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La casa de Murillo

El éxito del Año Murillo debería servir para recuperar como museo la casa del pintor en el barrio de Santa Cruz

Paulino Plata frustró el último intento al convertirla en sede de la Agencia Andaluza del Flamenco

 

El éxito de las exposiciones y actos organizados para conmemorar el IV centenario del nacimiento del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo debería servir para consolidar su legado y su revalorización artística con la ampliación, pendiente desde hace demasiados años años ya, del Museo de Bellas Artes, aunque por su coste podría retrasarse aún más, y con algo que “a priori” parece mucho más factible: la recuperación  como museo de la penúltima casa en la que vivió el artista, la situada en el número 8 de la calle Santa Teresa, frente al convento de San José del Carmen (vulgo las Teresas), en el barrio de Santa Cruz.

En este sentido ya se ha pronunciado dos veces el Pleno del Ayuntamiento de Sevilla. A finales del año 2015 aprobó por unanimidad de los cinco grupos políticos una propuesta urgente presentada por el PP y en la que, entre otros puntos, figuraba la solicitud a la Junta de Andalucía en cuanto propietaria del inmueble por transferencia del Gobierno de la nación a que de cara al IV centenario recuperara la casa como centro de investigación y estudio de la escuela de Murillo y la Sevilla del siglo de oro.

En aquel pleno se acordó también crear una comisión de seguimiento del proyecto, un proyecto que más de tres años después sigue sin materializarse, ni siquiera pese al impulso que debería haber supuesto la celebración del Año Murillo, hasta el punto de que hemos vuelto al kilómetro cero, en una de esas trayectorias regresivas tan típicas de esta ciudad. Y es que en el Pleno del pasado mes de febrero de 2019 los grupos políticos, esta vez a propuesta del PSOE, aprobaron de nuevo una moción en la que se insta a la Junta de Andalucía a darle a la casa de Murillo un uso vinculado a su figura (actualmente es sede de la Agencia Andaluza del Flamenco).

 

POLITIZACIÓN

 

Como tristemente era de esperar, ni siquiera el genial pintor sevillano se ha librado de la trifulca política. El PP acusó al gobierno de Espadas de “ineficaz e inoperante” por no haber sido capaz de aplicar el acuerdo adoptado en 2015 y de promover una moción similar “a tres meses del fin del mandato, para pedirle a la Junta que lo haga, algo que ya ha dicho que hará”.

Así pues, los sevillanos acabarán pensando que en 2015 el PP impulsó aquel acuerdo no tanto en pro de Murillo y su casa-museo como por crearle un problema con su recuperación a la Junta de Andalucía, gobernada entonces por los socialistas, y que ahora el PSOE repite la jugada porque el Gobierno andaluz está en manos del PP, de ahí el interés de los socialistas en subrayar que “es fundamental la colaboración del actual titular, la Junta de Andalucía”

 

La casa de Murillo es otro ejemplo de la miopía con la que actúa nuestra clase política, la cual deja perder un activo que previamente se había conseguido, con motivo precisamente de otro centenario del pintor: el tercero de su muerte, conmemorado en el año 1982. Con miras a aquella efemérides y todavía en la Dictadura franquista, el estado compró (expropió más bien) en 1972 la casa de la calle Santa Teresa, identificada como la penúltima habitada por Murillo gracias a las investigaciones de Diego Angulo Íñiguez, insigne historiador del arte, académico y también director del museo del Prado.

Entre unas cosas y otras se tardó un decenio en habilitar la casa como museo (se consideró un anexo del de Bellas Artes), hasta el punto de que casi se pasó el año del aniversario de la muerte del pintor, porque la entonces ministra de Cultura -primera mujer en sentarse en el Consejo de Ministros en la Democracia-, Soledad Becerril, no pudo presidir el acto de inauguración hasta el 13 de noviembre de 1982. Estuvo acompañada de añorados expertos de la época como Javier Tusell, director general de Bellas Artes; Manuel Rodríguez-Buzón, delegado de Cultura; los arquitectos Rafael Manzano y Fernando Mendoza y el diseñador e interiorista Antonio Pérez Escolano, entre otros.

 

RECREACIÓN

 

La intervención costó 15 millones de pesetas, una cantidad considerable para aquella época, y se dotó de contenido al inmueble basándose en el inventario de los bienes que poseía Murillo al momento de su muerte, realizado por su hijo Gaspar y localizado por Diego Angulo.

Según las crónicas periodísticas de aquel acto inaugural, el objetivo había sido la recreación del ambiente de la época de Murillo y de su entorno doméstico y familiar. Mendoza y Pérez Escolano explicaron que “frente a la frialdad del museo, en que los cuadros se alinean, en la casa los objetos, pinturas y tapices forman ambientes complejos, escenarios poéticos que rememoran otros tiempos de nuestra historia”.

Junto a detalles domésticos e íntimos, los arquitectos y diseñadores  procuraron recrear el ambiente andaluz del siglo XVII, con gran influencia de la tradición mudéjar. En esa línea se habilitó hasta una cocina en la planta baja, con utensilios de barro vidriado similares a los existentes en aquel entonces y para los que los cuadros de Murillo y de otros artistas coetáneos suyos sirvieron de fuente de inspiración. Por su parte, el Museo de Bellas Artes cedió mobiliario y obras del genio para enriquecer el contenido de su casa-museo.

 

Pese a todo aquel esfuerzo, incomprensiblemente la casa dejó de funcionar como museo dedicada estrictamente a Murillo hacia 1988, tras su transferencia y las de las políticas culturales a la Junta de Andalucía por el Gobierno de la nación, es decir tan sólo unos años antes de la Exposición Universal de Sevilla 1992, en otro ejemplo de miopía cultural, porque el gran  acontecimiento se podría haber aprovechado para reivindicar mucho antes la figura de Murillo y proyectarla con nueva luz internacionalmente, máxime teniendo como vecina la muestra “Magna Hispalensis”, que se organizó en la catedral. En lugar del museo, en la casa de Murillo se instalaron unas oficinas de la Consejería de Cultura de la Junta.

 

FLAMENCO, PRIORIDAD

 

Posteriormente, en 1999, la casa del pintor incluso fue clausurada con motivo de las humedades que se detectaron, prueba de su escaso mantenimiento. Se colgó en la fachada un cartelón que decía: “Casa-museo Murillo. Cerrado por reformas”. Incluso se redactó un nuevo proyecto de restauración y musealización con un coste estimado (año 2007) de un millón de euros. Las obras en el edificio no se terminaron hasta 2009 y cuando parecía que se iba por fin a recuperar de nuevo la casa como museo dedicado a Murillo, el nuevo consejero de Cultura, Paulino Plata, que procedía de la cartera de Turismo, Comercio y Deporte, anunció en julio de 2010 que el “edificio emblemático y cargado de historia” de la casa de Murillo albergaría dependencias administrativas de la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco.

Las razones que dio para tratar de justificar su decisión fueron dos: el flamenco era ahora una prioridad para él y para la Consejería y había que potenciar su desarrollo y proyección internacional; y con la instalación de la Agencia Andaluza del Flamenco en la casa de Murillo se aprovecharía “la gran actividad turística existente en su entorno” (barrio de Santa Cruz), porque además su Departamento pretendía hacer negocio con los turistas habilitando una tienda en la planta baja del inmueble.

 

Efectivamente, Murillo ya no tenía ningún interés para la Junta porque su apuesta era el flamenco, y Paulino Plata pudo apuntarse el tanto político de su declaración por la Unesco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad tan sólo cuatro meses más tarde, el 16 de noviembre de 2010.

 

El pequeño detalle que no tuvo en cuenta el consejero era que para sede de la Agencia Andaluza del Flamenco podían y pueden valer muchos edificios pero que casa de Murillo sólo hay una.

El ‘Setarium’

‘Cultura desecha la ocurrencia de Monteseirín de exhibir el tesoro del Carambolo en las ‘setas’. El título no podía ser más exacto al incluir el término ‘ocurrencia’, porque no de otra manera podía calificarse el capricho del (ex) de mezclar churras con merinas arqueológicas para exhibir un tesoro tartésico (o fenicio) en un yacimiento romano, con la complicidad de su amoroso arqueólogo de cámara y a costa de cargarle a los sufridos contribuyentes sevillanos la compra de una urna anti-Fukushima con tal de convencer a Cultura y convertir así el ‘Antiquarium’ en el ‘Setarium’, al que todo le cabe. Ni a Paulino Plata ni a la ministra Sinde(scargas) les ha convencido el argumento marchenero de democratizar las vistas del Carambolo, cuyo destino seguirá siendo la caja fuerte en que lleva custodiado 50 años o el Museo Arqueológico, el único que es único y no un sucedáneo como el ‘Setarium’. Menos mal, porque de haber sido al revés, el (ex) se habría vanagloriado a perpetuidad de ser como el Cid y de ganar batallas después de muerto (políticamente, se entiende).

 

 

Monteseirín se encomienda al Carambolo

Fiel a su estilo de los hechos consumados y de tensionar la cuerda para que, por miedo a que se rompa, sean los otros quienes aflojen y así él se salga con la suya, Monteseirín le vuelve a echar un pulso a la Junta con su anuncio de que sacará las 21 piezas de oro (casi tres kilos)  del tesoro del Carambolo (tasado en 8,2 millones de euros a efectos de la póliza de seguros pero de un valor histórico incalculable) de la cámara acorazada del banco en que se hallan para exponerlas “temporalmente” en el ‘Antiquarium’ bajo las setas.

La “temporalidad” puede acabar como la “provisionalidad” del mercado, que ha durado 37 años, ya que el Ayuntamiento tiene la secreta esperanza de que las obras del Museo Arqueológico, el destino natural y legal del tesoro tartésico (o fenicio, según recientes teorías), se prolonguen durante años, si es posible siquiera iniciarlas a corto plazo ante la falta de presupuesto por la crisis.

El Consistorio arguye que el Museo no reúne condiciones de seguridad, ante lo cual ha decidido unilateralmente, con la complicidad del cuestionado arqueólogo Amores (tragó con la destrucción parcial del yacimiento romano en la Encarnación para los gigantescos parasoles), llevarse el Carambolo a las setas con el descarado propósito de, a su reclamo, multiplicar la afluencia de turistas y presentar el ‘estadio olímpico’ de Monteseirín como un éxito.

EN LA CAJA FUERTE

El tesoro, descubierto en 1958 en el cerro del mismo nombre en Camas, no acabó en Madrid como la Dama de Elche porque merced a un atípico acuerdo sólo posible en el franquismo se permitió al Ayuntamiento que lo comprara a condición de que se expusiera en el Museo Arqueológico.

Esta maravilla de la orfebrería era tan valiosa y las instalaciones del Arqueológico tan inadecuadas frente a sofisticados ladrones que se decidió guardarla en la caja acorazada de un banco, sito muy cerca del Ayuntamiento. En estos 50 años han circulado varias réplicas (recuérdese la crisis suscitada en la época de Rojas Marcos a cuenta del proyecto de realizar otra copia en vísperas de la Expo), pero  las joyas tartésicas originales sólo han sido del búnker cinco veces, la última desde el 3 de octubre de 2009 al 28 de febrero de 2010, por la conmemoración en el propio Museo del 50º aniversario de su hallazgo, aunque con un año de retraso.

El retraso se debió a las obras de adecuación que la Consejería de Cultura acometió en las salas de exposiciones temporales. Fue entonces cuando Monteseirín, sin consultarlo con nadie, lanzó un órdago populista a la Junta y  proclamó su intención de que el Carambolo no volviera al banco, sino a la Sala Capitular del Ayuntamiento.

La Junta, que había gastado un millón de euros en adecuar las salas del Museo y pagaba la factura de la caja acorazada ante la inhibición municipal, sostenía que el tesoro podría haberse quedado ya en el Arqueológico, pero no quiso desautorizar  públicamente a ‘su’ alcalde en época preelectoral. Cuando Rosa Torres fue sustituida como consejera por Paulino Plata, éste se encontró en la misma tesitura y tuvo que jugar en el terreno ya marcado por el regidor, así que declaró: “Si el Ayuntamiento sigue empeñado en mostrarlo en sus instalaciones, tienen que darse dos circunstancias, máximas garantías de seguridad y dignidad, porque si el tesoro ha estado tantos años en una caja fuerte no nos vamos a arriesgar ahora y lo mantendríamos guardado”.

SALA CAPITULAR

Todavía a finales de julio, la portavoz del gobierno municipal, Nieves Hernández, declaraba que el Ayuntamiento ya tenía en su poder un informe jurídico que avalaba su pretensión de exponer el tesoro en la Sala Capitular y que para ello bastaba con dar cuenta al Ministerio de Cultura (pasando, pues, por encima de la Junta), “que fue quien hizo la cesión en su momento para que fuera expuesto de manera permanente en el Arqueológico”.

Y Monteseirín decía que antes de que se produjera esa reubicación en el Ayuntamiento “hacen falta unas modificaciones respetuosas con la Sala, que proporcionen las medidas de seguridad necesarias como ha pedido, con toda la razón, el consejero”.

Tan sólo tres meses después, Monteseirín ha cambiado de opinión: ya no es la Sala Capitular el ‘sancta sanctorum’ para  el mayor tesoro simbólico de Sevilla, sino el ‘Antiquarium’ bajo las setas, por más que el Carambolo no tenga relación histórica alguna con los restos romanos y esté fuera de contexto.

APARECE EL DINERO

El alcalde no sólo enviará allí el tesoro, sino que falseando la historia para aparentar que la Encarnación era el corazón de la Sevilla romana (era la Alfalfa), ha lanzado el proyecto ‘Cardo’, para que los visitantes del Alcázar (cerca de un millón al año) puedan acceder con la misma entrada al ‘Antiquarium’ y al Carambolo, con lo que demuestra que no confía en el atractivo ‘per se’ del Parasol para revitalizar el Centro y necesita parasitar desde el Palacio Real más antiguo de Europa a las joyas tartésicas.

Hace unos días, los dueños del mercado provisional declararon que el Ayuntamiento se está retrasando en el pago del alquiler desde principios de año. Ahora, sin embargo, el Consistorio anuncia que pagará todos los gastos de la exposición del Carambolo bajo las setas, la póliza del seguro y las medidas de seguridad extraordinarias. No hay dinero para alquileres, infraestructuras  o el abono de los atrasos a la Policía Local, pero para las setas de la Encarnación, la consigna de Monteseirín está clara: “que no farte de ná”.