Si introducimos en ‘Google’ las palabras ‘Almacenes siete puertas’ veremos que aparecen 3.200.000 registros. Y si tecleamos ‘Siete puertas’ a secas aparecen 290.000. Casi da igual una cifra que otra porque está comprobado que los usuarios de Internet no pasan de la primera o segunda páginas que les ofrecen los navegadores en sus búsquedas en ese infinito océano que es la Red de redes, de ahí la pugna para aparecer en la primera pantalla que muestra Google, dado su valor mercantil. Más allá es como si nada existiera.
He chequeado las diez primeras páginas de cada texto citado al principio y he encontrado referido a ‘Siete Puertas’ un restaurante barcelonés que data de 1836 y tiene, una página de magnífica factura; un colectivo de arte de Navarra; una canción de Pedro Guerra; referencias a otro restaurante, esta vez de Llanes, y hasta la sinfonía que Penderecki dedicó con el sobrenombre de ‘las siete puertas’ a Jerusalem por su trimilenario, plena de alegorías referidas al número siete, tan importante en la cultura hebrea.
BARCELONA Y SEVILLA
He hallado también bastantes referencias al cierre de los tradicionales almacenes sevillanos ‘Siete Puertas’, una de las noticias más comentadas de este verano, pero ninguna página propiamente dicha de ese histórico comercio al modo del ‘Restaurant 7 Portes’ catalán, por más que el consejero delegado de Google haya advertido de que “todo lo que en algún momento haya sido colgado en Internet permanece, aunque quizás en un lugar más recóndito de la Red’.
Es muy posible, pues, que ‘Siete Puertas’, fundado en 1923, ni siquiera haya tenido un escaparate en Internet desde el que promocionar sus productos, e incluso venderlos a través de una tienda electrónica, a un mundo globalizado de 6.000 millones de personas. No es una excepción. Se estima que más de la mitad de las empresas sevillanas y andaluzas carece aún de página web. Por contraste, el ‘Sete Portes’ catalán, que es casi cien años más antiguo que su cerrado homónimo comercio sevillano, dispone de una estupenda página en Internet en la que de paso cuenta cómo dedica sillas a los ilustres visitantes que ha tenido a lo largo de su casi bicentenaria historia: los Reyes, Lorca, Picasso, Dalí, Alberti, Fleming, García Márquez, María Callas, Orson Welles, Kraus, Cela, Serrat…..
SIN EVOLUCION
¿Significa acaso que Siete Puertas ha cerrado por carecer de página web? Obviamente, no. Su cierre se habrá debido a un cúmulo de circunstancias, pero no debería atribuirse en exclusiva a la reduccionista excusa de la peatonalización o de los problemas de acceso al Centro, como se ha presentado de forma generalizada. De hecho, hasta donde mi memoria alcanza porque he sido vecino de esa collación, ‘Siete Puertas’ ha estado siempre en una zona peatonal, donde hay una silenciosa pero más frecuente de lo que parece renovación del tejido comercial por el mismo principio darwinista de la selección natural: el que no se adapta a los nuevos tiempos desaparece y su ‘nicho vacío’ es ocupado por otro establecimiento. Hoy es un bazar chino, pero ayer pudo ser un local de cintas de vídeo, una tienda de pantalones vaqueros, una sucursal de una multinacional o hasta una de productos dietéticos, según evolucionaran las modas y las costumbres.
Evolucionan modas y costumbres, pero los comercios tradicionales de Sevilla deben preguntarse si evolucionan en paralelo o se quedan anclados en el tiempo y en sus cada vez menores, por puro efecto biológico, clientelas de siempre; y si reaccionan o no a esas nuevas circunstancias del tráfico en la ciudad, que teóricamente deben favorecerles más que perjudicarles, como generalmente ocurre con las calles peatonales en las grandes ciudades europeas.
CULPA DE TERCEROS
La carencia de página web es sólo un síntoma más de otros muchos que podrían detectarse en un chequeo. Por ejemplo, ¿desde cuándo no veíamos un anuncio de ‘Siete Puertas’ en la prensa o en la radio tras su clásico ‘Siete, siete, siete Puertas. Usted tiene la ventaja’?. ¿Había expedido tarjetas de fidelización a sus clientes? ¿Les enviaba ‘newsletters’ sobre sus promociones? ¿Encargaba encuestas sobre el grado de satisfacción de su clientela? ¿Renovaba sus colecciones y escaparates cada temporada? ¿Organizó algún desfile o acto promocional para el gran público? ¿Se integró en el centro comercial abierto planteado en su día para su zona? ¿Creó, por sí o en asociación con otros un servicio de envío gratis a domicilio a partir de determinado importe de compra para contrarrestar las dificultades de acceso al Centro? ¿Regaló minutos de aparcamiento en los alrededores? ¿Qué hizo para atraer a un público joven que camina con el Ipod en los oídos y que asocia la calle Puente y Pellón con tiendas de viejo?
Y así podríamos seguir preguntándonos ‘ad infinitum’, tanto para ‘Siete Puertas’ como para muchos comercios tradicionales, cuyos dueños aún no han leído la fábula de Spencer Johnson ‘¿Quién se ha llevado mi queso?’ o no han comprendido que, como cantaba Dylan, ‘los tiempos están cambiando’. Para ellos, culpar de su crisis exclusivamente a las peatonalizaciones es la coartada más fácil, porque les permite eludir cualquier atisbo de responsabilidad propia en su situación. La culpa siempre será de un tercero o del Ayuntamiento.
Comenté con alguien mucho más joven que yo la noticia del cierre de ‘Siete Puertas’. Cosa rara, aún le sonaba el nombre, y me respondió: ‘Ah, ¿pero no hacía tiempo que había cerrado ya?’.