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Setas de la Encarnación, la factura interminable

Administradores concursales exigen el dinero desviado a las Setas en vez de a los sistemas generales de Santa Bárbara

Casi medio millón de euros pagados a Sacyr por la promesa de Monteseirín de subida “gratis” al mirador

 

El pasado 27 de marzo de 2019 se cumplió el octavo aniversario de la inauguración oficial del Metropol Parasol, vulgo Setas de la Encarnación, el símbolo del despilfarrador mandato de Monteseirín, en el cual enterró allí del orden de 120 millones de euros que en buena parte fueron detraídos del dinero que los promotores entregaron al Ayuntamiento con cargo al nuevo PGOU para financiar los sistemas generales de los nuevos barrios de la ciudad.

Monteseirín inauguró las Setas antes de que estuvieran acabadas y con tal de hacerse la foto en vísperas de las elecciones municipales de aquel año, en las que el PSOE lo apartó como candidato a la reelección tratando de evitar lo que al final pasó: el desastre en las urnas de Espadas, imputable a la gestión de su correligionario, y la arrolladora victoria del PP de Zoido (20 concejales) hasta con los votos prestados de barrios tradicionalmente socialistas, hartos de los escándalos de aquella etapa.

La prueba evidente del afán de Monteseirín por retratarse para la posteridad como el artífice de las Setas es que la concesión de su explotación por Sacyr expira el 28 de abril (la fecha de su recepción oficial, y no el 27 de marzo, de su inauguración) del año 2051, por lo que faltan 32 años para que reviertan al Ayuntamiento tras esta privatización, que incluye también la plaza de la Encarnación y que decretó el gobierno de coalición PSOE-IU.

 

TRIUNFALISMO

 

En su triunfalista discurso inaugural, el entonces alcalde dijo que Metropol abría las puertas “al progreso económico y al desarrollo de un sector de la ciudad que estaba en franca decadencia”. Aludió también a supuestos análisis de unos desconocidos expertos, según los cuales “los beneficios económicos, directos e indirectos, que Metropol Parasol va a traer a la ciudad superarán, en sólo un año, a la inversión acometida, en turismo, comercio, hostelería, imagen y proyección exterior”.

Así pues, según las particulares cuentas de la lechera de Monteseirín, las Setas iban a generar  anualmente más de los 120 millones de euros (cifra generalmente admitida sobre su coste final, oficialmente nunca revelado) que costaron, por lo que si le diéramos crédito en estos ocho años su impacto debe haber sido de 960 millones de euros (¿?).

Casi coincidiendo con el octavo aniversario, al arquitecto, profesor de la Universidad Hispalense y principal experto en patrimonio industrial, Julián Sobrino, le recordaron en ABC que Monteseirín hablaba de que a rebufo de las Setas llegarían las grandes firmas de moda a Sevilla. El profesor dijo lo siguiente: “Recuerdo que hablaba de Tiffany`s y no sé cuál otra y de que se iba a formar una especie de Quinta Avenida neoyorquina, cuando lo único que llegó allí fueron bares de franquicias que venden cubos de cerveza a cinco euros. Es obvio que se rehabilitó el espacio, pero era lo menos que podía ocurrir en un espacio que estaba cerrado y degradado. El resultado no justifica, ni de lejos, la inversión del Metropol Parasol, cerca de 120 millones de euros”.

 

PLATILLOS VOLANTES

 

Según Julián Sobrino, Metropol Parasol es, sin duda, el paradigma de lo que no se debe hacer en una ciudad. Por varios motivos. El primero, en relación con el lugar en que se encuentra, porque no era aceptable “que aterrizaran allí -ha dicho- unos platillos volantes. En segundo lugar, porque esos platillos volantes no se corresponden con el volumen, la trama, la altura o la textura de la Encarnación y el centro histórico”.

Para el profesor universitario, las Setas no han producido un “efecto Guggenheim” como el del museo del mismo nombre de Bilbao. En su opinión no son arquitecturas comparables: “La de Gehry (el arquitecto americano autor del museo bilbaíno) es de calidad, y la de Mayer (el arquitecto alemán autor del Metropol Parasol) no lo es. Ni lo que albergaba: el Guggenheim contiene un espacio cultural que supuso un gran revulsivo para Bilbao. Estos parasoles (en alusión a las Setas) no tienen ningún contenido”.

 

CASCO ANTIGUO

 

Si las Setas hubiesen tenido ese impacto económico multimillonario del que hablaba Monteseirín en su promesa de que supondrían el progreso y desarrollo para un sector de la ciudad que estaba en decadencia, al cabo de ocho años se habría dejado notar su efecto en los indicadores del Casco Antiguo, pero en el tiempo transcurrido no ha sido así.

 

En el año 2015 el distrito tenía 59.277 habitantes; en 2018, 58.693. Se han perdido, pues, 584 vecinos, el 1% de la población en el último trienio.

 

En el periodo entre 2012 (año siguiente a la inauguración de las Setas) y 2016, la edad media de la población ha pasado de 43,29 años a 44,45 años. Se ha incrementado el envejecimiento. El saldo migratorio por cada mil habitantes ha pasado de 3,24 a 6,39: se ha duplicado el éxodo poblacional. Y si nacían 1003 niños por cada mil vecinos que fallecían, en 2016 la cifra se ha reducido de forma preocupante a 968.

 

Y eso que según dijo Monteseirín en aquel acto inaugural, los allí presentes entonces tenían el privilegio de asistir a “la inauguración de la Sevilla del siglo XXI”, como si no hubiese existido previamente la Exposición Universal de 1992 o el tiempo se hubiera detenido durante once años para ver alzarse el faraónico icono de sus mandatos.

 

LA SUBIDA

 

También se ha conocido en coincidencia con el octavo aniversario del Metropol Parasol que el Ayuntamiento y la constructora que lo explota, Sacyr, han llegado a un acuerdo en virtud del cual ésta podrá cobrar hasta 10 euros a los turistas que quieran subir al mirador de las Setas a cambio de que el Consistorio deje de pagarle la compensación económica que ha venido abonando (se habló de entre uno y tres euros) por cada sevillano o empadronado en la ciudad que accediera a lo alto de los parasoles, y por el mantenimiento de la plaza de abastos.

 

Este acuerdo es la demostración de que la factura de las Setas, pleitos aparte, no ha dejado de incrementarse en estos ocho años, de manera que cada vez es más difícil averiguar cuánto han costado ya a la ciudad realmente.

 

Con tal de hacer más digerible la faraónica obra de los 120 millones de euros y de atraer visitantes que proyectaran una imagen de éxito, Monteseirín anunció que la visita de los sevillanos sería gratuita y así, en palabras de su valido Marchena, se democratizarían las vistas sobre la ciudad y se acabaría con el supuesto privilegio del que únicamente gozaban las clases acomodadas desde sus balcones y miradores.

 

El mensaje no podía ser más demagógico. Por una parte, porque los sevillanos han pagado a través de sus impuestos y de su Ayuntamiento por la subida a las Setas, aunque ingenuamente creyeran que lo estaban haciendo gratis. Por otra, porque raramente un sevillano, por mucho dinero que tenga, dispone de un mirador exclusivo de 28,50 metros de altura, como el de las Setas. Y tercero porque cualquier sevillano goza del privilegio, otorgado por el Arzobispado, de subirse gratis de verdad a la Giralda y divisar Sevilla desde sus 97,5 metros de altura (casi 3,5 veces más que las Setas). ¿Qué necesidad, pues, había de gastarse 120 millones en el Metropol Parasol con el argumento de que así se democratizaban las vistas sobre la ciudad?

Sólo por un periodo de cuatro años en números redondos (del 1 de junio de 2013 al 30 de abril de 2017) el Ayuntamiento ya compensó a Sacyr con 480.407 euros por la subida de los sevillanos a las Setas. A esa cifra tuvo que añadir 227.688 euros por servicios no cobrados a los titulares de los puestos del mercado de abastos. Y es que con tal de que los placeros aceptaran trasladarse desde el antiguo mercado provisional (una provisionalidad que duró más de 30 años) al construido bajo el Metropol Parasol, Monteseirín les anunció unas cuotas inferiores a las que realmente debían pagar a Sacyr, y para evitar su rebelión cuando las conocieran acabó por endosarle al Ayuntamiento el abono de la diferencia con el dinero de todos los sevillanos, su práctica habitual. Nadie debía estropearle la fiesta inaugural, con concierto de la banda sinfónica municipal incluido.

 

Con tal de librarse de estas facturas interminables, el Ayuntamiento autoriza ahora a Sacyr a que cobre hasta 10 euros a los ingenuos turistas por subirse a las Setas, un precio superior a los 9 euros que cuesta toda la visita a la Catedral, la Giralda y el Salvador.

 

RECLAMACIÓN

 

Pero no acaba aquí la pesadilla de las Setas. Los administradores concursales de los promotores que en su día entregaron 42.778.672 euros a la Gerencia de Urbanismo para financiar los sistemas generales del desarrollo urbanístico de Santa Bárbara (en Torreblanca) conforme al convenio firmado el 25 de julio de 2003, exigen ahora al Ayuntamiento la devolución de ese dinero, no empleado para aquella finalidad porque acabó financiando en parte la construcción del Metropol Parasol, y han llevado al Consistorio a los tribunales.

Así pues, Espadas o quien le suceda si es que éste no renueva en la Alcaldía se enfrentará al riesgo de una nueva hipoteca por las faraónicas Setas de Monteseirín.

Alternativas para las Atarazanas

“Según un estudio de mercado, la expectativa de visitantes, que me parece muy conservadora, es de algo más de 700.000 personas al año, cifra similar a la que registra, por ejemplo, Caixafórum (en Barcelona). Sinceramente, creo que serán más…. sobre todo los dos primeros años, como ocurrió en Amsterdam. Será una bomba, más en esta ciudad, donde el turismo crece de manera exponencial”.

Quien así se expresaba tres días antes de que en Sevilla La Caixa comunicase su renuncia a las Atarazanas, era el diseñador Ujo Pallarés, que promueve, con financiación privada y mucho respaldo institucional, la instalación en la Ciudad Condal de una sede de uno de los museos más importantes del mundo: el Hermitage.

Desde hace años, grandes fundaciones y museos abren franquicias en otras ciudades. El caso más conocido entre nosotros es el de la Fundación Solomon R. Guggenheim, con cuya autorización se inauguró en 1997 en Bilbao uno de los museos Guggenheim repartidos por el mundo. El bilbaíno, extraordinaria obra de titanio, vidrio y piedra caliza andaluza diseñada por Frank O. Gehry, se convirtió de inmediato en el icono de la ciudad, la puso en el mapa internacional y ha tenido un enorme impacto económico al atraer una media superior al millón de visitantes/año.

 

EL EJEMPLO DE AMSTERDAM

 

 

 

El Hermitage permitió la apertura en 2009 de una filial en Amsterdam, en un antiguo asilo para mujeres rehabilitado a orillas del río Amstel. En sus 9.000 m2 pueden contemplarse dos exposiciones permanentes (una sobre la historia del propio edificio y otra sobre las relaciones Holanda-Rusia). El resto del inmueble acoge exposiciones de medio año de duración. Así, desde junio y hasta enero de 2013 el Hermitage ha organizado la muestra ‘Impresionismo: sensación e inspiración’, con 80 cuadros de, entre otros, Monet, Pissarro, Renoir, Sisley y Delacroix.

Y por la reforma del museo Van Gogh, también albergará, hasta abril de 2013, la exposición permanente (unas 75 telas) del gran artista que murió, según las últimas investigaciones, a manos de dos mozalbetes -no por suicidio- y sin haber vendido un solo cuadro en su vida.

Por tanto, tras el abandono de La Caixa no se acaba el mundo, porque existiendo un lugar tan privilegiado como las Atarazanas; el proyecto de Vázquez Consuegra y la universal marca Sevilla, habría muchas posibilidades de convertir el antiguo astillero medieval en una sede para el Sur de Europa de cualquiera de estas dos grandes instituciones.

 

CONVENIO

 

 

Barcelona, como siempre, marca el camino. Pocos repararon en uno de los objetivos del viaje de Artur Mas a Moscú hace 25 días: la firma de un convenio de colaboración con la viceministra de Cultura de Rusia, Alla Manilova, para que dentro de tres años se inaugure en la capital catalana  una extensión del Hermitage con la ayuda de inversores privados internacionales.

Mas lo tiene tan claro que declaró: “Si perseguimos la capitalidad económica, cultural y turística de Barcelona, esto pasa por tener elementos de referencia en nuestra ciudad y el conjunto de Cataluña, como este proyecto”.

El Hermitage catalán también sufre vicisitudes que recuerdan a las de las Atarazanas hispalenses: está cuestionado por una Plataforma en defensa del Puerto Viejo, que exige se incardine dentro de un Plan Especial. El grupo de inversores que lo promueve dice contar ya con una concesión de la Autoridad Portuaria sobre tres naves industriales que datan de la segunda mitad del siglo XIX y que están protegidas al figurar en el Catálogo del Patrimonio Arquitectónico de la Ciudad Condal

Para ampliar el espacio expositivo, el estudio Ars Spatium y la empresa Cultural Development BCN han proyectado sobre la cubierta de dos de ellas una gran estructura ondulada que permitiría ganar dos plantas, amén de otra subterránea, con el fin de pasar de los actuales 2.326 m2 a 8.000. Las naves están junto al hotel W, con forma de inmensa vela y diseñado por Ricardo Bofill.

 

INVERSIÓN PRIVADA Y RENTABLE

 

 

Los promotores privados dicen tener un Plan de Negocio y que las cuentas les salen: “La oferta paralela a la artística -comenta Ujo Pallarés- será la misma que en cualquier museo económicamente rentable. Habrá una tienda, una cafetería, un restaurante popular y otro más elitista dirigido por un gran cocinero. ‘Golondrinas’ (barcos turísticos) que lo conectarán con las otras zonas del puerto, y visitas privadas y nocturnas….El Prado factura el doble con la tienda que por la venta de entradas, y hay museos como el Dalí que son muy rentables”.

Nadie habla de dinero, si bien se reconoce que el Hermitage les pide un canon inicial y un porcentaje por la venta de entradas a cambio de ceder la marca y las obras de sus fondos, unas condiciones que a los promotores les parecen razonables.

Sí ha trascendido que cuando Alicante se interesó anteriormente por acoger una filial del Hermitage los rusos les pidieron de entrada 500.000 euros, aunque ahora son otros tiempos. Recuérdese que a Sevilla le costó organizar la Copa Davis 3,7 millones de euros y que entonces los empresarios turísticos dijeron que estaban dispuestos a financiar no una, sino dos Copas Davis si con ello atraían turistas. Aquí tienen la oportunidad de demostrarlo. Un Hermitage en las Atarazanas podría captar casi un millón de turistas más al año, en línea con el Plan de Barcelona. Y si no fuera posible, aún cabría optar al Guggenheim de Berlín, que queda libre al final del año, o al de Helsinki, tras la renuncia de la capital finlandesa por diferencias internas en su Ayuntamiento.

Tal como han dicho los promotores del Hermitage en Barcelona, “en momentos de crisis como el actual es cuando hay que hacer las grandes apuestas”.