Cuentan las crónicas periodísticas que quinientos jornaleros, émulos de ellos o simplemente simpatizantes de la causa del alcalde de Marinaleda y diputado de IU, Juan Manuel Sánchez Gordillo, tomaron el centro de Málaga, incluida la simbólica calle Larios, en este ‘Novecento’ de Bertolucci que sus promotores del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) han convenido en llamar ‘Andalucía en pie’.
El itinerario de la marcha estuvo rodeado de un fuerte despliegue policial. Narraban los colegas que en cada negocio susceptible de ser asaltado por los manifestantes (sucursales bancarias, Cámara de Comercio, supermercados, hoteles, tiendas de telefonía…) se hallaban apostados al menos dos agentes de la Policía.
Sin embargo, como la experiencia de los seguidores de Gordillo en este tipo de actuaciones es mucho más que un grado, burlaron la vigilancia ordenada por la delegada del Gobierno, Carmen Crespo, y con una maniobra de despiste un pelotón de jornaleros ocupó una oficina de Banesto, sita en la Alameda y fuera, por tanto, del itinerario autorizado.
Al final, entre el desalojo del banco, donde se atrincheraron después de que el líder de IU, Cayo Lara, declarara que España necesita la foto de un banquero en la cárcel; una sentada y otras muestras de rebeldía, la ‘marcha obrera’ acabó como el rosario de la aurora, con once detenidos y las imágenes de la bronca en todos los telediarios y periódicos, nacionales y extranjeros.
Y digo yo que el alcalde de Málaga, el pepero Francisco de la Torre, debe estar exultante por que la larga marcha de Sánchez Gordillo en plan Mao Tse Tung con sus 500 descamisados tomara el Centro de la urbe costasoleña siquiera por un día. Además, como según De la Torre el ‘turismo de manifestaciones’ es otro beneficio para Sevilla porque al final los manifestantes “consumen, comen, beben y compran algo”, doble motivo de satisfacción para él viendo cómo echaban las persianas los comercios y los bancos al paso de los jornaleros.
Y es que así Málaga pudo sentirse como casi a diario se siente Sevilla por mor de la dichosa capitalidad de Andalucía, con el tráfico cortado por los manifestantes, el helicóptero policial sobrevolando como un ruidoso moscardón y los antidisturbios apostados ante la sede de la Presidencia de la Junta en San Telmo, la delegación correspondiente de la Consejería objeto de las iras de los contestatarios, la sede del PP en la calle San Fernando y/o la Plaza de España.
Gracias a Sánchez Gordillo y a los jornaleros del SAT, Francisco de la Torre ya sabe por fin el coste de ser la capital de Andalucía que, pese a sus esfuerzos, Zoido nunca había logrado hacerle entender.