El presidente de la Junta de Andalucía, José Antonio Griñán, dijo que los parados –un cesante político también lo es- no pueden quedarse quietos en el SAE y esperando a que les caiga la breva de un puesto de trabajo sin hacer nada, sino que han de convertirse en ‘oferentes de empleo’. Según el presidente, si lo que ofrece el parado –o cesante- no vale, ese ‘oferente’ debe hacer lo suficiente para que valga y pueda salir del paro. Como le pasa a todos los precursores y visionarios, Griñán ha sido un incomprendido, pero vamos a verlo tan claro como él con un ejemplo. Espadas ofreció o le ofrecieron, que para el caso es lo mismo, ser delegado del Gobierno, porque de alcaldable no se come. La iniciativa no prosperó, pero en vez de quedarse de brazos cruzados, hizo –o le hicieron- lo suficiente para ser ‘oferente’ al Senado y ¡bingo!, ya está recolocado en la Cámara Alta aunque sea tras una carambola a tres bandas. Espadas es la prueba del éxito de la nueva doctrina de Griñán sobre los ‘oferentes de empleo’ para acabar con el paro. ¡Si lo sabrá López Garzón!
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Autocensura
El otro día, el periódico le dedicó un editorial crítico a Juan José López Garzón, delegado del Gobierno en Andalucía (bueno, a lo mejor cuando aparezcan estas líneas ya ha dejado de serlo, víctima colateral del ‘fuego amigo’ de Juan Espadas), a cuenta de la censura que practica sobre las cifras de la delincuencia en Sevilla. Pero, ¿qué otra cosa podría esperarse de él, a tenor de la siguiente historia? Se cuenta que en el Día de la Policía, posterior a la huelga general, había repartido el texto de un discurso explícitamente crítico con el edil piquetero que, como se recordará, había puesto como coartada de su actuación el 29-S el acoso (¿?) de las Fuerzas del Orden, pese a que en el vídeo delator éstas ni siquiera habían acudido aún al bar atacado por el piquete. Llegado el momento de la verdad, Garzón se saltó el párrafo por no dejar más en evidencia al complaciente (sin) alcalde, presente en el acto. Luego envió a la prensa la nueva versión del discurso con el párrafo omitido. Garzón es el único político que, por censurar, hasta se censura a sí mismo.