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La tiranía del ‘statu quo’

En los días previos al primer aniversario de las elecciones municipales que lo convirtieron en el alcalde con más concejales  de la historia de la Democracia en Sevilla, Zoido ha sufrido una serie de reveses concatenados: el ‘entierro’ por parte de la Junta de la Ciudad de la Justicia, tachada de proyecto de ‘ciencia-ficción’ sin que el alcalde lo haya sabido convertir en un ‘casus belli’; la masiva descalificación pública de su folklórica ‘Operación Talento’; la dimisión de la Directiva de una asociación de vecinos próxima al Ayuntamiento, Bami Unido, dejando en evidencia la falta de soluciones municipales para el problema de los ‘gorrillas’, y la ruptura de la Coordinadora de Asociaciones Independientes de Sevilla (CAIS) con el Consistorio.

Si a ello se le une la movilización vecinal en la Alameda contra el parking rotatorio, la de los Amigos de los Parques por el abandono y el vandalismo en las zonas verdes y la de la Plataforma por el Descanso contra la Ordenanza de Veladores, Zoido llega a su primer aniversario con focos de rebelión social activos como no se conocían desde los estertores del mandato de Monteseirín.

El elemento preocupante para el alcalde es que prácticamente todos estos colectivos contribuyeron a su victoria el 22-M y que ahora le acusan de lo mismo que en su día le reprocharon a Monteseirín: inacción, pasividad, desidia, incumplimientos, olvido…. Son sintomáticas al respecto las declaraciones de la expresidenta de Bami, Laura Baños: “Zoido nos decía que esto pasaba por votar al PSOE, y ahora, con un 80% de votantes del PP, ¿a quién le echamos la culpa?”.

José Baena, el presidente de la CAIS, ha hablado sin tapujos de “falta de nexo” que conecte al Ayuntamiento  con los barrios; del “miedo de los delegados municipales, que sólo buscan una paz social ficticia premiando a los de siempre para que no se muevan y olvidando a los que antes pelearon contra el Poder creyendo que ahora no lo harán”, y de demasiada tardanza en cumplir lo pactado con las asociaciones de vecinos, “que ven como todo queda en promesas”.

Por más que Zoido le dé la máxima nota a su gobierno en este primer año y sea cierto todo lo que ha dicho sobre la pésima herencia recibida de Monteseirín, del contraste entre las grandes expectativas depositadas en él y los logros alcanzados en este tiempo queda la sensación de cierta frustración, de oportunidad perdida.

LUNA DE MIEL

Es probable que Zoido esté ya sufriendo el fenómeno sociológico que Milton y Rose Friedman describieron en su ya clásica obra titulada ‘La tiranía del ‘statu quo’. Milton Friedman, premio Nobel de Economía y padre de la vilipendiada (por la izquierda) Escuela de Chicago, ha pasado a la historia, con sus luces y sus sombras, como economista, pero se olvida que acumuló una vasta experiencia política en cuatro campañas a las presidenciales de EE UU y como uno de los asesores principales de Nixon, Ford y Reagan.

Ello, unido a su capacidad analítica, le llevó a la conclusión de que el cuerpo electoral le otorga al vencedor de unas elecciones un periodo de luna de miel que dura entre seis y nueve meses. Transcurrido ese plazo, comienzan a aparecer manifestaciones de descontento en algunos de los sectores sociales que con más ilusión acogieron su mensaje de cambio.

Por tanto, o el gobernante impulsa y materializa durante sus primeros nueve meses el cambio político que había prometido encarnar durante la campaña electoral previa o lo que Milton Friedman llamaba ‘el triángulo de hierro’ empieza a bloquear toda capacidad de reforma.

En ese ‘triángulo de hierro’ el padre de la Escuela de Chicago, y por tanto nada sospechoso de izquierdismo para Zoido y su gente, incluía los burócratas, los grupos de presión que se habían beneficiado económicamente de las políticas aplicadas por la anterior Administración y los miembros del propio partido, que comenzaban a dar prioridad a las prácticas clientelares (¿no le da a Friedman la razón el escándalo del enchufismo en los talleres de los Distritos?) sobre las reformas estructurales. La conjunción de este trío de intereses acaba por imponerse, mantiene el ‘statu quo’ y frustra el cambio: el desencanto empieza a extenderse y se traduce en un descenso del apoyo electoral.

El programa de cambio de Zoido está resumido en la carta de siete folios que el 5 de septiembre de 2011 le envió a Griñán. Allí se enuncian esos cambios estructurales de que habla Friedman en su libro: red completa de Metro, ley de Capitalidad, Ciudad de la Justicia, erradicación del chabolismo y del Vacie, finalización de Melonares, restauración de Santa Catalina, ampliación del Museo, conexión AVE-aeropuerto…..

Esos proyectos están tan estancados hoy como entonces y Zoido, salvo la derogación del Plan Centro, la Copa Davis y el anuncio del parking de la Alameda, no puede ofrecer mucho más (ni siquiera su prometida paralización de la torre Cajasol) a quienes, también los del voto prestado, le dieron la mayoría absoluta hace un año, un periodo en el que ha actuado más en clave electoralista por las continuas citas con las urnas (generales de noviembre; autonómicas de marzo, en que concurrió como candidato) que como alcalde, y continuando generalmente con la misma mentalidad que tenía cuando era el líder de la Oposición de priorizar la ‘micropolítica’

Prueba de ello es que al presentarse con todos sus concejales ante la prensa para hacer balance de su primer año, el anuncio que se tenía guardado como as en la manga era…. el de los dodotis en los coches de caballos.

 

 

 

 

La trama de las facturas falsas

La Policía ha acreditado que el Ayuntamiento pagó antes de las municipales de 2003 por obras no ejecutadas en el distrito Este y amparadas en facturas falsas, al igual que en el distrito Macarena, hechos éstos por los que la Justicia condenó a penas de cárcel a José Pardo, escolta del alcalde en aquella campaña electoral, y a José Marín, exdirector de Área del Ayuntamiento y, en la época de autos, secretario del distrito.

El presidente de la Cais, José Baena, alertó a la Justicia de que en mayo de 2007 recibió copias de unas facturas por valor de 5.266 euros y emitidas por un cambio de solerías en el distrito Este, obras que jamás se ejecutaron, pese a lo cual fueron abonadas por el Ayuntamiento. La Policía elevó en 2008 a la juez del  caso un informe en el que advertía de que esas facturas no son más que “la punta del iceberg”, porque el constructor había facturado al distrito 269.412 euros sin que las cuentas cuadrasen.

La Policía ratifica así la denuncia que en 2005 hicieron los dos ediles del PA, Paola Vivancos y Rafael Carmona, que destaparon el escándalo, los cuales señalaron que había una trama de facturas falsas en los distritos  Macarena y Este. Sólo les dio tiempo antes de salir del Ayuntamiento a airear la corrupción en el primero.

CAMBIO DE PAREJA

Tras las municipales de 1999, el hartazgo de Soledad Becerril propicia la ruptura de la coalición PP-PA y la forja de una nueva alianza, PSOE-PA, que permite el acceso de Monteseirín a la Alcaldía por un pacto en el que Rojas Marcos  impuso a Chaves desde el Metro hasta  su cuota de poder municipal: controlarían el 70% de las inversiones del Ayuntamiento pese a contar con la mitad (6) de concejales.

El PA seguía manteniendo la delegación clave de Urbanismo y otras áreas que les permitían proyectar sus políticas para luego rentabilizarlas electoralmente: Obras, Cultura y Deportes, Fiestas Mayores y Participación Ciudadana. Así pues, Monteseirín gobernaba realmente sobre un 30% del presupuesto y, teóricamente, su capacidad de acción era muy limitada, si bien el PSOE podía beneficiarse de la imagen pública del nuevo alcalde, imagen que ha acabado siendo tan pésima como empezó, ya que su primera decisión fue la de subirse el sueldo.

EL ANZUELO

Los socialistas tendieron una ‘inocente’ trampa a los andalucistas, y éstos mordieron el anzuelo. El delegado de Hacienda y del distrito Macarena, Carmelo Gómez, propuso a sus socios que se incrementaran los presupuestos de los distritos y se les permitiera acometer pequeñas obras: arreglos y similares.

El grupo Andalucista debate la propuesta. En principio no le ve sentido, porque el PA controlaba todos los trabajos  en la ciudad a través de Urbanismo y de la nueva delegación de Obras. Asimismo, porque los distritos carecían de personal y más aún de técnicos especializados, como eran los de Urbanismo, para controlar la calidad de la ejecución y la veracidad de los presupuestos de los contratistas.

Sin embargo, al final se impone la tesis de Juan Ortega, delegado de Fiestas Mayores, que veía en la idea una gran oportunidad de que se visualizara en su distrito Sur la acción del PA. Así que se multiplicó el presupuesto de los distritos y se les dio capacidad de hacer ‘obritas’, pese a que ni tenían personal ni técnicos, una carencia que Carmelo Gómez se ofreció a subsanar mediante arquitectos de Patrimonio que visasen los expedientes y personal de apoyo (voluntarios) que supervisasen las obras, que se acometerían previa consulta a los vecinos sobre su necesidad.

PRINCIPIO DEL FIN

Cuatro años más tarde, tras las elecciones de 2003 -en las que el PSOE marcó al PA con la acusación del ‘urbanismo bajo sospecha’-, Monteseirín logró desembarazarse de sus incómodos socios de gobierno al forjar una nueva coalición con IU merced a la caída de los andalucistas, que de 6 concejales pasaron a 4. El PSOE ganó el equivalente a lo perdido por el PA y pasó de 12 concejales a 14.

Dos de los distritos controlados por los socialistas, Macarena y Este (ambos con casos de facturas falsas), fueron clave. En Macarena, el PSOE pasó de 29.217 votos a 34.711;  el PA, de 14.526 a 9.565. En Este, el PSOE evolucionó de 36.365 a 41.501;  el  PA registró 9.938 votos frente a los 12.739 anteriores. Y en el distrito Sur, donde debían visualizarse las obras acometidas por el PA, el PSOE prácticamente se mantuvo (de 18.912 votos a 18.645) y los andalucistas fueron incapaces de rentabilizar nada: de 7.787 votos a 6.370.

Ya en la Oposición, cuando Vivancos y Carmona buscaron una explicación a lo ocurrido y chequearon durante seis meses los expedientes municipales, se percataron de que de obritas, nada: en los distritos controlados por el PSOE se habían urbanizado hasta avenidas enteras mediante facturas fraccionadas como “arreglitos”, y hasta en los marmolillos se había impreso, en vez del sello municipal, una leyenda del  distrito Macarena, para que los vecinos visualizaran quién les hacía las obras, encargadas a personas afines. Como no había control técnico de Urbanismo, nadie sabía, podía o quería interpretar si habían sido 100 en vez de 200 los m2 de solería colocados, y así se propició que se inflaran los costes y hasta se falsificaran facturas por  obras inexistentes, como se ha vuelto a demostrar ahora en el distrito Este, donde la Policía no ha hallado vestigio de “solado de hormigón pulido en color verde”.

Monteseirín, que dijo desconocer hasta a su guardaespaldas –uno de los condenados en el caso Macarena-, calla. ¿Seguirá sosteniendo que no había ninguna trama?