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La playa

Apenas proclamar solemne y públicamente el alcalde que la recalificación a la carta (¡Uy, perdón! ¿Debo decir ‘modificación puntual’  para ser políticamente correcto, Maximiliano?) que prepara el Ayuntamiento para Ikea no generará un ‘efecto llamada’, Isla Mágica anunció que se pone en la cola para pedir el mismo trato igualitario (artículo 14 de la Constitución). Por de pronto ya están formados en esa fila Ikea, el Sevilla F. C., el Real Betis, Altadis, Primark, Tablada Híspalis y el Parque Temático. Siete, como los siete niños de Écija. Zoido dijo aquello de que “el que quiera ver oleadas (de recalificaciones), que se vaya a la playa”. Ya no hace falta, Juan Ignacio: al fin la tenemos aquí, aunque sea sin arena y con mucho polvo de ladrillo en ciernes. Los revolucionarios del mayo francés intuyeron que había que escarbar porque debajo de los adoquines estaba la playa. En Sevilla ya se ha corrido la voz de que la playa urbanística está en la Plaza Nueva, debajo o dentro de las Casas Consistoriales. Ya se sabe qué se suele decir del último. ¿Quién da la vez?

 

 

¿Gratis?

En los minutos de la basura de su último mandato, Monteseirín firmó una resolución por la que ordenaba a Sacyr que otorgara a los sevillanos en las ‘setas’ de la Encarnación el mismo trato de privilegio que otrora daban en Aviaco a la Maleni: ‘gratis total’. La orden era un mero paripé, porque previamente el ya (ex) había pactado con la constructora el abono de una subvención de 180.000 euros anuales en compensación por el dinero que dejaría de percibir por la visita de los nativos al mirador, a un promedio de 15.000 euros mensuales. De momento Sacyr le ha enviado a Zoido una primera factura que duplica las previsiones: 30.000 euros sólo por el mes de mayo. Los sevillanos, tanto los partidarios como los objetores del Parasol, están pagando con sus impuestos el supuesto ‘gratis total’ de Monteseirín, su moderna versión del ‘panem et circenses’. La única diferencia del (ex) con Roma es que sustituyó el pan por las setas, porque el circo (chabolistas de Los Bermejales, facturas falsas de la Macarena, falsos prejubilados de Mercasevilla, etc…) ya lo ponía él.

 

Ikea y la zanahoria del empleo

El 8-9-2008 se produjo en Sevilla el ‘atasco perfecto’. Duró diez horas. Miles de automovilistas que acudieron a Ikea en Castilleja quedaron atrapados en un caos causado por el efecto llamada de la tienda sueca y el correspondiente tapón en la autovía de Huelva, progresivamente extendido a la SE-30 y a la autovía de la Plata.

Aquel desastre obligó a abrir nuevas vías de acceso a la cornisa, como el de Coca de la Piñera (noviembre de 2009) y a diseñar en adelante un operativo especial de la Guardia Civil y las Policías Locales de los pueblos colindantes dentro del escaso margen de maniobra que permitía la ratonera en que la ubicación de Ikea ha convertido un punto estratégico cual es el acceso a y la salida de Sevilla, fruto de la desastrosa o nula planificación urbanística en la mayor parte del alfoz ante la inopia de la Junta de Andalucía.

El caso Ikea y la habitual saturación de tráfico en el área metropolitana han demostrado la vital importancia de la ordenación del territorio y del planeamiento urbanístico, plasmado este último en Normas Subsidiarias y Planes Generales como el PGOU de Sevilla.

El Plan General hispalense, aprobado en 2006, se caracterizó durante su redacción por un espíritu de participación ciudadana (las mesas del PGOU) y de consenso político que no siempre pudo alcanzarse. Una de las grandes bolsas de suelo  incluidas en el Plan fue la de San Nicolás, sita frente al aeropuerto y pensada como una zona productiva de primer orden, hasta el punto de que sólo se reservó espacio para 429 viviendas y un área a comercial complementaria (107.600 m2), y se destinó el resto de los 219.574 m2 edificables a empresas y servicios avanzados.

Dado el éxito de su tienda en Castilleja, Ikea proyectó hace casi diez años una segunda y puso sus ojos sobre San Nicolás. Obsérvese que pudo haber alegado al PGOU durante su tramitación en demanda de mayor edificabilidad comercial, pero no lo hizo. Calló y otorgó.

Sólo años después ha presentado un Plan Parcial en el que, con una política de hechos consumados, plantea un complejo comercial con 41.400 m2 más de edificabilidad comercial de la autorizada en el PGOU. No sólo eso. Según el informe de  los técnicos de la Gerencia, ni siquiera ha entregado un estudio de tráfico e infraestructuras que avale la viabilidad del macrocomplejo y trata de eludir la obligación legal de cesión del aprovechamiento urbanístico que resultaría de la recalificación a la carta que pretende con el único argumento  de una inversión de 228 millones de euros y la creación de 4.000 empleos.

VALLADOLID COMO EJEMPLO

Casualmente, en estos días se habla del mayor centro comercial que Ikea va a inaugurar en España, concretamente en Valladolid y para Navidad, con una inversión de 200 millones. Su tienda dispondrá de 34.700 m2 y dará empleo a 250 personas, a razón de un empleado por cada 139 m2. El resto del complejo (100.000 m2 en total) se abrirá en primavera, con 125 locales en alquiler. Tomando como referencia la ratio superficie comercial/empleado de Ikea, en caso de una ocupación plena  se generarían 469 empleos más, con lo que en conjunto  podría haber  719 puestos de trabajo. Si extrapolamos al que se quiere ahora implantar en Sevilla (un 49% mayor), éste crearía  unos 1.100 empleos (pero por cada empleo, habitualmente precario, creado en las grandes superficies se suelen perder 2,5  en el comercio tradicional).

 

Amenazando subliminalmente con irse con la inversión a otra parte, el consejero delegado de Ikea, Mikael Ohlsson, usó el ‘The Wall Street Journal’ para lanzar un recado al Ayuntamiento de Sevilla y a otros nueve: Ikea está preparada para construir “mañana” mismo , pero se lo impide la regulación del Urbanismo en España.

 

 

Inexacto, al menos en Sevilla. En los 107.600 m2 de edificabilidad de San Nicolás caben tres Ikeas como el de Valladolid, que es el mayor de España, y por tanto podría construirse mañana mismo como alardea el señor Ohlsson. Al plantear ahora, y no cuando se estaba tramitando el PGOU, una tienda de su marca con 72.000 m2 (42.000 sobre rasante y el resto en sótano) y un centro comercial anexo con 163.000 m2 (107.000 sobre rasante) que construirá, gestionará y explotará “con la filosofía Ikea”, es porque con ese exceso de edificabilidad de regalo municipal pretende que el alquiler o la venta de los locales sufrague la instalación de este segundo Ikea, que así les resultaría gratis.

Cuando el macrocomplejo colapse las carreteras por la afluencia de compradores desde Córdoba y la Campiña, que luego los contribuyentes paguen las soluciones alternativas al problema generado por el ‘pelotazo’ urbanístico.

Es lógico que el Ayuntamiento no quiera perder la inversión, pero no que se rinda incondicionalmente a los suecos presentando como una simple modificación del PGOU lo que sería una recalificación en toda regla;  remitiéndose a una futurible reforma legal (una aberración jurídica, porque sólo puede aplicarse la norma vigente);  confundiendo la cuestión urbanística con la comercial;  volviendo al modelo del ladrillo y las grandes superficies (25 ya en Sevilla) en vez de apostar por una economía diversificada, y reinstaurando un urbanismo a la carta de infausto recuerdo que supondría abrir la veda a cualquier especulador. Del ‘ancha es Castilla’ pasaríamos al ‘ancha es Sevilla’.

Si Ikea amenaza con irse, ya vendrán otros. A los suecos cabe decirles lo mismo que aquel jornalero andaluz al cacique de turno: “En mi hambre mando yo”.

 

 

Casi ná

El caso de la tienda de Ikea frente al aeropuerto se reduce, ‘grosso modo’, a que los suecos quieren que por su bella cara se cambie el PGOU y por arte de magia se les regalen 41.400 m2 de edificabilidad más que la prevista, para ellos envolver su comercio con un cinturón de locales de alquiler a otras marcas, con cuyas rentas les saldrá gratis la inversión en Sevilla. El cambio del uso principal del suelo (del empresarial actual a comercial) y su magnitud obligan a una recalificación en toda regla, pero como la palabra suele implicar un ‘pelotazo’ urbanístico, el delegado de Urbanismo, Maximiliano Vílchez, trata de camuflar la operación como una simple modificación puntual del PGOU. Vílchez fue subdelegado del Gobierno en Cádiz, donde se habrá impregnado de la retranca del Beni, al que cuando le preguntaron si había trincado dijo una de sus frases más famosas: “Mu poquito; casi ná”. Pues Vílchez, igual. Cuando le preguntan si va a recalificarle a Ikea, a pesar de que son 41.400 m2 sale en plan Beni de Cádiz: “Mu poquito; una modificación puntual nada más”.

 

 

Tecnicismos

El delegado de Economía, Empleo, Mercados, Turismo y Fiestas Mayores del Ayuntamiento de Sevilla, Gregorio Serrano, dice que no se puede perder la inversión de Ikea por “tecnicismos” urbanísticos. ¿A qué me recuerda ésto? A Jacinto  Pellón ‘versus’ Manuel  Olivencia en la Exposición Universal de 1992, donde el primero, con tal de que se hicieran las obras, pasaba por encima de los procedimientos garantistas que respetaba escrupulosamente el segundo, un prestigioso jurista. Y me recuerda a las subvenciones del ‘fondo de reptiles’ de la Junta, dadas al margen de cualquier procedimiento reglado. Los ‘tecnicismos’ sobre los que despectivamente habla Gregorio Serrano son las garantías en un Estado de Derecho. En este caso son informes negativos emitidos por funcionarios de la Gerencia de Urbanismo frente a las pretensiones de los suecos de pasarse el PGOU por el forro para que les den una recalificación a la carta y pegar un pelotazo urbanístico. ¿No decía Zoido que este Ayuntamiento iba a ser el del gobierno de los funcionarios? He aquí la prueba del nueve para demostrarlo. Nadie, ni siquiera Ikea, puede estar por encima de la ley, salvo que Sevilla quiera vender su dignidad por un plato de lentejas.

Quince años de vacas flacas

Celis, exdelegado de Urbanismo, ha declarado a El MUNDO, entre otras cosas, lo siguiente:

 

1) “Las setas no se han pagado con impuestos de los ciudadanos, sino por los empresarios del ladrillo, que cuando se aprobó el PGOU (2006) pusieron algo más de 200 millones de euros en base a los aprovechamientos que tenían para hacer viviendas”.

 

 

Celis trata de hacer creer a los sevillanos que el dinero empleado en las ‘setas’ no ha salido de la caja común  y por lo tanto no han supuesto un despilfarro. Su tesis se sustenta en un par de sofismas, como el de que los empresarios no son también ciudadanos y que su aportación dineraria parezca voluntaria y desinteresada  en vez de venir impuesta por el Plan General y las leyes urbanísticas.

 

El exdelegado ha aclarado una cuestión esencial: que los promotores inmobiliarios entregaron más de 200 millones de euros. Y es que en la última etapa de Monteseirín, a medida que crecía el escándalo por el sobrecoste de las ‘setas’, el Consistorio rebajaba a 172 millones el dinero de la denominada ‘hucha del PGOU’, cuando otrora se habló de una recaudación de entre 230 y 240 millones como fruto de la firma de entre 55 y 70 convenios urbanísticos.

 

Por tanto, atendiendo a Celis, hay entre 28 y 68 millones de euros ‘desaparecidos’ en el triángulo de las Bermudas municipal, razón más que suficiente para realizar la auditoría anunciada por Zoido y de la que nada se sabe.

 

 

2) “Ese dinero estaba tipificado por ley en qué cosas se podía gastar, que era en grandes infraestructuras. El destino que se ha dado a esos fondos responde a lo estipulado, si no estaríamos hablando de que habría sido ilegal”.

 

 

El PGOU, que debe atenerse a la legalidad, dice con su farragoso lenguaje tecnocrático que el dinero de los convenios firmados con los ‘empresarios del ladrillo’ se destinará “a la ejecución de (atención) los nuevos sistemas generales de la ciudad y, de forma preferente, al establecimiento del sistema general de espacios libres, el viario y desvíos de encauzamiento de la red hídrica, financiando así parte de las actuaciones atribuidas al Municipio de conformidad con la programación y Estudio Económico Financiero del nuevo Plan”.

Está taxativamente claro: dinero para las carreteras, viales, aceras, zonas verdes, equipamientos, canalizaciones y demás dotaciones necesarias para construir los nuevos barrios previstos en el PGOU durante los próximos 15 años, no para las ‘setas’ de la Encarnación, el ‘paseo marítimo’ de la Alameda, la Plaza de España, los carriles-bici…. en la Sevilla consolidada y/o en el Centro como escaparate de la ‘grandeur’ de Monteseirín.

 

 

3) “No podemos construir una carretera (en alusión a la SE-35) que vaya de ningún sitio a ninguna parte”.

 

 

Curiosamente, Celis aplica a la SE-35 el dicho popular sobre el tranvía de Monteseirín y obvia  todos los argumentos a favor de esa vía de comunicación dados en su día por el propio Ayuntamiento como vía clave para descongestionar el saturado tráfico de la ciudad y eje articulador de nuevos desarrollos urbanísticos previstos en el PGOU. Y si no se podía construir la carretera, ¿por qué se gastaron 1,4 millones de euros en diseñarla? ¿No es acaso otra muestra más de despilfarro del dinero?

 

 

4) “No se pueden tener 200 millones de euros parados en una cuenta corriente esperando tiempos mejores”.

 

 

Pero a los empresarios les decía todo lo contrario, les mentía, como ha vuelto a recordar el presidente de Gaesco, Miguel Rus: “Cada vez que pedíamos un desglose de los fondos se nos decía que el dinero estaba a buen recaudo en una cuenta corriente”.

 

Si, según Zapatero, España merecía un Gobierno que no mintiera a sus ciudadanos, ¿qué decir en Sevilla del Ayuntamiento de Monteseirín, Marchena y Celis, que no sólo mintió sobre los dineros del PGOU sino que también ocultó a los sevillanos los informes sobre los problemas técnicos de las ‘setas’, para cuya construcción se han desviado 65 millones de euros aportados por los promotores inmobiliarios para la expansión de la ciudad?

 

 

5) “Se ha acordado mediante un compromiso por escrito, que queda fijado para el futuro que una vez que los empresarios vayan desarrollando esos suelos, el Ayuntamiento, de sus recursos propios, invertirá en la infraestructura necesaria para ello”.

 

 

Celis calla que ante la amenaza de los empresarios de querellarse contra Monteseirín por estafa tras el desvío del dinero, el Consistorio tuvo que firmarles un documento en el que reconocía implícitamente la irregularidad de su actuación y se comprometía a no pedirles ni un euro más y a asumir el coste de las infraestructuras futuras. Por tanto, serán los sevillanos quienes con sus impuestos tapen el ‘agujero’ dejado por Monteseirín.

 

El último sofisma de Celis es decir que una vez que los empresarios desarrollen los suelos, el Ayuntamiento invertirá en la infraestructura necesaria. ¡Si es justamente al revés! Hasta que no se hayan desarrollado los sistemas generales no se puede autorizar ningún desarrollo urbanístico nuevo.

¿Y con qué dinero, si Monteseirín se lo ha pulido todo? Según los datos logrados por el colega Carlos Mármol, de los 172 ó 240 millones de euros del PGOU, sólo quedan 1,5 millones.

 

Sevilla tenía repleta la ‘hucha’ del PGOU para impulsar la construcción (VPO, por ejemplo) y crear empleo en esta hora de crisis, pero en vez de imitar a la hormiga de la fábula, el alcalde-‘cigarra’ Monteseirín  ha dejado vacía la hucha y condenado a la ciudad a quince años de ‘vacas flacas’.

 

 

 

Símbolo

¿Y qué ganamos los vecinos de Sevilla con que se reponga el solar de la biblioteca universitaria impulsada en el Prado de San Sebastián por Monteseirín y Marchena a su estado anterior? ¿Quién de las generaciones futuras guardará memoria de este triunfo judicial popular sobre la soberbia y las tropelías urbanísticas del Poder si el trozo amputado al jardín se repuebla de árboles y plantas y se funde con el resto del parque como si aquí no hubiera pasado nada de nada? Lo mejor no es que se recupere la zona verde tal como estaba, sino que se deje tal como está ahora, mutilada por efecto del contubernio entre Miguel Florencio y el exalcalde y con la biblioteca de catálogo de Zaha Hadid, que ni siquiera se dignó a venir a Sevilla, a medio construir, como un recordatorio permanente de la victoria del pueblo y advertencia a gobernantes futuros de hasta dónde conducen la chulería y la prepotencia. Frente a las ‘setas’ de la Encarnación, erigidas como hito triunfalista del Régimen, deben seguir alzándose su contrapunto, las ruinas de Palmira de la era Monteseirín.

 

Socrático

Manuel Marchena, el valido de Monteseirín, sufría tal impaciencia por declarar ante la juez Alaya tras su imputación en el caso Mercasevilla que otrora se presentó en los Juzgados sin cita previa. Tuvieron que echarlo de allí porque, fiel a sus despóticas maneras, ni siquiera había pedido la vez. Ahora, tras ocho meses en el corredor de los imputados, ha comparecido al fin ante su señoría. Cuentan las primeras crónicas que se quedó tan demudado al conocer que lo era por cuadruplicado, que lo único que se le ocurrió fue pedir un vaso de agua. De Emasesa, naturalmente, no de las de marca a  que acostumbraba en los restaurantes para acompañarse las pinceladas al centro. Repuesto del susto, el geógrafo se mostró más bien filósofo, en concreto socrático ateniense, al sostener: “Yo sólo sé que no sé nada”. El valido ha confesado ante la magistrada que él ni daba instrucciones en la Gerencia, ni sabía de expedientes, ni ná de ná. Osea, que lo único que sabía como gerente de Urbanismo era cobrar. Para eso era un lince: 170.000 euros  por no tener ni p..ajolera idea.

 

 

La maldición

Bela Guttman fue un exitoso entrenador, equivalente en su época a Mourinho o Guardiola hoy. Hizo campeones a equipos de diferentes países y forjó al gran Benfica de Eusebio, ‘la perla negra’, con el que ganó sendas Copas de Europa al Barcelona de Kubala y al Real Madrid de Di Stéfano. Pese a su hoja de servicios, su  mezquino presidente no le renovó el contrato y entonces lanzó una maldición: “Sin mí, el Benfica no ganará una copa europea en los próximos cien años”. Desde entonces ha pasado medio siglo, el Benfica ha disputado varias finales y la maldición se ha cumplido: ha perdido todas. Rafael Moneo es uno de los más laureados arquitectos del mundo. Catedrático, doctor honoris causa por numerosas universidades, premio Pritzker y Van der Rohe….Pese a su historial, en 1999 un mezquino Monteseirín le tumbó el nuevo Ayuntamiento que para Sevilla había proyectado en el Prado. Desde entonces, allí han intentado alzar desde un hotel a la Biblioteca universitaria, pero nada, todo se viene abajo. Para mí, sobre ese sitio pesa una maldición, la maldición de Moneo.

 

 

Leyenda urbana

En las entrevistas que, recordando ciertas publicidades institucionales, imploró le hicieran hasta casi el último minuto, Monteseirín proclamó que su mayor orgullo era lo que había hecho en los barrios y cómo así había logrado una Sevilla más justa y más avanzada. ¿Barrios? ¿Qué barrios? A Viera le han preguntado ahora que, ya que no se ha hecho el harakiri orgánico tras la debacle electoral, haga al menos autocrítica sobre los errores  que han propiciado la barrida histórica de Zoido en Sevilla. Dice el aún líder provincial del PSOE que mientras Monteseirín invertía el dinero en lo que él llamaba eufemísticamente la ciudad consolidada, osea, el Centro de toda la vida, con las ‘setas’, el paseo marítimo en la Alameda y las pseudo peatonalizaciones… no se hacía lo equivalente en los barrios periféricos, como ha sido el caso de Cerro-Amate, Torreblanca, Alcosa, Miraflores….»donde los ciudadanos no han encontrado motivos para votar el PSOE».  Así ha desmontado  Viera las fábulas de Monteseirín, que lo único que ha visto sobre barrios ha sido la serie Barrio Sésamo.