los muchos entuertos de un diseño aprobado sin siquiera proyecto de ejecución.

SEGUNDA ERA

Éste no es el segundo modificado de las setas. Es, sí, el segundo modificado de la segunda era, pero aquí no se puede hacer borrón y cuenta nueva, como si los costes de la liquidación por Monteseirín del proyecto del PA en la primera etapa no se debieran tener en cuenta. Recordemos: Sacyr se comprometió a ejecutar la obra en 20 meses (para junio de 2007) y por 51,20 millones de euros. Estamos en julio de 2010 y no sólo el Ayuntamiento no la ha penalizado con 3.000 euros diarios por la demora, sino que encima le ha inyectado 63,4 millones de euros entre la aportación inicial y los modificados.

Ahora, sólo en la segunda era de las setas, su coste asciende ya al menos a 90.070.537 euros, lo que supone una desviación del 75,91%, casi cuatro veces más del máximo legal. Y si sumamos todos los costes de la primera etapa (véase esta misma página del 7 de febrero), la suma de costes en dinero y en especie para los sevillanos se aproxima a los 116 millones de euros.

CEREMONIA DE LA CONFUSIÓN

Monteseirín, en su huida hacia delante y política de hechos consumados,  argumenta que las obras debían seguir pese a haberse convertido en un pozo sin fondo, en su particular Estadio Olímpico, porque rescindirle el contrato a Sacyr y sacarlo de nuevo a concurso habría supuesto multiplicar por 2,3 su coste. Falso, según ‘El Correo de Andalucía’, ya que el alcalde sumó las dos estimaciones realizadas por Urbanismo (por cierto, ¿por qué le dieron vacaciones al incómodo director técnico que realizó en su día el informe que revelaba la verdad sobre las setas?), bien la de romper el contrato con Sacyr, bien la de prorrogarlo, cuando en realidad habría costado lo mismo paralizar las obras que continuarlas.

Monteseirín ha invocado también “el interés general”. El argumento es totalmente reversible. Por ejemplo, el ministro de Fomento ha tenido en cuenta ese mismo “interés general” para cancelar entre el 8% y el 15% de las obras pendientes de ejecutar en España con tal de ahorrarle al Estado una factura de 2.000 millones de euros en plena crisis. ¿Qué habría hecho el ministro Blanco con las setas, que acumulan un sobrecoste del 75,91%?

ARGUMENTO REVERSIBLE

La paradoja es que Monteseirín invocó ese etéreo “interés general” para hacer hace 11 años lo contrario de lo que ahora: paralizar una obra ya en ejecución, el edificio diseñado por Moneo en el Prado para concentrar todas las sedes municipales y presupuestado en 30 millones de euros, menos dinero aún que el segundo modificado del Parasol. El Ayuntamiento ya había pagado hasta los 214 millones de pesetas del coste de la redacción del proyecto y hubo de enfrentarse a una demanda de la empresa constructora, Dragados, por 5.057.179,83 euros en concepto de daños y perjuicios.

A Monteseirín no le importó entonces lo que dice ahora que más le importaría si se frenaran las setas: el impacto en la imagen de Sevilla, a pesar de que Rafael Moneo era premio Pritzker, el equivalente al Nobel en Arquitectura, y no un desconocido como el diseñador del Parasol, el alemán Jurgen Mayer. Colegas de Moneo tan dilectos de Monteseirín como Antonio Cruz y Víctor Pérez Escolano erosionaron la imagen de la ciudad al criticar su decisión y elogiar a Moneo, de quien dijeron que era el arquitecto “mejor considerado mundialmente”, y que Sevilla había sufrido una gran pérdida patrimonial al privársela de su edificio-icono en el Prado.

LA METAMORFOSIS

El alcalde dijo entonces que “gastar 5.000 millones de pesetas en este inmueble  no entra en los cálculos de la política de los socialistas; la prioridad es trasladar esta inversión a los barrios de la ciudad, más necesitados de mejoras”. Ahora, el alcalde mete la mano en la hucha del PGOU, destinada a los sistemas generales de los futuros barrios y nutrida con los dineros de promotores y constructores, con el argumento de que la prioridad es equipar la ciudad construida…en el Centro.

Esta metamorfosis que va del no al  edificio de Moneo al sí a las setas en la Encarnación (cuatro veces más costosas) explica perfectamente la deriva de Monteseirín en sus 11 años de mandato: de pensar en los barrios humildes a convertir exclusivamene el Centro (la biblioteca en el Prado, la adulteración total de la Alameda, la ‘piel sensible’, el Metropol Parasol…) en el escaparate arquitectónico de su megalomanía.

También hay socialistas neocon.

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