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Excusatio

El (sin) alcalde inauguró las obras (nunca mejor dicho, porque están sin acabar) de la Plaza de España y se vanaglorió de que recupere el aspecto original concebido por Aníbal González, su estampa en  la Expo del 29, conforme a “fotos muy antiguas”. Y el (sin)  dijo: “Nunca hemos destruido nada antiguo por hacer algo nuevo. Sólo lo hemos hecho en zonas destruidas o deterioradas, como la Encarnación o la Alameda”. Tal como reza la locución, ‘excusatio non petita, accusatio manifesta’. ‘La piel sensible’, la biblioteca a costa de jardines del Prado, la Alameda….Pero, hombre, Alfredo, ¿con qué cara puedes decir que no te has cargado nada? Aunque hubiera estado destruida, que no era el caso, el estado de la Alameda no justificaba que la hayas convertido de paseo romántico en el remedo del paseo marítimo de Islantilla. Deberías haberla recuperado conforme a esas estampas antiguas que citas. ¿Por qué lo que vale para la Plaza de España no valía  para la Alameda? Te has cargado paisajes urbanos y, con ellos, parte de la memoria histórica y sentimental de Sevilla.

Diagonal

El Ayuntamiento de Barcelona, espejo en que se mira Sevilla, organizó un referéndum sobre el proyecto municipal de convertir la Diagonal  en un bulevar al alfrediano modo (con tranvía, carril bici y dos carriles para coches con velocidad limitada a 30 Kms) o en una nueva versión de las Ramblas, o bien por una tercera opción puesta al final de tapadillo y sin apenas publicidad, por aquello de aparentar algo de democracia: dejarla como estaba. El 80% de los votantes (172.161 de un censo de 1,4 millones) se pronunciaron al juanramoniano modo de ‘no la toquéis más, que así es la rosa’ y desautorizaron la iniciativa. Yo me pregunto qué habrían votado los sevillanos si se les hubiera dado a elegir entre dejar la Alameda como estaba o convertirla en el Paseo Marítimo bis de Islantilla; la calle San Fernando de toda la vida o como la terminal ferroviaria de Alcázar de San Juan; dejar igual la Encarnación o embutirle las ‘setas’ inspiradas en una gasolinera de Hamburgo, y dejar igual el Prado o meterle la biblioteca que imita el pabellón de México en la Expo-92.