Casi dos meses antes de las elecciones municipales del 22 de mayo de 2011, a las que ya no concurrió como candidato a la reelección por el PSOE y que iban a suponer el final de su ciclo de doce años como alcalde de Sevilla, Monteseirín protagonizó el acto de inauguración oficial de las por entonces aún inacabadas ‘Setas’ de la Encarnación: el monumento al despilfarro (120 millones de euros, detraídos incluso de la ‘hucha’ del PGOU para los nuevos barrios de la ciudad) que legaba como icono arquitectónico de su época en el sillón de la Plaza Nueva.
Las crónicas periodísticas de aquel día, que constan en las hemerotecas, recogen algunos párrafos de la perorata que el entonces alcalde dirigió a los miembros de su claque y a los curiosos allí presentes. Monteseirín, obviando la herencia de escándalos y de deuda multimillonaria (en torno a los 600 millones de euros) que dejaba a su futuro sucesor y a la ciudad, hizo un panegírico de su Gobierno, que era tanto como de sí mismo. Lo calificó como arriesgado e innovador, en contraste con el “inmovilismo que caracteriza -aseveró- a ciertos sectores de la ciudad”. Los críticos, claro era, con el Metropol Parasol y su descomunal coste económico.
CIUDAD ‘CONGELADA’
A estos sectores les dirigió este explícito mensaje: “Sólo decirles que no tengan miedo a cambiar, porque es cuestión de tiempo que Metropol Parasol sea cantado como uno de los símbolos seculares de la Sevilla eterna, como hoy lo es la Plaza de España”. Monteseirín subrayó que “según los análisis de los expertos, los beneficios económicos, directos e indirectos, que Metropol Parasol va a traer para la ciudad superarán, en sólo un año, la inversión acometida: turismo, comercio, hostelería, imagen y proyección exterior”. Y abundó: “Tengo la sensación, creo que compartida, de que esta tarde, en la Encarnación, estamos teniendo el privilegio de asistir a la inauguración de la Sevilla del siglo XXI”.
El predecesor de Zoido insistió en su tesis de que “la tradición no puede ser lo único que sirva a una ciudad, pues bloquea; y el desarrollo sólo se puede asumir con retos. Sevilla -añadió- no puede ser un territorio congelado en el tiempo; no puede ser la ensoñación de un pasado idealizado y sin futuro, la Vetusta pequeña y provinciana”.
DE LAS ‘SETAS’ A LA TORRE
Cambio de escenario, de personaje, de tiempo y de icono arquitectónico. En vez de las ‘Setas’ de la Encarnación, el trasfondo simbólico lo ocupa el rascacielos de 178 metros de altura construido en la isla de la Cartuja, la torre Pelli, aunque físicamente las palabras fluyerann en la Plazas de España, durante la apertura del Encuentro Internacional sobre Arquitectura Contemporánea en Ciudades Históricas, comprometido ante la Unesco.
Han pasado dos años y medio: 17 de septiembre de 2013. Quien habla es Juan Ignacio Zoido, sucesor de Monteseirín y otrora detractor tanto del Metropol Parasol -donde ahora ya no tiene empacho en que le hagan hasta un reportaje fotográfico- como de la torre Pelli.
Los cronistas reproducen para la posteridad trozos del discurso del alcalde, que se expresa en estos términos: “El principal valor de una ciudad patrimonial no son sólo sus monumentos o edificios históricos, sino el entramado de éstos y sus relaciones con los que los perciben y con los que los disfrutan. Por ello, no nos tenemos que sentir tentados a convertir las ciudades en museos, sino en espacios de vida. La musealización de un casco histórico sólo conlleva el falseamiento de la realidad, la adulteración del patrimonio y la folclorización”.
PARALELISMO
Y Zoido añade: “No debemos renunciar a la evolución sostenible e inteligente de la arquitectura contemporánea, integrándola como un elemento que ha nacido no sólo para hacer más confortable y agradable la vida del hombre, sino como manifestación de lo que puede proyectar e idear el genio”.
Monteseirín habría podido emplear perfectamente las palabras de Zoido para defender las ‘Setas’ de la Encarnación, al igual que Zoido las de Monteseirín para defender ante los congresistas previamente seleccionados -y aun así se le coló algún que otro disidente- la torre Pelli. La diferencia sustancial es que mientras Monteseirín se mantuvo coherente con su discurso, Zoido ha acabado moviéndose hacia las posiciones de su rival y predecesor, hasta el punto de asumir su argumentario, prueba de su camaleonismo político en función de las circunstancias.
TRANVÍA Y BUS
Estos días hemos tenido otra demostración del argumentario intercambiable entre el anterior y el actual Gobierno municipales. Monteseirín bautizó como Metrocentro el sucedáneo del tranvía, para instalar en el imaginario colectivo la idea de que Sevilla contaba con una línea de suburbano directa al corazón de la ciudad, cuando el Metro auténtico sólo bordea el casco antiguo sin penetrar en el interior.
La prolongación de la línea 3 de Tussam hasta Bellavista, un acierto pleno de Zoido por otra parte, ha sido presentada en los medios, e interpretada por los vecinos, como la conexión que por fin permite al barrio acceder al centro de la ciudad, cuando el autobús circula en paralelo al río bordeando el casco antiguo y su penetración máxima es sólo hasta Plaza de Armas, que no puede considerarse el centro propiamente dicho. Y, sin embargo, una vecina, plenamente convencida, declaraba a la prensa que ahora podía ir directamente hasta el mercadillo del Jueves en la calle Feria.
La línea 3, pues, se ‘vende’ al igual que el Metrocentro de Monteseirín, con la diferencia de que el tranvía al menos llega hasta la Plaza Nueva.
El Ayuntamiento de Vélez-Málaga ha autorizado a la empresa concesionaria de su tranvía a que alquile los tres trenes existentes a una ciudad cercana a Sidney (Australia) por 200.000 euros anuales ante la imposibilidad de mantener una infraestructura cuya construcción costó 40 millones de euros y que genera un insoportable déficit para las arcas municipales superior a los 800.000 euros/año. En contraste, el Ayuntamiento de Sevilla, sin título siquiera para tal prerrogativa, vetó sistemáticamente durante la era Monteseirín los intentos de Agesa de ceder a otras ciudades españolas interesadas el telecabina o el tren monorraíl (Zaragoza, Benalmádena…) de la Expo-92, pese a que habían dejado de utilizarse desde hacía años y años en la isla de la Cartuja por antieconómicos. Mientras que el tranvía de Vélez-Málaga presta servicio aunque sea en las antípodas, el telecabina y el tren monorraíl de la Muestra Universal han devenido en pura chatarra, sin utilidad alguna ni para Sevilla ni para ninguna otra ciudad. Monteseirín, la moderna versión del perro del hortelano.
El nuevo alcalde cree hacerse eco de la opinión de gran parte de los sevillanos –sus veinte concejales avalan el refrendo mayoritario a sus postulados- al expresar su propósito de “recuperar la coherencia y la armonía en el casco histórico tras las improvisaciones” del gobierno PSOE-IU, por lo que repondrá las clásicas farolas fernandinas y los bancos de forja, bien cuando haya disponibilidad presupuestaria, bien cuando el deterioro de este mobiliario –muy acusado en el caso de los bancos de madera, material inapropiado para nuestro clima salvo que sea objeto de un mantenimiento continuo- así lo aconseje.
El gobierno saliente ha filtrado que sólo las 17 farolas-ducha y otros tantos bancos-Ikea en las tres plazas costaron 390.000 euros, IVA incluido, un precio aparentemente excesivo para el escaso número de unidades adquiridas y su cuestionable calidad.
Según Gutiérrez, los postes sustituidos se iban a reutilizar en el proyecto de ampliación del tranvía entre el Prado y San Bernardo primero, y, posteriormente, hasta Santa Justa, una reutilización de la que no se ha tenido noticia hasta ahora (para empezar, los nuevos postes son incluso de distinto color que los antiguos).


