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La muralla de sillitas chinas

Para hacer esta muralla cada Semana Santa no se necesitan todas las manos que pedía Nicolás Guillén en su homónimo poema; bastan las sillitas ‘made in China’ que se extienden hasta el horizonte y a las que el Ayuntamiento indulta en aplicación del lema del mayo francés: ‘prohibido prohibir’. Gracias a la bárbara costumbre de las sillitas chinas, huelga que Rosamar relance el debate para ampliar la carrera oficial con el políticamente correcto argumento de que las clases populares tendrían más posibilidad de acceder a una silla de tijeras. Los sevillanos de a pie pasan ya de esa reforma;  justamente porque han dejado de estar de pie merced a esta profusión de sillitas chinas de bazar, las cuales producen un ‘efecto tapón’ mayor aún que el de Matalascañas y ante el que de nada servirán un día los planes de evacuación. La alternativa a las sillitas chinas: unos bastones-sillín que no ocupan espacio y sobre los que es posible apoyarse temporalmente apretando sólo un botón. Fue el antídoto del pabellón de Castilla y León contra las colas y bullas de la Expo-92.

La comuna de Sevilla

Del Valle aplicó al Ayuntamiento el principio ecológico del nicho vacío: toda especie tiende a ocupar el espacio que otras dejan libre. Razonaba el exalcalde de la triste figura que si Torrijos tiene más protagonismo que el que le corresponde por sus concejales es porque Monteseirín se ha dejado comer el terreno. Zoido también aprendió ecología con Fuco García Novo y tiende a llenar con sus acciones de guerrilla el vacío municipal. Como  cuando anunció la reposición del banco de Bellavista, se fue con pico y pala a las chabolas del Vacie o se comprometió a darle una mano de pintura al colegio Nuevo Tussam, aunque la que necesita no una mano, sino todas las manos del poema de Nicolás Guillén, sea la propia Tussam. Ahora, los residentes de Arjona, hartos de ser ninguneados desde hace cinco años, cogerán ellos mismos el palustre para arreglar los baches y las aceras. Si los vecinos se autogestionan (perdón por la redundancia) su propia calle ante el vacío de atención municipal, ¿para qué sirve el Ayuntamiento? Esto es la comuna de París, pero a la sevillana.