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Protección

En una Democracia auténtica, la Administración debe ser tan transparente como una casa de cristal, pues con que fuera tan sólo un poco opaca ya sería señal de que tendría algo sospechoso de irregularidad que ocultar. Por éso, al igual que la moda-mordaza de las ruedas de prensa sin preguntas, que en todo caso serán monólogos políticos con los periodistas como mudos espectadores, me escama una barbaridad la apelación de Asunción Fley a la Ley de Protección de Datos para no darle acceso a los concejales del PSOE, que lo son tanto como ella -que sí se arroga la exclusividad de manejar los papeles-, a las facturas pagadas a los proveedores, no vaya a haber más duplicidades. Cuando las facturas falsas y otros escándalos de la era Monteseirín/Torrijos, como aquella web encargada al primo, el gobierno local le negaba al PP los expedientes con la coartada de la dichosa Protección de Datos, de ahí aquello que dijo Zoido de que cuando él gobernara, “luces y taquígrafos”. Vuelta la tortilla, el PP recurre a los mismos pretextos que PSOE e IU. ¿Dónde está el cambio?

 

 

El sexto sentido

El valido del alcalde, que se quedó mudo al ver cómo su jefe recibía el acta de defunción política de manos de Griñán mediante el teletipo de Europa Press, ha vuelto a tocar el tam-tam digital en forma de envíos masivos de correos electrónicos con panegíricos a Monteseirín. ‘Tócala otra vez Sam’, dicen que dijo  Humphrey Bogart en la película ‘Casablanca’ (no fue en esta cinta, pero así ha quedado para la historia). ‘Tócalo otra vez, Manolo’, le habrá dicho Alfredo a su mano derecha para consolarse con las alabanzas de su fiel vasallo. El valido, en plan Manolo el del bombo,  atruena  ahora la selva de Internet  con su tambor hasta a sevillanos anónimos, que pensaron ingenuamente que cuando desde Emvisesa les pidieron sus e-mails era para informarles sobre sorteos de viviendas, no para ser sometidos a la tortura de ‘la voz de su amo’ ante la sordera de la Agencia de Protección de Datos. ¡Qué más da que inunde el éter con sus loas al alcalde!. Marchena es como el personaje de la película ‘El sexto sentido’: un cadáver político que aún se cree que está vivo.